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domingo, 15 de agosto de 2010

De nuevo las baldosas





Hace unos días, no recuerdo cuantos, la verdad, me quejaba de unas baldosas que faltaban en una larga acera de tres kilómetros de longitud que comunica una pequeña villa marinera con la aldea. En esta acera un hombre en silla de ruedas permanecía estático en espera de que alguien le socorriera para seguir avanzando los restantes dos kilómetros y medio. Algo totalmente imposible, ya que de todas formas había tramos que impedirían ese avance incluso contando con mucha ayuda y mucho buen talante.
Pues era algo que se me había quedado pendiente, hablar con el alcalde y transmitirle de modo directo la frustración que el hombre de la silla de ruedas y yo sentimos en el momento en que nuestras miradas se cruzaron. A través de la ventanilla del coche en que yo viajaba. Fue una escena que nunca podré olvidar, porque a menudo olvidamos lo difícil que puede ser para otros lo que a nosotros nos resulta tan sencillo.
Y en honor a la verdad he de decir que esta mañana y sin saber cómo fue, todas las baldosas estaban puestas en su lugar pertinente. Todas y cada una de las que faltaban desde hacía ya muchos meses. De modo que ya no tendré que esperar a que las ilustres personas que acompañan siempre al señor alcalde me dejen un hueco para hablarle de tú a tú. Y me alegro por ello porque a menudo me ha costado contenerme. Y arrancarme también, soy dual para todo.
Me alegro de que al fin se haya arreglado, porque me gusta la justicia en todas sus formas, y también la sencillez. Lo más simple puede conseguir hacerme muy feliz, feliz de veras. Por eso tenía que decirlo.

4 comentarios:

  1. Hola Begoña. Ya tienes otra seguidora: de tu blog y de lo que escribes. Esta entrada me gusta. Yo tampoco me callo ante lo que no veo normal...a veces:-)
    Un beso desde Murcia

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  2. Hola Begoña,recien lei tu comentario en el blog de Sergio y estoy sorprendida que no tengas más comentarios sobre tus entradas, porque tu blog esta muy bien, asique desde ahora soy una más de tus seguidoras.

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  3. Pues ya estamos aquí! ¡Hala, para que no se diga! Pues creo que esa reflexión que haces en esta entrada es tan tierna como triste. Creo que esa acera de dos kilómetros y medio es como una alegoría de la vida para muchas personas en silla de ruedas: un largo camino lleno de baldosas rotas.
    Un abrazo, Begoña y felicidades por el blog.
    Besos.

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  4. Siempre que intento dar una sorpresa me la acabo llevando. Es una ley no escrita del universo, quizá, siempre presto a sorprenderme.
    Y siempre que se suma un seguidor me atraganto, es la verdad, y me pregunto si él tendrá blog también para poder seguirlo también.

    El alma impresa ya me ha dado muy buenas sorpresas por cierto.
    Saludos

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