Esta mañana, sin pretenderlo hallé el tercer relato que me faltaba y comencé a escribirlo. Es tarde, lo sé, un año de plazo no fue suficiente para hallar lo que hoy hallé, como surgido de la nada. A veces persigues una idea y no llega, a veces no la buscas y la encuentras. Después de leer Mi vida querida de Alice Munro entendí que la sencillez no es mala. Que la precisión no es algo que se deba combatir, y lo más importante que ya intuía, que los relatos nunca tienen un principio definido así como tampoco un final. Todo comienza y continúa en los márgenes de afuera, por muchas páginas que queramos emplear.
Ya no admites mis comentarios, te dejé dos y los ignoraste, dices que debes dejar espacio para otra gente; después nunca te los volví a dejar. Aprendí a apreciar aún más a quienes los reciben en sus blog, respondan a ellos o no, en verdad siempre supe que no necesito respuestas. Quizá porque no siempre las acepto, eso también es verdad.
Supongo que no me lees tampoco, me da lo mismo, escribo porque es algo que me nace de adentro, no por nada en particular, sé pocas cosas que pueda asegurar; ya nada aseguro. Me muevo como los vientos que se mueven a voluntad, intento esparcir alegría y a veces no puedo, pero es algo que nunca dejo de intentar. A fin de cuentas solo podemos soñar, tal vez porque a veces la realidad es dura. No me leerás, pero yo tengo ese nuevo cuento que tanto esperaba, no sé si después de escrito me parecerá bueno, si lograré exprimirle todo el jugo y hacer que brille, como solo brilla aquello que creemos perfecto aunque no lo sea, pero que cuenta todo cuanto quisimos contar.
No me leerás, llego tarde, no he cumplido con mi compromiso...pero ya te dije que iba a intentarlo con todas mis fuerzas. No estarás, pero seguiré escribiendo para quienes queden, la vida es una lotería constante. Celebraré junto a quienes quieran recibirme allá por donde vaya...ahora mucho más.