El otro día Josefina, una profesora de clase particular, me aseguró que los jóvenes de hoy en día son todos maravillosos. Que son una generación de niños expresivos y cariñosos como no ha habido otra. Que están más preparados que generación alguna antes que ellos, y que no soporta que alguien haga predicciones catastrofistas delante de ella sobre la juventud de hoy en día, porque la juventud de ahora es la mejor. Sobra decir que ella es tan buena gente que su forma de mirar influye en todo lo que ve.
Estas afirmaciones no se corresponden a veces con las que se oyen por parte del profesorado del instituto, situado a cien metros de la clase de Josefina, aunque sin embargo, referente a algún alumno en concreto se corrobora. Pero hay algo en lo que todos coinciden: esta juventud de ahora tiene un peligro tremendo, que es la expansión de las drogas, que ya están en todas partes. Resultaría irónico escuchar que sólo la educación les salvará de ellas: cuando justo frente al instituto, y frente a la clase de Josefina hay un punto de venta por todos conocido. Eso es bueno, señalan algunos, es bueno que lo vean, tienen que aprender a saber qué les conviene y qué no.
Pues bien, por las mismas razones que apuntan buscaré este libro para leerlo, pues ya lo dijo un personaje conocido: "Las drogas son algo que siempre te ofrece un amigo, te dice que es lo mejor que ha probado nunca y te insiste para que las pruebes. Si hubiese sido un camello desconfiaría, pero era mi mejor amigo; y de tu mejor amigo no desconfías: fue mi mejor amigo sin haberlo sospechado quien me arruinó la vida, porque entonces no sabía que por una dosis, años más tarde sería capaz de matar".
A veces la mejor forma de evitar un desastre es conocerlo desde adentro. Y a veces un libro te da la oportunidad de pasar por todas sus fases sin poner tu cuerpo, sólo tu mente, que sale escarmentada ya para siempre de ese laberinto que no pisarás.
Un libro puede enseñarnos mucho de algo, tanto que jamás tengamos ganas de probarlo. Otras veces somos nosotros mismos quienes tenemos que vivir esa experiencia.
ResponderEliminarPero los libros siempre enseñarán, sea cual sea su temática. Porque dentro de sus hojas se esconden verdaderas historias.
Un beso!
P.D: Interesante blog.
Ahora es una época ideal para todos los que venden cualquier tipo de drogas, y no solo para los jóvenes sino también para adultos.
ResponderEliminarHay tantos problemas que muchos prefieren evadirse.
Besos.
Es triste que habiendo hoy en día la información que hay al respecto, que nos llega a todos a través de los abundantes medios de comunicación que todos tenemos a nuestro alcance, que es casi imposible no enterarse, porque es algo que nos están recordando constantemente. Es triste decía que a pesar de todo el conocimiento que hay ahora, y que antes no existía, sigan produciéndose tantos casos.
ResponderEliminar¿No será que los padres -andamos- ocupados en trabajar mucho,pero mucho,a veces demasíado,(no haría falta tanto) y no tenemos tiempo para lo realmente importante, poniendo la responsabilidad de nustros hijos en los educadores del colegio?
Un beso.
El problema es que el niño o adolescente que puede caer en la tentación de drogarse no leerá ese libro. El problema es qué está ocurriendo en la familia. El adolescente que pinta graffitis está diciendo, existo, si no me veis a mí, seguro que veréis este símbolo con el que me represento; el que se droga, de algún modo, ya sea inconsciente o consciente, ha asumido que no es importante para nadie. (También los varones caen mucho en la droga cuando la figura del padre, del que él tiene una parte, es negada por la madre). Hay más causas. Todas explicables. No se llega a la droga por casualidad... Aunque pensar así, quizá nos deje socialmente más tranquilos. En principio ya es un mal que este ahí, en la calle, por tanto, el sistema falla.
ResponderEliminarUn saludo, Bego. Buena entrada.