Después de la intensa lluvia y el buen tiempo, los campos asturianos se han llenado de hierba espesa. Los prados son un espectáculo que vale la pena contemplar si viajas en coche y tienes la suerte de llevar un buen conductor, uno que vaya sin prisa pese a que tienes hora de llegada a donde vas. Una canción preciosa suena de fondo y todo lo que puedes es pensar, en esa belleza de paisaje que es tu verdadera riqueza, esa que otros con su mucho dinero jamás disfrutarán. Mientras sabes que jamás llegarás a tus metas, pero es que por mucho que te mates no hay meta a que llegar. Tu meta mayor es esa, mirar esos paisajes y disfrutar.
El paisaje mientras viajaba de copiloto era tan hermoso que no tenía ganas de hablar, iba medio escuchando lo que me decían entre esas notas de guitarra, y mi júbilo era total. Hay momentos en que mi vida es perfecta, mi marido es perfecto, mis hijos perfectos, yo misma soy perfecta y mis ausencias de vida se dejan llevar, es decir, a todos los ausentes los llevo conmigo y escuchan el texto que formo en mi cabeza y lo disfrutan.
Justo en ese instante lo vi.
Era un hombre de unos casi ochenta años que llevaba una segadora. Vestía un pantalón marrón, una camisa blanca de manga larga arremangada hasta el codo y una boina. Segaba un prado gigantesco y los maraños de hierba formaban líneas perfectas, ya llevaba la mitad segada y la otra mitad quedaba sin segar, parecía dispuesto a terminarla en el día del ímpetu que llevaba. De tan cansado que estaba iba medio encorvado hacia adelante, y pensé que si en ese instante fuese la única dueña de mi vida iría hasta él, le quitaría la segadora de entre las manos y le ordenaría descansar, porque a alguien como él para que descanse le hay que ordenar, si no no descansa nunca. Iba saltandose a la torera todos los limites de velocidad establecida, pero ya no podía con la vida.
_ ¿Cómo es que a su edad nadie le ayuda?_ pregunté. Mi marido me respondió al instante.
_ Será soltero.
_ Vete a saber_ le respondí_ me extrañaría que no tenga una nuera, o una hija, o una sobrina que le pueda ayudar si es que los hombres trabajan_ a veces parece que me encante desconfiar de la gente_. Es tremendo, ese hombre no está para eso. ¿Viste que tractor más antiguo?, nunca vi uno como ese.
_ Pues no, no lo vi.
_ Parecía de los tiempos de la guerra, pero estaba muy cuidado.
_ Ah_ ese es el ah, de muchas veces no te entiendo, pero da igual. El ah de sé que necesitas silencio y lo voy a respetar. En el fondo amar es algo tan simple como quedarse callado si el otro lo precisa.
Era un tractor hermoso de color granate con cabina cuadrada a lo jeep militar, y el hombre alguien a quien hacía mucho tiempo que no veía por los campos asturianos porque están en peligro de extinción, pero de eso nadie habla. Nadie habla de la necesidad de recuperarlos, o de facilitarles la vida. O de lo mucho que les necesitamos quienes les hemos conocido, o lo mucho que les añoramos por sus lecciones de vida.
En cualquier caso me recordó muchísimo a mi abuelo paterno, al que no veo desde hace una eternidad. El hombre que se pasó conmigo tardes enteras señalándome las letras y sonriendo ante mi cabezonería de querer leer antes de comenzar a la escuela.
Nos alejábamos por la carretera, pero si yo pudiera detener el tiempo de una palmada le ayudaría a segar, pese a que segar con segadora nunca fue lo mío, tal vez por eso, porque sé lo mucho que cuesta me quedó esa sensación casi inhumana de dejarlo allí, luchando consigo mismo por completar un maraño más y después de ese otro, y así hasta terminar.
No en vano era un personaje de muchos libros, alguien que se resiste a dejar su vida atrás, en un tiempo en que se siega y se recoge un prado como ese en un cuarto de hora, tras la máquina ruidosa que imprime diez o doce rulos, y se va.
No tengo carnet de escritora, ni siquiera lo soy, por eso no tengo permiso para recoger las historias que me gustaría recoger. O las que no me lo concedo, no sé. Pero iba pensando en toda la gente que nos cuelan en televisión. Tantas horas de cutredad infinita y nada bueno, honrado o inteligente que decir. De pronto me dolieron tantas palabras sabias que podría decir aquel hombre, o tantos como él y que perderemos para siempre por no detenernos a escuchar mientras la vida sigue impertérrita por el lugar que iba. A veces creo que todos giramos en un bombo de lavadora gira que gira, y que solo quienes se han negado a entrar una vez, viven la vida que merece ser vivida fieles al legado de sus antepasados; aunque su vida sea tan difícil como ni pueda imaginarse con solo verles un instante desde la carretera.
Para vivír, no se necesita carnét.
ResponderEliminarY para escribír, tampoco. Hay personas con el dón de escribir con la misma naturalidád que respiran. Y creo que tienes ese dón, no se te ocurra pedír las licencia para escribír, no la necesitas.
Sobre la mediocridád que nos rodea, estoy de acuerdo contigo en que la gente que más habla en nuestros dias, es la que menos tiene algo digno a explicár.
Estoy pensando en hacerme estampár una camiseta que diga : "Si no tienes algo inteligente que decírme, quedate callado".
Conozco a esos hombres del norte, que acumulan más años que canas y tripulan tractóres que son piezas de museo. Son admirables, y por desgracia, cada véz menos. Un buén montón de vida e historias maravillosas desaparecen cada dia con ellos.
Saludos
Hay montones de historias interesantes a nuestro alrededor con solo detenerse a mirar. Espero recoger muchas para dejar constancia de ellas en este lugar en el que nadie parece querer colaborar.Se me antojaría el mismo word ante el que he borrado miles de palabras que siguen estando ahí, porque lo escriba las veces que lo escriba me siguen preocupando las mismas cosas de siempre y no hay exorcismos posibles para ellas.
ResponderEliminarSonia Belloto decía que hay personas que se leerán hasta el final todo lo que escribamos sea lo que sea. Y que no podemos contarlas para decidir si tenemos talento o no. Perdona si no te cuento.
Hay un montón más que se quedan siempre sin palabras ante lo que escribo, todas no se pueden equivocar.
Saludos
Estoy de acuerdo, para escribir hay que ...escribir (al menos eso dice uno de los maestros del tema: Stephen King). Buena entrada, destila sensibilidad y buen gusto en el trato a a las letras.
ResponderEliminarPues no veas la cantidad de dudas que tengo a diario por el hondo silencio que hay por aquí.
ResponderEliminarTe agradezco el comentario.