Mi regalo para hoy es afortunadamente el mismo de siempre, tener una madre sana, unos hijos sanos y tener la alegría de estar con ellos cuando cumplen años. No quiero más regalo porque no se puede tentar a la suerte.
Conozco madres que hoy esperan su joya de oro, que exigen a sus hijos un buen regalo que les cueste extraer de sus pagas. Yo no quiero nada que a mis hijos les cueste pagar, aunque puede que sea más ambiciosa que madre alguna sobre la tierra. Yo me pido un dibujo que ellos hayan hecho en dos minutos para mí, unas palabras que me pertenezcan a mí, o algo hecho con sus manos para mí, aunque sea una caja de zapatos forrada con papel de regalo donde guardar mis apuntes; y que después de arrugada por los años me cueste tirar. O algo que les cueste sudores como recoger su habitación o portarse bien. O que hoy sean felices, hoy más que ayer solamente porque hoy es mi día.
Pero no quiero nada que les cueste dinero porque el dinero es lo más pobre que hay, es el que marca la diferencia entre quien hoy conducirá un Ferrari por las calles maravillosas de su ciudad o quien hoy se morirá de hambre en el pueblo olvidado por cualquier Dios. Si, se que siempre soy extremista en todo, pero es que lo soy.
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