Y entonces volví a pensar hasta que punto pueden romper los mayores los sueños de los niños. Hasta que punto nunca os dejamos crecer, esperando que os mezcleis con mucha gente, que vayais y vengais de muchos sitios diferentes sin que nadie os ate tan pronto. Y qué clase de criterio decide lo que es peor o mejor. En todo eso pensaba mientras con mi paraguas te tapaba mojandome yo la espalda, mientras con su paraguas la tapaba mojandose él a su vez. Y toda esa distancia que ahora no nos permite apenas saludarnos por no acuchillarnos por dentro, por toda la hermosura que hubo una vez. Fue entonces que volví a preguntarme ¿como es capaz de morirse un amor así? ¿Acaso se muere alguna vez? y volví a preguntarme de nuevo ¿hasta que punto yo lo maté?
Son todas esas las preguntas que nunca sabré responder. Solo sé decirte que junto a ella, abrigado bajo un paraguas no dejaba de mirarte una y otra vez. Y no te lo dije, y no te lo diré, pero vine a casa con la sensación que tantas veces tuve, que los hijos nos crecen sin avisarnos y nos pillan con el pie cambiado, y nos cambian los planes que tuvimos sobre su futuro. Como siempre me quedé preguntándome porque me costó tanto verte acompañada como me cuesta ahora verte sola. Por qué me costó tanto verte atada como me cuesta hora verte suelta, y vuelvo a decirme que fue por esa obsesión que él tenía de ser tu guardaespaldas, de planificarte la vida, de reclamarte a su lado a todas horas, de espiarte, de casi no darte libertad de elección. Y vuelvo a preguntarme si acaso no es así todo amor y no tengo respuesta. Solo sé que yo quise que vieras el mundo con tus propios ojos despiertos e ilusionados mirando hacia todos lados, y no solo el punto fijo de esos ojos que se te ponían delante para no dejarte ver. Y no te lo dije, cielo, pero pero mil veces en un día me pregunto si acaso me equivoqué.
La escena es intensa. Y dura. Las dos espaldas mojadas nos hacen ver que en casi toda historia hay partes que acaban fuera, en la intemperie. Pero así son las cosas: no hay paraguas para tantos sentimientos...
ResponderEliminarMiguel, me gusta mucho tu enfoque.
ResponderEliminarGracias por dejarlo
Uno nunca sabe si hace las cosas bien o no. Y más cuando se es madre o padre. Si son errores o no es algo que está ahí y que no sabremos a ciencia cierta, lo que si se sabe es que se hizo desde el cariño.
ResponderEliminarLos amores cuando son de verdad, no mueren de forma rápida, siguen perdurando en el tiempo. Y es el tiempo el que acaba poniéndolo todo en su sitio.
Si dos personas tienen que estar juntas porque el destino asi lo quiere, dan igual las barreras acabarán juntas de nuevo. Así que no te atormentes.
Lo que tenga que ser será.
Mientras las cosas se hagan desde el corazón, el tiempo curará, aunque mientras tanto el agua nos moje la espalda y nos congele.
Muchos besos y abrazos Begoña!!
Aprendemos el camino a medida que lo hacemos. No existe otra fórmula. Para bien y para mal.
ResponderEliminarBesos
No podemos mirar al pasado y autorecriminarnos porque entonces éramos otros y los tiempos también lo eran.
ResponderEliminarToro, leí una frase en un blog que no ponía autoría: No te preocupes por las personas de tu pasado, hay una razón para que no estén en tu futuro.
ResponderEliminarEs cierto que siempre hay una razón y se sabe cual es. Pero uno se pregunta ¿Y si?, que decía Stephen King que es la conjunción que comienza todo relato. Alejandro Sanz lo contaba en otra canción: ¿Y si fuera ella?
Para toda pregunta el tiempo tiene su respuesta.
Saludos