En estos días, 28 niños europeos perdían la vida cuando volvían de una excursión escolar en la nieve. Fueron tremendas las imágenes de esos féretros blancos, que contenían dentro quizá lo más preciado de cualquier pueblo: la inocencia de un niño a quien se le supone una larga vida por delante. Y dentro de un mismo féretro tanto silencio significativo de un fin, que debiera de haber sido tan solo un principio: el principio de una vida por vivir.
El despliegue de todas las autoridades habidas y por haber. La blancura de esas flores blancas. Las lágrimas y la impotencia de familiares y amigos e incluso desconocidos; en la cercanía y la lejanía que alcanza cualquier imagen de televisión, que entra en nuestra casa a través de una pantalla de televisión y nos habla directamente de un dolor que es uno con el mundo. Fue quizá lo único "positivo" que se pueda contar. Que los niños perdieron la vida y que nadie se quedó indiferente, que se nos contagió todo ese dolor de 28 niños que perdieron la vida cuando volvían de unos días en la nieve. Los féretros blancos representaban el silencio eterno que sucedió a tantos días de risas y maravillas descubiertas a su alrededor. Después de tanto compartir entre amigos y tanto echar de menos a los suyos, pues lo uno y lo otro van siempre conjuntos. Fue imposible no sentir el dolor y la impotencia de esos padres que esperaban por sus abrazos a la vuelta, y que ya nunca encontrarán el calor de sus brazos, para arroparse en el mayor milagro que haya inventado la vida para premiar el amor: su fruto vivo.
Pues bien, mientras miraba esos féretros blancos, el poco tiempo que pude soportar esa imagen -porque he de tener mucho cuidado con lo que una imagen es capaz de horadar en mí-, sentí el consuelo de que todos los presentes estuviesen ahí, para dar cuenta de una tragedia inconmensurable, la que se da cuando la vida de un niño encuentra su fin, sea como sea y donde sea. Y sin embargo es tanta la diferencia entre las muertes de los niños como distintas sus causas.
Pensé entonces en todos los niños muertos en las guerras. Que mueren por la estupidez de las gentes que no han sabido buscar otra fórmula distinta para llegar a un acuerdo. En la soledad que acompaña a familiares y amigos, que no encuentran eco que se haga cargo de la crueldad con que han perdido su vida; por una fatalidad que alguien sí pudo evitar. Me pregunté entonces hasta donde llegaría la línea de féretros blancos que darían cuenta de la ignominia mayor de cualquier mandatario que dicta una guerra. Y sé que daría una vuelta entera al mundo, y le sobrarían bastantes vueltas más a través de la historia del hombre, que no aprendió aún a dialogar. Todos los féretros, que incluso algunos no tuvieron, me dolieron lo mismo.
Siempre digo que para mí la escritura actúa como magia. Quizá nadie me crea, pero es así.
ResponderEliminarPubliqué esta entrada y me puse a mis tareas en casa. Encendí la radio y después de pasar de emisora en emisora me quedé en una donde escuché coherencia. Después de escuchar tomé unas notas, interesada en ese fotógrafo que hablaba de su trabajo, expuesto estos días en Madrid.
La verdad habla por sí sola. Impactante.
http://www.google.es/search?um=1&hl=es&biw=1280&bih=709&tbm=isch&sa=1&q=gervasio+sanchez&btnG=
Creo que el enlace se pierde y no funciona, da lo mismo. Si quieren verlo vayan a imágenes de google y escriban Gervasio Sánchez.
ResponderEliminarDespués reflexionen en silencio sobre las guerras.
Begoña, he visto algunas fotos...
EliminarMe ha removido, la verdad...cuando encuentre fuerzas le haré una entrada en mi blog.
Impresionantes!
Gracias por compartir.
;)
Pulgacroft, compartir es el único objeto de este blog. Para que otros se hagan eco y hagan llegar más lejos la voz. La voz de quienes no queremos quedarnos callados ante el horror, del tipo que sea. Los que queremos construir otro tipo de nación.
EliminarQuienes pensamos lo mismo que Séneca: "Mi nacimiento no me vincula a un único rincón, el mundo entero es mi patria".
duelen las cajas de madera de un conocido, la de un cantante que nos gustaba, la de un deportista, etc, como no nos van a doler las muertes innecesarias que las guerras de ambición exparcen por todos lados,
ResponderEliminarsi, el problema mayor ahora, es que logren acostumbrarnos y algún día seamos indiferentes
muy buena entrada, saludos
Mientras tú estabas escribiendo sobre los féretros blancos de Suiza, un asesino en Toulouse había cogido su arma, se dirigió al colegio y acabó con la vida de tres niños. Tres cualesquiera, seguro que no los eligió, seguro que los eligió el azar de haber salido antes o después del aula, de haber salido o no al servicio, de haberse detenido o no a atarse los cordones de los zapatos.
ResponderEliminar¿No es insoportable?
Creo que tendréis que acostumbraros a que después de escribir ciertas entradas se me desgarre la carne, y a que necesite reponerme antes de volver por aquí. Esta fue de esas. Sé que hubo al menos cuatro adultos muertos, y no sé si a estas horas algún niño más. No he tenido fuerza para buscar la noticia. Y como todo en esta vida, para diarios y telediarios ya "pasó de moda" -con todas las disculpas a estas palabras, a veces tan verdaderas-. Porque desgraciadamente otras han llamado la atención.
ResponderEliminarEs por eso que días de lluvia quiere quedarse con todo lo positivo que encuentra a su paso. Para tragarse todo lo malo que sucede mientras busca a su paso todo lo bueno que puede necesitar.
Omar, muy buen comentario el tuyo también. Gracias por asomarte y dejarlo.
Miguel, es cierto que es insoportable. Madre Teresa de Calcuta dejó frases hermosas entre ella esta: "No te alejes de una persona sin haberla hecho más feliz". Desgraciadamente en el mundo hay unos cuantos que se dedican a justo lo contrario. ¡Cuánto dolor insoportable que se podría evitar!
Lo mismo, gracias por asomarte y dejar tus palabras. Aunque nadie se lo crea, como dueña del blog, necesito otras voces para saber que no estoy loca. Que mi realidad coincide con muchas realidades.
Además de todas las muertes visibles, están esas otras, las del abandono, las del desamparo... Terribles por ser tan invisibles. Esta noticia me afecto tanto como a vosotros,sin duda. El drama se impone, y nos devuelve nuestra humanidad, nos saca de "Los guiones que vivimos" como dice el conocido libro de psicología transaccional, pero también me tocó especialmente porque tenía mucho parecido con lo que sucede en una novela que escribí hace años y que ahora está en Amazon: El pantano. Desde luego, quien ha vivido algún accidente de carretera, sabe de qué van estas cosas. Lo terribles que son. El tiempo que se te queda ese ruido del metal del vehículo golpeándose. O el que tardas en volver a la carretera con una mínima sensación de seguridad para apretar el acelerador.
ResponderEliminarPilar, "Además de todas las muertes visibles, están esas otras, las del abandono, las del desamparo... Terribles por ser tan invisibles."...uffff qué gran verdad por diossss!
EliminarPilar, a veces la vida nos recuerda que en cualquier instante puede tocar a su fin, y es terrible saberlo. Que un instante podemos dejarlo todo aquí. Por eso es tan importante no perder el tiempo.
ResponderEliminarPulgacroft, además de muchas otras cosas Pilar es psicóloga. Un lujo que de vez en cuando se asome por aquí.
Saludos