Como resultado llega el día en que tu organismo, que es un ser inteligente con vida propia, deja de ponerse verde, o morado ante su incongruencia. Ya no puedes cabrearte, irritarte o sentir que tu corazón va a explotar; tal pareciese que en tu cuerpo no quede sangre, o en tu cerebro capacidad alguna para el asombro; no te lo explicas. Es ahí donde se enciende una luz roja parpadeante: se ha entrado en reserva.
Un blog donde la tristeza y el buen humor caminan de la mano. Donde los límites entre fantasía y realidad se entremezclan hasta conformar un solo presente.
domingo, 18 de julio de 2010
Verbo decepcionar
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Conozco esa sensación, por desgracia.
ResponderEliminarEn estos casos, hay que aplicár la sabiduria campesina de mi abuelo. Decia : "De un asno, solo se puede esperár un rebúzno". Y yo añado : "Ó una cóz".
Lo malo es la sensación de habér perdido el tiempo concediendole el crédito de la atención a álguien que no lo merece, aquello de : "Debo ser idiota por haberle hecho caso una véz más".
No te mortifiques a tí misma, la culpa es de quién engaña, nó del engañado.
Un saludo.
Se pasa de la reserva absoluta al lleno total según de qué persona se trate. A todos nos llevan y nos traen los vientos. Es la condición humana imagino.
ResponderEliminarSaludos