Powered By Blogger

lunes, 2 de agosto de 2010

Un final feliz




Es raro, lo reconozco, pero la cosa funciona así, el trabajo se acumula y de pronto tener blog pierde sentido. Pasa a ser exactamente lo mismo que tener montones de papeles encuadernados en una caja del desván. La vida real es tan apasionante que escribir pasa a un segundo plano, leer se puede leer muy poquíto en los últimos días, si tu hija está leyendo el mismo libro que tú Verde agua, tú no pasas de la página 16 y ella lleva 60, vamos mal, pero es lo que hay. Todo lo que puedes esperar es que sea un libro adecuado, tal como parece para su edad, sin nada inconveniente. Y si lo encuentra que lo deje, porque peor que la tele de ahora es que ya no hay nada, y el libro es una maravilla, la verdad.

Estuve preparando algunas entradas en estos días, y mira por donde de todo lo que preparo no expongo nada. Soy más rara que un perro verde. En todo encuentro que me "regalo" de un modo absurdo, que quedo demasiado expuesta, algo que como se sabe es del todo innecesario. Y es que tengo este humor, soy lo más imprevisible e insoportable que vi en mi vida. Es lo que me pasa cuando un nuevo tema ha ocupado mi cabeza, y estoy "sin haberlo planeado" escribiendo sobre la tercera edad. Hasta tal punto imbuída que me olvido del aceite que pongo a calentar, de aquello que había decidido tener limpio para esta hora, de pedir cita al dentista, y ando como de prestado escribiendo grandes textos en mi cabeza todo el tiempo, que luego no se plasman en el teclado del modo en que quiero. Vamos que estoy espesa, ¡qué novedad!

Asomo un ratito para anunciar algo que me aplasta. Y es la droga que pulula en las fiestas de pueblo a la que asiste más juventud. Ese olor que sale de la parte trasera de todos los chiringuitos perfectamente alineados, el olor del porrazo que algunos se empeñan en darse, y lo sangrante de que sea además a una edad tan temprana que cuesta asimilar. En eso estuve este fin de semana, detrás de un grupito adolescente pero desde muyy lejos, hay casos en los que a uno solo le queda confiar y mirar al cielo y pedir que Dios nos pille confesados. Porque tenían razón y eso que yo me quejaba y mucho, los niños de trece años están muy adelantados y no pueden pillarnos con el pie cambiado, si lo sabré yo. Me hago anciana a pasos agigantados, y no me quejo, si tus hijos te hacen darte cuenta de lo vieja que eres es que están ahí; cuando conoces a padres que han perdido a los suyos y les ves a menudo sabes que estás de suerte. Puedes verlo escrito en sus ojos cuando te miran, y aunque ni lo digan es el dolor más grande en un solo cuerpo se pueda albergar. No te quejes de nada en su presencia, sé prudente, porque ellos saben que mientras tus hijos estén estás de suerte, dedícate únicamente a disfrutar; solo importa el aquí y el ahora.

Y eso, que estoy un poco aplastada por la mucha droga que anda suelta por el mundo, y por el mucho miedo. Desde que tengo hijos entiendo mucho más a mis padres y entiendo la mucha suerte que tuve ya desde antes de nacer. Desde que tengo hijos sé que mi mejor libro ya está escrito, son páginas que cada día se van escribiendo solas, y las únicas para las que pido un final feliz.

3 comentarios:

  1. Estra aplastado es un estado natural, yo convivo con mi aplastamiento..

    ResponderEliminar
  2. Hola, Begoña... Preciosa y entrañable entrada. Filosófica, de esas que tienen miga, vamos. Lo cierto es que yo también empiezo a pensar y mucho en el paso del tiempo, va por rachas. Pero te entiendo perfectamente, es algo incontrolable que se cuela sin avisar y te horada la cabecita como un preso que intenta fugarse por las noches.
    En fin, amiga, vivamos y disfrutemos y demos gracias al Cielo por lo que tenemos por delante y por lo que tuvimos y retuvimos en nuestra memoria.
    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Tengo una tarea pendiente, aprender a vivir solo en presente. Pero llevo toda la vida acumulando pasado, o anticipándome a lo que le pido al futuro para atajar camino. Así he conseguido todo lo que tengo, teniendo muy claras las prioridades. Porque no nos engañemos para conseguir unas cosas se ha de renunciar a otras. Y no solo económicamente.
    Poner música ahuyenta todos los males, Alejandro Fernández sonando en el mp3 y una caminata de 3 km a marcha forzada es el remedio más rápido que me he encontrado hasta ahora. Infalible.
    Saludos

    ResponderEliminar

Tu lees desde la invisibilidad y puedes aportar algo a este lugar, para ello existe