Al leer esta entrada debo agradecer que nunca me sucedió, que en mi tiempo de escuela no podía estarme quieta ni parar de hablar y reír, porque yo iba a la escuela no a aprender -mea culpa- sino a relacionarme con los demás, a hacer de ese tiempo un tiempo de conocer historias, situaciones y aprender, no de la vida que se estudia en los libros, sino de la vida que sucede a tiempo real.
Cuando llegaban los suspensos tampoco me sentía víctima, ni de mí misma, porque mi padre, que era el de los sermones, me miraba muy de frente y me decía: intenta que esto cambie porque aunque creas que esto influye sobre mi vida, te equivocas, yo ya hice la mía, así que deberías intentar que la tuya sea mucho mejor. Y no te lo digo por mi bien, sino por el tuyo.
Otros niños no tuvieron tanta suerte
Dejo aquí una frase que mi vecina decía a sus hijos cuando salían de casa: Si queréis que os respeten, haceros respetar.
ResponderEliminarCreo que es un buen consejo de madre ;)