Horas para el recuerdo de quien se ha ido
sin que la quietud del mar se alborotara,
sin que el remanso de cielo se hiciera brisa,
sin que quienes dormían aún se despertaran.
Horas para recordar a quienes un día
tuvimos enorme suerte de conocer,
sus palabras forman parte de un recuerdo
que late ahora como latirá después.
Bajo la luz de otros días
todo brilla con distinta claridad,
quienes fueron verdaderos
no se deslustran jamás.
Perdóname si no puedo llorar tu muerte,
porque niego que hayas muerto.
Vivirás siempre en la quietud del cielo,
junto a todos aquellos que un día se fueron
y aun así sigo queriendo.
Begoña
Año 2000
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