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martes, 4 de mayo de 2010

El viaje a la semilla




Es un libro apasionante en el que Gabriel García Márquez cuenta que su abuela le amenazaba en las noches con los fantasmas de sus recientes muertos, de modo que o se estaba quieto o ellos vendrían. Desde los siete años de edad ese miedo es una constante. Cuenta que en cambio su abuelo era un ser apacible marcado por una guerra, que lo acompañaba al circo, al cine o a cualquier lugar digno de verse; fue la persona más entrañable de su vida. Conoció a su madre a los siete años y a su padre a los diez, fue criado por sus abuelos y una tía tipo coronela.

Desde los siete u ocho años le fascinó la lectura de Las mil y una noches. Era frecuente verlo sentado leyendo a la sombra bajo un calor de 40º. Así comienza a entrarle el sarampión literario, una vocación que su padre no aceptará. Cursa derecho en la universidad pero se queda a las puertas del título por unos exámenes superiores que nunca recuperará.

Trabaja en varios periódicos y a penas consigue subsistir pese a publicar algunos libros y colaborar en revistas y periódicos. Se casa con Mercedes, que mientras escribe Cien años de soledad enfrenta todos los problemas de la casa, especialmente los económicos llegando a empeñar las joyas para lograr comer en esos 18 meses.

Odia la fama y su soledad. Es un gran tímido con la incurable sensación de estar de sobra en alguna parte. En ocasiones pierde la esperanza de estar haciendo algo útil con cada nueva novela, pero ha de volver a escribir porque le brota la escritura como un manantial incontenible.

Para enviar Cien años de soledad a la editorial empeñan lo último que les queda en la casa, el secador y la batidora de los niños, a lo que su mujer comenta A ver si va a ser mala la novela.

Este es un resumen rápido de una biografía apasionante para quienes compartimos su afición a la palabra escrita, en lo personal decir que fue muy gratificante para mí leer este libro porque me dejó claras muchas acerca del camino escribir publicar. Y decir que comparto con él esa incurable sensación de estar de sobra en alguna parte. Y esa necesidad de hacer mi propio viaje a la semilla desde hace años, algo a lo que me niego porque no se hasta que punto mis recuerdos me pertenecen solo a mí, o que tendría de bueno para los demás el hecho de yo me sumerja en ese pasado para ponerlo por escrito.

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