El éxito es un cóctel cuya composición exacta nunca tendremos. Lo mismo que la experiencia personal, que uno puede aplicar a su vida literaria como exorcismo, para extraer algunas enseñanzas más en beneficio propio que de un todo común.
En ocasiones el escritor pone una mecha que el público enciende y de pronto explosiona. La reverberación de este hecho también escapa a todo control. Esa es la magia de la escritura.
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