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martes, 30 de mayo de 2017

El beso del Sáhara, de Gonzalo Moure

Al comenzar a leer este libro ya te encuentras lo primero que te encantará de el: El autor cede los derechos de esta obra al pueblo Saharaui, para la realización de labores humanitarias.
Piensas que eso es amor y que es un gran principio, pero lo mejor de todo es que a lo largo de sus 116 páginas toda la obra es amor; amor a la vida en su máxima expresión. A veces uno no sabe dónde poner sus sueños ni qué pensar sobre ellos, los deja en cuarentena, pero se alegra mucho de ver cómo los cumplen los demás. También se alegra de haberse topado alguna vez con autores que nunca le defraudan, y Gonzalo Moure es uno de ellos.

No me gusta desvelar mucho las historias que cuenta un libro porque aquí no hay atajos, son como una medicina, para que nos funcione hay que hacer el tratamiento completo, en este caso yo diría comprar el libro que además va para cumplir más sueños. Cualquier libro se puede resumir, pero no vivirlo, por eso lo importante es leerlo: vivirlo desde dentro. En cualquier otra página puedes encontrar la sinopsis, o un resumen largo que te puede hacer pensar que sabes de que va, pero no es cierto, sería como si alguien te enviase la fotografía de una sandía y para que adivines su sabor, para nada, no es lo mismo y no alimenta.

El beso del Sáhara habla de una niña saharaui que se llama Nadira y de una niña madrileña llamada Marta, que llega al campamento de refugiados con sus padres, su padre es diputado. Nadira siempre quiso vivir en otro lugar, Marta goza de todos los privilegios sin pensar. La niña saharaui cuando tiene a Marta cerca, tan rubia, tan blanca, tan bonita vestida no puede evitar recibirla con un beso, entonces por un tipo de magia incomprensible se intercambian sus cuerpos. Ahora Marta queda atrapada en un campo de refugiados y Nadira conocerá el privilegio de ser hija de un diputado de Madrid.

Es un libro que nos habla de detalles de un mundo que desconocemos, retratando la belleza una tierra que pese a todos los problemas que sufre tiene unos amaneceres y unos atardeceres hermosos, porque sí, porque la naturaleza no se deja arrancar por la avaricia; así como la lealtad de algunas gentes nunca se podrá comprar. Cuenta todo esto y mucho más. Es un libro cargado de matices y belleza, de belleza y matices desde el principio al final. Tal vez la confirmación de que cuando el amor puede subirse a un teclado imprime una de las mejores historias que alguien te pueda contar.