Duermen los ayeres
en su mañana azul
que no entendía de pena,
van y vienen desde su
cuna de recuerdos
una y otra vez.
Es como si supieran
el camino de regreso
a casa. Y no olvidaran
que una vez fueron
absoluta realidad
en un mundo completo.
A veces pasean sombras
repentinas por la casa
y me estremezco
solo de pensar
que pudieras regresar
desde donde estás
por un momento
para escuchar mis
pensamientos
y para decirte
que sigo sin creer
en la muerte
porque pese
a la lápida fría,
que te ubica
en un cementerio
de cuando en cuando
una sombra cruza la casa
y te siento aquí.
Entonces sabes que te hablo
por si pudieras oírme,
por si pudieras recorrer
toda la distancia
de tantos años callados
y sabes que no te doy
mis penas; sino mis alegrías
de por un momento
sentirte aquí.
Como si el tiempo
no hubiese podido
arrancarte, pese a todo,
como si un solo pensamiento
sirviera para cruzar
todas las distancias
de océanos y vientos
en torno a una muerte
imposible al fin.
A veces no hay que concentrarse en la pena por lo que se ha perdido,
ResponderEliminarsi no en la alegría infinita
de lo que se tuvo una vez.
A veces hay que negarse a creer en la muerte, para sentir de nuevo que en alguna parte, y de alguna forma, sigue habiendo vida.
(Es lo mejor que puedes pensar cuando son tantos los entierros que suceden a tu alrededor).
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Muy cierto Begoña, la memoria de lo que tuvimos es un templo en el corazón.
ResponderEliminarBellísimo poema..
Un besito
ah, pero esto es buenísimo y mucho más con el concepto de la alegría infinita que explicas
ResponderEliminar.
saludos
Es humano sentir tristeza ante la pérdida de algo o alguien que amamos, pero es más inteligente y positivo quedarnos con esos momentos buenos que disfrutamos y guardar su recuerdo.
ResponderEliminarSaludos
Gracias por vuestros comentarios.
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