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martes, 5 de junio de 2012

Descubriendo las pompas de jabón

Rosana siente cierta aversión por las romerías y a su marido le encantan. Son polos opuestos que de forma irremediable se atraen, es por eso que él espera paciente cuando ella quiere acudir a una exposición de pintura, o a lugares que a él no le atraen gran cosa, lo hace por ella; del modo en que ella se acostumbró a ir de romerías porque a él le gustaban. A veces lo hacen con mejor o peor ánimo, pero intentan que lo suyo funcione y lo hacen porque sí, no porque alguna vez hayan firmado un contrato; es porque separados no saben vivir.

Daniel hablaba con un amigo sobre trabajo. Rosana se aburría de escucharles hablar siempre de lo mismo, y casi siempre con las mismas palabras. Era una tarde de verano soleada, alrededor de las ocho. Una orquesta tocaba con más pena que gloria sobre un escenario desvencijado. Isac se estaba poniendo nervioso con tanto ajetreo, aunque de pronto calló, y sonrió, con una risa de gorgoritos propia de bebés. A sus ocho meses de edad estaba descubriendo un milagro: las pompas de jabón. Una niña de unos cuatro años lo había escuchado protestar y se acercó para ofrecerle el espectáculo más grandioso, que desde su silla, un niño pudiese contemplar. Pompas de jabón que nacían de un redondel amarillo, y que enérgicas se elevaban al sol, tornándose iridiscentes a medida que se alejaban. Cuando mayor era el interés de Isac por aquel espectáculo,  vinieron a buscar a la niña morena, de ojos despiertos y tirabuzones negros. Se despidió de la madre y del niño con un gesto simpático, y se marchó.

Rosana lo tomó en brazos y buscó entre los chiringuitos cercanos un bote idéntico al de la niña para hacerle pompas de jabón. Se apartó a un lugar lejano, porque se estaba levantando viento, y sopló una hilera perfecta de burbujas pequeñas que el niño atrapó con sus manos. Rosana estudió esa carita que iba cambiando de expresión muchas veces, y esos ojos abiertos y brillantes, y escuchó su risa simpática en gorgoritos exóticos, y le invitó a soplar. Pero solo le salían medios círculos que engordaban y enflaquecían, mientras ella trataba de hacer equilibrio entre el cuerpo rechoncho del niño, el bote de líquido, y el redondel amarillo. Ante la insistencia de Isac, Rosana comenzó a hacer pompas y más pompas de jabón. Solo escuchaba su risa, solo veía sus ojos, solo creaba ilusiones esféricas para mostrarle un mundo mágico alrededor. De vez en cuando daba vueltas sobre sí misma y las burbujitas los rodeaban a los dos, las carcajadas de Isac iban en aumento; era un momento precioso para los dos.

Fue entonces cuando alguien gritó a su lado, y vio a una mujer enfurecida que le tiró por encima un vaso de algo con hielos y todo. La misma mujer que le recriminó el cubalibre de ron que había perdido de beber por su culpa. Rosana se disculpó, le dijo que en verdad no se había dado cuenta de que todas las pompas de jabón iban a parar a su mesa, donde cenaba con su marido y unos amigos. Pero la mujer insistió en que todo eso lo estaba haciendo a propósito. Estaba bastante ebria y soltaba palabrotas por la boca mientras Rosana equilibraba a su hijo, el bote de líquido, el redondel amarillo; y mientras se quitaba de encima la rodaja de limón, y los cubitos de hielo, bastante frustrada porque era abstemia, y detestaba el olor del alcohol. Daniel le hizo saber a la mujer que Rosana estrenaba una chaqueta que se había ido haciendo por las noches mientras el niño dormía. Que llevaba cosiendo una semana sin descanso y que si era capaz de insultarla así era porque no tenía ni idea de la clase de persona que era su mujer.

Desde ese día Rosana aprendió una lección que jamás olvidó; que puedes ofender a una persona hasta límites insospechados sin tan siquiera darte cuenta. Cuando lo único que está intentando es ofrecerle a tu hijo, un sueño, una ilusión.

4 comentarios:

  1. Y tanto que puedes ofender a alguien sin darte cuenta.
    Constantemente. Cada día.
    Las susceptibilidades viven siempre ocultas.

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  2. Si algo tenemos los humanos es la capacidad de poder ofender sin darnos cuenta.

    Una bonita historia.

    Que nunca nos falten, pompas de jabón con las que soñar. A veces me gustaría a volver a ser esa niña y tener la facilidad que tenía entonces para evadirme.

    Un abrazo muy grande.

    Rebeca.

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  3. Cierto, en ocasiones no somos conscientes de el mal que podemos hacer sin percatarnos de ello.
    Un abrazo

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  4. Voy con prisa, tan solo deciros que me ha gustado leer vuestras reflexiones.
    Saludos

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