En la biblioteca que suelo frecuentar han añadido un círculo de color en los lomos de algunos libros - de momento no les ha dado tiempo a terminar- y me he llevado una grata sorpresa, me gusta la literatura realista. No es que otro tipo de literatura no deje de gustarme, que sí, prueba de ello es que llevo leyendo toda la vida, pero los libros que yo buscaba y no encontraba están todos bien marcados con un diminuto círculo de color morado, y eso me simplifica tanto las cosas que no dejo de maravillarme. Y de rebuscar los tres libros que voy a traerme a casa. Siempre tres, porque si la historia no me atrapa no puedo concentrarme, y empiezo a pensar en lo que aún corregiré, lo que voy a variar en esta o aquella historia, ese es el indicio de que no debo terminar el libro. Necesito leer libros que me atrapen de lleno, que no me den lugar a distracciones, esos son los únicos libros que de verdad entenderé de principio a fin, porque no me han permitido dejar de ver ni una línea.
Entre las elecciones de ayer, me encontré un libro que seguramente compraré, apenas estoy en las primeras páginas, pero están escritas del modo en que yo quiero escribir, tal vez el hecho de tenerlo en casa me aclare algo sobre ese cúmulo de páginas que aún tengo por redondear para finiquitarlas y que dejen de partirme en dos todo el tiempo.
El libro se titula Verde agua y su autora es Marisa Madieri, una autora que hasta ayer me era totalmente desconocida. El formato del libro y todo él me ha atrapado desde la estantería atestada en que lo he rescatado. Es una novedad en sí mismo ante mis ojos, y una promesa; me gusta llevarme los libros que leo dentro del bolso a cualquier parte y este me será muy fácil de transportar, es uno de los motivos porque me ha gustado.
Los otros dos los he ojeado por encima y digo lo mismo, no de su diseño ni de su portada que son lo siempre visto, sino del contenido, es la prosa que me gusta leer, los temas que me gusta saber, y casualidad o no, los tres están escritos por mujeres. Espero asomarme poquíto por aquí en los próximos días, sería el feliz indicio de que escribir es menos apasionante que leer. Porque os aseguro que en mi vida personal ser lectora es mucho más sencillo que ser aspirante a escritora.
Ser lectora es algo que todo el mundo puede entender, porque puedo cerrar el libro que leo en cualquier momento y buscar la camisa azul dentro de cualquier armario. Eso ocurre de distinta forma si estoy en el word intentando captar todo eso que no quiero que se escape, o buscando la palabra exacta y que ahora ni me sale. Es ahí donde se me señala no sin cierto ánimo de dejar algún corte bien visible en un lugar que pueda ver: que de escribir no saco nada. Osea, que no es mi trabajo, que no es ni un trabajo, ni es necesario y ni siquiera es sano, -no hay más que ver cómo me enfado cuando alguien me dice que lo deje de una vez-. No, ni siquiera es sano, es una verdadera obsesión de perfección y un reto diario de encajar muchos quehaceres tan distintos entre sí y tan necesarios.
Concluyo: Un libro "ajeno" puedes cerrarlo hasta cuando puedas retomarlo sin remordimiento alguno. Uno que es "tuyo" te insta a dedicarle tiempo como un niño malcriado, te reclama el espacio en que lucir bonito al fin y poder ser cerrado definitivamente durante muchos años.
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