Es maravilloso. Acabo de abrir el Word y mi hijo me ha dejado la historia de un nieto cubano para que la lea. Mi hijo es investigador político e insiste en que me entere de cómo funciona el mundo, reniega de mi fantasía, él ignora que si no fuese por mi mundo paralelo seguramente ya no respiraría. Leeré lo que me ha dejado, pero más tarde. Y agradezco que con lo mucho que trabaja ahora que ya trabaja, me siga surtiendo de historias pese a todo cuanto odia que escriba. Si me ve aporreando el teclado me manda a planchar la ropa que tengo acumulada o a cocinar, limpiar, lo que se le ofrezca, y además recalca mucho: ese es tu trabajo, cobras por él. A lo que yo le envío a buscar mi nómina porque sé que no la tengo, no cobro ni un duro. Solemos terminar discutiendo; parece que nos encanta discutir y en el fondo lo odiamos.
Ahora diré lo que iba a decir, Los secretos son un grupo musical que en los ochenta me encantaban, y me encantan, pero lo siento: me encanta la voz de Enrique Urquijo y ese aire de eterna melancolía que solo él tenía, ese Déjame que él cantaba como nadie es una de mis canciones preferidas. Su muerte fue y será una pena porque estaba en plena juventud y no deja de ser otra derrota de tantas frente a la droga. Maldita droga.
Hoy quería hablar de los secretos, los secretos de verdad, esos que existen cuando no deberían ni de existir, cuando son una total pérdida de tiempo aunque nadie lo diga. Estamos en la época de las alarmas y deberían llevarla, además de luces y sonido para salir corriendo en cuanto sepa de ellos. No quiero secretos, por favor si tienes uno no me lo vomites encima, o al menos avisa de que vas a soltarme uno y así te diré que te lo guardes, que te lo lleves lejos, que no lo quiero. Eso te diría aun a pesar de ser cargante, no me importa ser cargante y eso es algo que este blog deja bien claro. Y eso, si tienes un secreto aléjalo de mí, o dame tiempo de alejarme como si ya me estuviese yendo. No quiero tu secreto y si vas a contármelo al menos déjame decirte que lo guardaré todo lo que pueda, pero que puedo chafarlo cuando se me olvide que estaba en un rincón blindado de la memoria, porque mi memoria es un trastero donde estoy todo el día buscando precisamente eso, tesoros guardados para rescatarlos aunque ni lo sepa. Tal vez pasen doce años, doce meses y doce días, pero lo sacaré de su encierro entre un montón de cosas a cualquier hora, si me cuentas tu secreto al menos que lo sepas.
Si hay alguien con un secreto parece venir a mí como un imán, todo lo que odiamos se nos echa encima sin que podamos evitarlo, parece ser. Y da igual las advertencias se le haga, lo suelta como yo suelto los sacos de cemento si hacemos obra, los cargo, camino con ellos y en cuanto veo el montón de arena los suelto como si me sobraran.
Hace poco hablaba con una amiga sobre secretos y me sorprendió escuchar que ella sí sabe guardarlos. Yo dudé porque no conozco a nadie que esté segura de haberlos guardado bien, al menos yo no lo estaría porque yo hablo demasiado; y ella habla más que yo, por eso dudé. Ella me dio su palabra de que sabe guardarlos, tal vez esperando que le revelase uno mío, uno que yo no pueda cargar, pero yo tengo mi propio cuidador de secretos que es mi marido, él sí que sabe guardarlos pero no me fío porque si bebe una copa de más se le van regando. Si tengo secretos propios no les hago caso y se me terminan olvidando, a veces tengo la sensación de que todo se me olvida y es verdad, todo se me olvida.
Y es posible que un día en cualquier conversación alguien haga alusión a algo y yo suelte: sí como el día en que …hizo…y se enteró…y la puso de vuelta y media. Quien esté conmigo disimulará, pero le brillarán los ojos, y sus orejas se abrirán como las orejas del lobo de Caperucita, y se estirará hasta mí como si de pronto yo fuese irresistible de veras; entonces lo sabré: ese era un secreto que me habían confiado cuando aún vivíamos en las cavernas y llevábamos un hueso en el pelo. Entonces reiré nerviosa y echaré mano de toda mi fantasía frente al ordenador. Borraré mis palabras, me las tragaré, les vomitaré encima cien palabras más para enterrarlas y solamente lograré dejarlas más al descubierto. Tierra trágame. Otra vez no… por Dios otra vez no. Y resultará que sí, no hay nada que guste más que un secreto a todo el mundo menos a mí, y no es por llevar la contraria o por ser especial, es que soy lo contrario a la gente normal: no soy normal; ser normal es demasiado normal para mi alma errante.
Y no sé guardar un secreto. Porque para guardar adecuadamente un secreto hay que tener una muy buena memoria, y yo tengo memoria de pez fuera del agua. Ya lo sabes, si tienes uno huye de mí o cómprate una alarma para que pueda irme a tiempo de no escucharlo, aunque sea de mi propia casa: te la cedo entera, quédatela. Yo inventaré que tengo cita con el dentista para sacarme todas las muelas de un tajo, y tal vez lo preferiría de veras a escuchar un secreto más. Me niego.
Los secretos son una paradoja, cuando álguien los cuenta, dejan de serlo y pasan al dominio público.
ResponderEliminarPor mi trabajo, he aprendido a concocér asuntos y archivarlos en algún rincon de la memoria donde quedan guardados.
Aplico lo mismo a los chismorreos sobre la gente de mi entorno, si conocér algo no me és de particulár utilidád, lo "archivo" definitivamente. Bastante tengo con vivír mi propia vida como para entrometerme en la de los demás. El sér humano está compuesto de grandezas y miserias en diferentes proporciones según el caso. Y con el tiempo se aprende a sér indulgente con las debilidades ajenas, sobre todo cuando se és consciente de las propias.
Hay un viejo "blues" de Eric Clápton que siempre me ha encantado, sú estribillo traducido es " Antes de acusarme, echate un vistazo a tí mismo".
Un secreto es algo que te cuenta alguien que tiene tanta confianza en ti como en sí mismo. Al menos yo lo veo así y el hecho de que sin quererlo lo revele me pone de muy mal humor, porque estoy fallando mi propio concepto del honor.
ResponderEliminarEse estribillo es muy bueno por cierto.