Diara canturrea una canción alegre que es como una oración, y Essien le mira con cierto alivio porque al escucharla canturrear, la agónica e insostenible respiración que le mantiene a duras penas con vida se hace más grácil. Mira el reloj de arena y decide que escuchará su canturreo hasta que la línea trazada alcance una vuelta más. Diara canturrea con todos sus dolores y con toda su soledad, pero aunque lo quisiera no podría dejar de canturrear. Espera un milagro, sigue esperando un milagro, y lo mismo que llegue o que no llegue siempre lo esperará.
A miles de kilómetros una ama de casa entra en un banco para pagar el recibo de la luz. La luz que ilumina su casa cada día llenándola de vida, esa luz sin la que las noches serían fantasmagóricas y frías como la misma Laponia. Eugenia abre su monedero y extiende los billetes grandes, que el hombre guarda en la caja, acto seguido le devuelve el recibo acuñado, y siete euros en siete monedas. Entonces la mujer mira a su izquierda y vuelve a contemplar esas tarjetas de navidad que le han cautivado desde el primer momento junto a una duda: "¿De verdad ese dinero les llegará?". Vacila un instante: "¿Y si les llegara y pudiera en este momento salvar una vida?". Empuja las siete monedas hacia dentro y toma uno de aquellos sobres transparentes con los que felicitará a sus seres queridos en navidad. Celebrará junto a ellos que aún estén vivos y puedan felicitarse mediante esas tarjetas la navidad.
No conoce a Essien pero sabiéndole enfermo de muerte quiere salvarle. Hace algo por salvarle. Y decide que si alguien se queda con esos siete euros que le salvarían la vida allá él y su conciencia. No le conoce personalmente, pero sabe que su urgencia de vida es la que comparte con millones de niños dentro de su planeta. No conoce a Diara, pero sabe que su necesidad de ayuda es la misma que la de millones de madres en su apurada situación. Y si ese dinero llega desde su mano hasta la mano que en ese momento sostiene a un niño moribundo y consigue salvarlo, no hubiese podido ser mejor empleado. Lo dará tantas veces como estime oportuno, porque el hambre y la penuria del mundo han de ser combatidos desde esos países donde siete euros arriba o abajo no suponen mucho. Desde esos países en que sus dirigentes miran hacia quienes tienen más y viven mejor. Esos países donde los cambios han de comenzar desde abajo, y no desde arriba, por mucho que se equivoquen en mirar donde no es.
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