Desde que comenzaste a caminar nuestras sombras iban juntas a todos lados, extendiéndose a medida que caminábamos como si fuesen una sola, una minúscula y otra gigantesca en los cálidos veranos, siempre bien visibles. Mi sombra jamás te molestó, pero ya empieza a incomodarte, aunque no tanto como a otros les pueda incomodar, que al teléfono preguntan recelosos ¿está tu madre contigo? Por respuesta un seco sí. Es entonces cuando te miro y sonrío, y desaparezco cerrando la puerta tras de mí y me vuelvo a preguntar ¿cómo se deja definitivamente de ser tu sombra?
Es bonito tu escrito y una triste realidad. Llega un momento que no somos necararios hasta que lo somos de nuevo.
ResponderEliminarUn beso de madre sin sombra
Creo que se abre una etapa llena de entradas semejantes, espero que no, aunque me conozco.
ResponderEliminarQue sepas que ese beso de madre sin sombra me ha dicho mucho más de lo que pudiesen decirme mil palabras.
Creo que celebraré las sombras acompañadas que me queden como jamás celebraría la lotería a partir de ya.
Besos