Eran las dos de la madrugada de un día que comenzó tan soleado como si el mismo sol quisiera estar presente, frente al ayuntamiento, en el que Julián esperaba a la chica que sería su mujer en adelante. Estaba radiante y nervioso, más guapo que nunca, quizá también más solo de lo que nunca estuvo, con todos los objetivos retratando ese momento. Llegó la novia y fue a abrir la puerta del coche conteniendo el aliento, en el momento en que ella salió y se colocó el vestido, verificó que las flores del ramo estaban en su sitio, y localizó a sus padres con la mirada, tuvo que darle el primer beso, para no estallar de felicidad; fue su forma de decirle sin palabras lo mucho que la echó en falta desde la tarde anterior.
Quince horas más tarde, en el restaurante que eligieron para el banquete, se despedían de todos con un baile y una canción. Todos los objetivos recogieron ese momento en que una letra es capaz de decirlo todo y se contagia esa magia inconfundible que lleva el amor.
Estar contigo
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