Los turistas han llegado hace meses, han llenado los restaurantes, la playa, los supermercados, pueblan las calles en las que antes no había casi un alma, y donde ahora somos un río de gente que viene y va. Para disfrutar de tu playa de siempre has de ir temprano o tarde, las horas más normales de entrar en el mar están prohibidas para asustadizos por el griterío constante de quienes no podrían darse ese lujo a diario, ni el lujo de mirar el mar. La riada que asoló la tierrina me lo gritó bien claro, sin turistas esto no es igual, ya forman parte de todo el paisaje que admiro, junto al espigón, la iglesia antiquísima, los veleros y pequeñas embarcaciones que lucen en el puerto los meses estivales o los espejuelos que se forman en la superficie del mar a unas horas, o lo bañan de plata al atardecer. Los turistas son parte de esas tonalidades a las que uno se acostumbra sin darse cuenta, y desde que han llegado y se han comprado segundas residencias, o se han hospedado en los hostales, el lujo estalla por doquier.
Les debemos que se haya aumentado la playa, se haya reparado el espigón, se haya duplicado el puerto, se hayan reparado las calles cambiando el sentido de la circulación, aunque a ciertas horas el embotellamiento se hace inevitable. Es entonces cuando la música que lleves puesta marcará la diferencia entre estresarte o disfrutar. Soy de las que disfrutan escuchando esa voz que me recuerda que algún día recordaré este instante como un instante de felicidad, porque en mi vida actual no puedo quejarme. (Mi única queja son quienes no están, y eso no podría cambiarlo ni aunque quisiera, porque nadie ha podido).
Los turistas se irán en breve, y dejarán la villa marinera atrás, y también esas mejoras que el ayuntamiento ha puesto en marcha solo por ellos, para que vengan de nuevo, y traigan más visitantes dispuestos a disfrutar de todas las maravillas que año tras año les sorprenden tanto como a nosotros.
El periódico de hoy anuncia las novedades previstas para el concejo:
Rehabilitar un palacio semiabandonado que me traía de cabeza -adoro las construcciones antiguas, con sus torreones, sus amplios jardines, su enormidad, su sabor a tiempos pasados llenos de historia-, finalmente lo van a reparar. Es una construcción del siglo XVI de estilo barroco que conservará su porte actual.
Hay también en marcha un campo de golf- me incomodan los campos de golf por sus precios de ricos. Saber que hay lugares que están al aire libre donde nunca podrás entrar, es un contrasentido difícil de asimilar.
También hay previstos más adosados, varios complejos hoteleros con spa, un auditorio, un gran centro comercial y más edificios para eventos. Lo bueno del plan es que esto rodea la playa, si se hiciese en línea recta llegaría a mi aldea, que de momento se conservará como está. Soy adicta a todo el verde que me rodea, al cielo despejado, a los prados apenas sembrados de casas; a mi eterna tranquilidad.
Estos planes de mejoras se hacen por el turismo, está claro. Los turistas pueden disfrutarlo en verano y puentes largos, casi ni más. En cambio los que pertenecemos a este concejo lo tenemos todo el año para deleitarnos, es la parte del todo que hay que pagar. Al final todo es una balanza que de una u otra forma tiende a compensarse.
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