Estaba esperándola en el coche, y mientras hacía tiempo a que llegara con su innata parsimonia, seguí leyendo Vivir para contarla. Es un libro muy extenso, y muy apasionante, de modo que me veo renovándolo montones de veces hasta verlo leído. Es algo a lo que en las bibliotecas que frecuento ya están acostumbrados, voy y vengo con montones de libros de temas variados, y los traigo y los devuelvo; pero el que realmente estoy leyendo letra por letra, lo renuevo una y otra vez hasta el hartazgo. Que es la medida de su tiempo que a mí me lleva leer. A unos bibliotecarios les da lo mismo, pero otros intentan esconder su desagrado sin conseguirlo.
Y es que siempre sucede lo mismo, los buenos escritores me ponen a escribir; o a corregir. No sé de qué modo me dan las claves, y no sé cómo sucede, pero me aportan una claridad tan lineal que me llevan de cuajo a escribir o revisar.
- ¿Si compré qué libro?_ le pregunté.
Alzó la biografía de Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, y me señaló la portada. Le respondí que ese libro lo había tomado prestado en la biblioteca, pero que era un libro que tenía pensado comprar. Y le recomendé leerlo, es más, le dije que era un libro que todo el mundo debería leer.
- Pues lo tienen en todos los mercadillos.
Su afirmación me hizo volverme hacia el asiento de atrás y mirarla fijamente. Le pregunté si estaba segura de eso que me decía. Y ella asintió muy segura. Entonces no lo dudé, si ella dice que está entre esos libros que siempre miramos juntas, es que sí está. Mi gran orgullo de madre es que les contagié a mis hijos mi pasión por leer. Y mi gran decepción, es que durante la adolescencia una, y post adolescencia otro, están leyendo muy poco.
- Un día que lo veamos, lo compraremos_ le dije_. Éste es un libro que quiero tener para leerlo muchas veces.
- ¿Y eso por qué?_ me preguntó.
- Es la biografía de un premio Nobel de literatura_ le hice saber.
- Eso lo sé, no soy tan tonta_ replicó ofendida_ ¿pero qué tiene de especial éste libro?
- Que leyendo su vida nadie se creería que fuese capaz de llegar a donde llegó. Tal parece que lo tuviese todo en contra.
Eso no pareció impresionarla. Creo que si algo he matado en ella es su capacidad de sorpresa ante mí. Nada de cuanto yo diga parece tener peso consistente ante su persona.
- Ah, ¡Está bien saberlo! ¿Pero está bien escrito el libro?...
- Está tan maravillosamente bien escrito que lo quiero tener.
Hizo una pausa valorativa. Sacó de un bolsillo de la mochila su teléfono móvil y se puso los cascos. Desde mi asiento escuchaba la música que estaba oyendo tan bien como ella, y le hice bajar el volumen, antes de arrancar.
- Pues iba siendo hora de que te lo compraras_ me dijo_. Es un libro que siempre miras como si fueses a comprarlo... y después lo dejas.
- No creo. Que yo sepa ese libro nunca lo vi.
- Lo vimos muchas veces. Y siempre parece que te lo quieres comprar.
- Quiero comprarme tantos libros, que si lo hiciese, viviría en la calle.
Clavó sus ojos en mí para hacerme saber, que el tema quedaba zanjado. Cuando era pequeña usaba una frase que pocas veces utiliza ya: Fin de la entrevista. Sin embargo, aunque no lo anuncia, siempre se guarda una traca final.
- El próximo día le preguntaremos al hombre del mercadillo a ver qué nos dice...¡si yo digo que sí es que sí!
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