Eso, también lo sabía Malala y un día decidió abrirse un blog en internet para ir contando todo lo que pensaba, junto con lo que aprendía y lo que podía observar en su vida diaria. El valor de ello es que por entonces solo tenía once años y las cosas claras. Por desgracia supe de Malala el día en que le dieron dos disparos, uno en el hombro y otro en la cabeza. Y supe que le fueron dados por alguien que quiso acallarla. Por alguien que mientras la niña de 14 años se debate entre la vida y la muerte, vuelve a sentenciar que la matará si no desiste de ir a la escuela.
Otra mañana de tantas vuelvo a preguntar en voz alta qué clase de mundo es este, que insiste como tantas veces en llenarme de huecos por dentro. Huecos que nunca cerrarán, porque el mundo se vuelve loco y me encuentro dentro.Yo no quiero un mundo así. Me consuela que casi nadie quiere un mundo así, y también que somos muchos quienes intentamos cambiarlo. Y no solo desde occidente, sino desde todas partes, porque todos somos ciudadanos del mundo y tenemos derecho a intentarlo. A intentar que no sucedan hechos así, ni bajo el amparo de religiones, ni bajo el amparo de nada, porque el mundo es demasiado bonito para verter sobre él la sangre de inocentes.
Tengo pocos datos de esta noticia, y no necesito más, como siempre confío en que los ojos que leéis al otro lado tengáis la suficiente curiosidad para indagar por vosotros mismos, para sacar vuestras propias conclusiones, para saber responder qué clase de mundo queréis: imagino que Malala quiso hacer algo parecido al abrirse un blog.
En un telediario, vi un trozo de entrevista que le hicieron, en el que decía que solo reclamaba su derecho a asistir a la escuela, a jugar como es lo lógico en cualquier niño, a reír; y a cantar.
Desde aquí quiero expresar mi deseo de que Malala, como cualquier niño tenga ese derecho; porque el mundo es una esfera donde todos los niños se merecen estos derechos: ir a la escuela, jugar, reír y cantar.
Cuando comenzó la invasión de Afganistán, me consolé pensando que barrería de en medio el cáncer del fanatismo, y que la gente del país, al menos podrían volver a tener una vida normal después de años de soportar a estos fanáticos.
ResponderEliminarNo solo no han acabado con ellos,sino que el cáncer se ha extendido a la zona oriental de Pakistán.
Tantas muertes estupidas, y al final, no han servido de nada
Rodericus, siempre que comienza una guerra pienso en la destrucción incontrolable que dejará detrás. Siempre pienso que todo arreglo debería hacerse desde la paz. Quizá debido a que mi país siempre se sirvió de leyes para mantener a raya a quienes no respetan la vida de los demás y su libertad.
ResponderEliminarNo entiendo nada de ejércitos, políticas, y los mecanismos que comienzan las guerras. Me pasa lo que a Malala, solo veo la diferencia entre la guerra y la paz. La opresión y la libertad.
Como ella, deseo un mundo libre y justo donde niñas y niños, mujeres y hombres tengan los mismos derechos. Entre ellos el derecho a vivir en paz.
Saludos