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martes, 24 de mayo de 2011

Verbo sustituir

Eloísa llevaba meses deprimida y sin entender nada, casi enfadada de que su hija hubiese despedido de su vida y casi sin avisar a su enamorado, que andaba como alma errante a la espera de arreglarlo todo. Artemisa dijo desde el primer momento que de eso ni hablar, que no pensaba soportarlo un minuto más y que todo estaba zanjado sin posibilidad de volver atrás, de eso ni pensarlo. Ezequiel andaba tan apagado como una estrella que se ha quedado sin luz, y cuando se encontraba a Eloísa se las arreglaba para indagar acerca de Artemisa, que seguía empeñada en lo mismo. Si acaso hablaban se encontraban la misma tristeza frente a frente, y ninguno de ellos sabía bien qué decir, Eloísa trataba de que no se le filtrara la verdad, al tiempo en que intentaba no añadir más dolor al dolor de un muchacho que siempre se había portado fenomenal. Aún no había encontrado la manera de reponerse al dolor de ver que algo tan grande como lo suyo se vino abajo y se quedo en nada...en nada por parte de Artemisa. Ezequiel había sumado aún más fuerza y vigor a todo lo pasado, por eso estaba tan falto de respiro y tan sumergido en el dolor. Parecía por completo desconocido.

Hasta que una tarde de sol y en compañía de amigos, Eloísa lo encontró besando a un nuevo amor. Esa tarde sonrió y pudo olvidar el enorme dolor de su corazón. Pudo aceptar al fin que su hija habiéndole abandonado estuviese tan feliz; y pudo aceptarlo porque la felicidad de ambos era idéntica. La única diferencia era que Artemisa disfrutaba enormemente su soledad, y Ezequiel su recién comenzada compañía.

2 comentarios:

  1. A veces nos sentimos morir, y sentirnos muertos nos ayuda a distinguir la verdadera felicidad, cuando nos regresa de nuevo.

    Unas puertas se abren y otras se cierran.

    Mientras las puertas se sigan abriendo, siempre habrá algo por lo que brindar!!

    Lo mismo sucede con los sueños...

    Un abrazo muy grande, gracias por tus palabras Begoña!

    Rebeca.

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  2. Eloísa como toda mujer de cierta edad ya sabe lo que duele ver derrumbarse los sueños de sus retoños. Es ley de vida.
    Saludos

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