Un blog donde la tristeza y el buen humor caminan de la mano. Donde los límites entre fantasía y realidad se entremezclan hasta conformar un solo presente.
viernes, 31 de diciembre de 2010
Nochevieja
jueves, 30 de diciembre de 2010
Finaliza el año
miércoles, 29 de diciembre de 2010
Quiero ser feliz siendo yo misma
lunes, 27 de diciembre de 2010
Una lágrima en el corazón
viernes, 24 de diciembre de 2010
Un deseo
jueves, 23 de diciembre de 2010
Se rebajan las penas
miércoles, 22 de diciembre de 2010
No existe el adiós
Tal vez por eso escribimos, para darles la vida que aún se merecen, para dejarles latir aunque sea en papel, para hacerlos nuestros de otra manera.
Fumar mata...
martes, 21 de diciembre de 2010
lunes, 20 de diciembre de 2010
Un grito sordo
viernes, 17 de diciembre de 2010
Lo que la ciencia no cambia
Frank estaba en su habitación, como todo el tiempo, mirando por la ventana, tan aburrido que el día no le terminaba de pasar. Llevaba diez años estancado en su accidente de moto girando una y otra vez sobre la misma tragedia para la que ya no existía remedio alguno.
A esa misma hora José Roberto estaba en una universidad, intentando convencer a los alumnos de veintitantos años de que cuando estuviesen subidos a cualquier medio de locomoción no había prisa alguna. Ellos abucheaban casi todo el tiempo o le llevaban la contraria, pero él no perdía la calma, porque había llegado para cumplir un objetivo, convencerlos uno por uno, sin importarle en qué modo, de que en cualquier desplazamiento por carretera lo importante de veras era llegar intacto a destino. Y que cualquier tiempo perdido en el camino se puede recuperar.
Frank había pasado esos diez años sumido en sí mismo. José Roberto volcado en los demás. Al uno el tiempo se le había hecho eterno, mientras al otro no le daban los días para todo cuanto intentaba lograr. Uno venía de una familia adinerada, el otro de una familia campesina que apenas si ganaba para comer de aquello que cosechaba. Uno tuvo un accidente de moto intentando demostrar a los demás lo bueno que era. El otro un accidente de tractor intentando arar una tierra escarpada y montuna para dar lugar a nuevas siembras y nuevos ingresos. Quería que su hermana pequeña, el talento brillante de la casa accediera a la universidad, y ese sería su único medio.
Frank esperaba con ansia el aparato electrónico que le permitiría volver a caminar, estaba inactivo y anhelante esperando el milagro de verlo entrar en casa de manos del fisioterapeuta. José Roberto esperaba por su hermana pequeña que iría a buscarlo al término de la charla, y empujaría su silla de ruedas de vuelta al hogar. Había encontrado trabajo como costurera, y las novedades la mantenían entusiasmada a rabiar, se pasaba los días completos contándole como su modista se las iba arreglando para lograr de veinte metros de tela lineal, un vestido de novia ceñido, con sus mangas y todo, su pedrería fina y sus botones de nácar. Ponía una voz tan fina para contarlo que no se cansaba de escuchar.
Entre Frank y José Roberto había muchas diferencias, pero entre todas ellas estaba la mayor. Que José Roberto jamás alcanzaría a conseguir lo único que podría hacer realidad su sueño. Un crédito de 50.000 euros. El dinero que a Frank le había costado su robot, ese con el que caminaría de nuevo.
jueves, 16 de diciembre de 2010
De un blog a otro
miércoles, 15 de diciembre de 2010
Incógnitas
martes, 14 de diciembre de 2010
¡¡¡¡¡Felicidades!!!!!
Palabras que cortan o sangran
No es tan raro que la sepa encontrar,
Así al vuelo, como si de una pluma de ave se tratara
Que llegada con el viento entrara en casa
Y sacudiera tus cimientos porque sin casi advertirla
Se te hubiese colado por algún resquicio inusitado de tu cuerpo
Y te dejase mudo al contemplar su delicadeza.
Te lo he dicho mil veces, y no lo tienes en cuenta,
Todas, todas las horas de mi vida busco y encuentro
La palabra perfecta, aquella que mejor define lo que siento.
De ese modo si me enfado puedo ser un huracán diestro y certero,
¿Por qué nunca me escuchas cuando hablo?
¿Por qué no me oyes cuando te lo advierto?
Me siento presa de cada sentimiento, incluso si desespero,
Y busco silencio en el mar, en el asfalto, incluso en el cielo
Mientras brotan las palabras que he de vestir
Con los mantos bordados de nieve y hielo,
De fuego, de arena, de campos yermos
Para regresar de nuevo y ser solo yo
y en tus ojos verde campo verme de nuevo.
lunes, 13 de diciembre de 2010
Miedo escénico
RECIBE MI ABRAZO

domingo, 12 de diciembre de 2010
sábado, 11 de diciembre de 2010
Las palabras de un maestro
viernes, 10 de diciembre de 2010
Cuando digo tu nombre
Frase
jueves, 9 de diciembre de 2010
A vueltas con el desamor
miércoles, 8 de diciembre de 2010
El lugar de los sueños
martes, 7 de diciembre de 2010
El respiro quieto
domingo, 5 de diciembre de 2010
Dudas
sábado, 4 de diciembre de 2010
Sí podrás
Frase
viernes, 3 de diciembre de 2010
Llegar a un lugar
jueves, 2 de diciembre de 2010
El valor de la palabra
La palabra escrita, la hablada, interpretada, la palabra soñada, la esperada, la adecuada, la palabra exacta, la abstracta, la mejorada. Todas las palabras, las leídas, las escuchadas, las que dijimos, las que permanecieron cuando sus artesanos fallecieron. Todas, todas las palabras resultaron inútiles cuando no pudieron detener una muerte, una batalla, el hambre de un solo niño, el dolor de una enfermedad, una guerra cruenta…
Y todas se me antojan inútiles cuando se habla de comenzar una guerra más… ¿Comenzar una guerra más?
Las oigo y las leo, y me parecen inútiles aún, si no pueden detener más muerte, más batallas, más hambre, más dolor, más enfermedad, más guerras cruentas.
Quien ama la palabra escrita, la dicha, la interpretada, la palabra empeñada en un compromiso serio no entiende nada. Sólo sabe que la mejor batalla de todas es aquella en la que se dicen y se oyen las palabras, porque sabe que las palabras sabias llegan a un buen acuerdo; si el silbido de los disparos no las acallan. Allá donde reine la inteligencia con una palabra basta.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Lo mejor que hoy leeré
lunes, 29 de noviembre de 2010
Hoy como ayer
Nueva propuesta de ley
sábado, 27 de noviembre de 2010
El sonido de un móvil, y tu voz de terciopelo
Alberto llevaba tiempo deprimido porque su pequeña empresa iba de mal en peor y no quería despedir a ningún trabajador. Llevaba toda la mañana dando vueltas con su camión de empresa intentando recaudar una mínima parte del dinero que aún le debían. Eso de ir de casa en casa reclamando aquel dinero que sabía de antemano que no podría cobrar le irritaba sobremanera, pero era todo cuanto podía hacer para poder capear el temporal ese mes funesto y esperar que las cosas comenzasen a cambiar.
Pese a los muchos años que llevaba al mando de Sinop jamás se había sentido peor, estaba realmente desesperado y apurar los pagos que había prometido aceptar como viniesen le revolvía el estómago hasta el punto de sentirlo incrustado en su espalda. Para colmo de males llevaba toda la mañana lloviendo fuertemente y hacía un frío de congelador, con lo que no tardaron en caer los primeros copos de nieve. Se apuró en bajar el puerto antes de que la cosa agravase, y zanjó todos los hogares que quedaban por visitar, no sabía como se las arreglaría, pero algo ingeniaría y mientras conducía sentía el tictac del corazón en el centro de su cabeza, primero débilmente, después más fuerte cada vez. Era el cúmulo de estrés de las últimas semanas que hacía acto de presencia sin avisar, después le atenazaría el cuello y se iría extendiendo por los hombros hasta dejarle la espalda tan rígida como una tabla de planchar. Sin pensarlo dos veces se detuvo en una cafetería para tomarse una tila bien cargada.
Se escuchaba de fondo un cántico extraño que no tardó en descifrar, era el de los niños de San Ildefonso cantando la lotería de navidad.
- ¿Ha salido el gordo?_ preguntó más que nada por intentar distraerse con un poco de conversación.
- Es el único que queda por salir, veremos donde cae este año_ le respondió el camarero antes de perderse un buen rato en la cocina.
Un estrépito capaz de tirar los tabiques abajo anunció que el gordo acababa de salir. El número llenó la pantalla unos instantes y parpadeó dentro de su cabeza, agotada por completo de pensar. Le pagó al camarero y regresó al camión. Apenas había arrancado cuando sonó su teléfono móvil con insistencia, era su mujer, y la verdad que no sabría cómo decirle lo que le debía decir.
- Dime_ le dijo sin entusiasmo.
- ¿Sabes en qué podríamos invertir 30.000 euros?
- Sí, se me ocurrirían unas cuantas cosas, la verdad_ hubo una esperanza lejana que cosquilleó en su pecho- ¿a que viene esa pregunta?
- Es justo el dinero que nos acaba de tocar.
Alberto observó el lugar inhóspito en que se encontraba. Rodeado de bosque, en un mediodía en que comenzaba a oscurecer, los copos de nieve cayendo cada vez con más fuerza, los coches circulando despacio y dejando huellas de neumáticos tras de sí. Puso el manos libres y la voz aterciopelada de su esposa siguió hablando y hablando mientras bajaba el puerto y regresaba a casa. Mientras recuperaba la calma que tanto tiempo le había faltado y pensaba en llegar a casa y encontrarse con ella nuevamente, lejos de los agobios. Nada deseaba más.