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lunes, 27 de septiembre de 2010

Huelga general

Sobre la huelga convocada en estos días he leído de todo, gente a favor y gente en contra. Vaya por delante que las amas de casa no hacemos huelga nunca, al menos aquellas que tenemos muy claro que no tendremos ayuda de nadie, y que por lo tanto no hay excusa para dejar nuestras tareas sin hacer, ya que tenerlas pendientes nos agria el carácter... y no hay cosa como empezar el día de buen humor, ya que predispone a pasarse de buen humor todo el día.

Pero mi jefe si hará huelga, por causa mayor, y es que planean bajar el salario mínimo interprofesional de una empresa que si consigue hacerlo, hará que a su vez la empresa para la que él trabaja baje también su salario mínimo interprofesional. Y resulta que esto sucede en una época en que todo sube, el pan, la gasolina, los impuestos, la luz, el teléfono y podría seguir así hasta mañana...pero resumo, no tiene lógica. De modo que unirse a la huelga es la única opción para no ponernos peor, por lo tanto mi jefe va a la huelga para defender su derecho a un salario digno. Nuestro derecho a mantener al menos nuestro salario actual.

Desde que comenzó la crisis hay sectores que están sufriendo más que otros, y tengo la sospecha de que se han ido rebajando los derechos de los trabajadores a pasos agigantados, y que hay mucho listo haciendo su agosto con eso. Es más, yo creo que ciertas empresas pagarían por seguir teniendo la disculpa de la crisis para seguir afilando sus lápices y sumando ganancias, y eso es algo con lo que se debe acabar en beneficio de toda la sociedad, ya que tener trabajo es sinónimo de prosperidad y eficacia, de estabilidad y rentabilidad. Cualidades que hacen mejor el país.

Leía hace unos días que el salario de la felicidad está estipulado en 60.000 euros anuales. Y me dije que es cierto que un salario así debe hacer a la gente muy feliz, porque no llegar ni a la mitad de la mitad le hace a uno bastante irritable a fin de mes todos los meses de su vida. Firmo por ese salario para toda la gente de todo el mundo y no digo que por ello todos vayamos a ser felices de verdad, algo que en verdad no creo. No creo que la felicidad la dé el dinero, creo que la felicidad es algo interior y que tiene mucho que ver con la buena conciencia. Pero no dudo que con un salario de 60.000 euros anuales al menos tendríamos más posibilidades de hacer felices a los demás; y encontraríamos la manera de conseguirlo, porque todos sabemos que la felicidad viene de compartir, y para poder compartir es necesario tener con que hacerlo.

viernes, 24 de septiembre de 2010

El eco

No todos los niños tienen la suerte de hacer de los alrededores de la iglesia su zona de juegos, ni de vivir en un pueblo tan fructífero que reúna a diario unos veinte niños que se llevan tan bien que solo se pelean codo a codo por demostrar quien es mejor en cada competición olímpica que se inventan. Quizá haber competido tantas veces y lograr demostrar su rapidez le haya servido a Ella durante toda la vida para no rendirse, para perseverar, para buscar nuevas formas de diversión que conlleven la cercanía a otras metas que la sumen a sí misma como persona, para alentar a otros a trazar sus propias metas y avanzar hacia ellas.
Tal vez le haya servido para sentir como nadie la soledad en las tardes en que ella sola rondaba la iglesia, y para retar al eco, que desde los prados de la parte norte, ladera abajo mostraba tímidamente el mar, allá al fondo, ese eco que resonaba como la voz de un dios que siempre contesta.
Aquel a quien el eco contestó, sabe que no está solo.


jueves, 23 de septiembre de 2010

El otoño

Se desmelena de hojas secas
se sacude los calores de encima
cierra antes sus pestañas
de luz diurna.

Riza y oscurece los mares
pliega las flores del campo
hasta la primavera,
agita los vientos.

Acorta las tardes,
le pone gafas oscuras al sol
suma las horas de la ropa
en el tendedero.

Me vuelve paso a paso
toda mi melancolía,
agitando las hojas de escritos
prestos a corregir

señalando sus mil una faltas,
enfocando las hojas blancas
que aún tengo que rellenar
en el tiempo de una vida.

El otoño siempre exigente
devuelve a su sitio
al verano arrollador
como un hermano

disciplinado que después
de sus largas vacaciones
regresa a casa
imponiendo orden.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Rizando el rizo

Presentarse a un concurso literario es sencillo, presentarlo debidamente corregido ya es otra cosa. Enviarlo a corregir es sencillo, tener el ánimo de que alguien muy profesional te lo revise, es algo bien distinto. Tener la conciencia de que algo que has escrito es muy bueno en el sentido en que ha influido positivamente sobre ti suele ser algo obvio, el modo en que pueda influir en el ánimo de los demás en todo caso dudoso. Saber que has puesto a su disposición todo cuanto has podido es indiscutible, pero subyace así y todo el convencimiento que pasado el tiempo puede mejorar, y eso hace que no te lances a decidir nada, en espera que se cumpla ese margen de confianza que te has dado a ti mismo.

Todo esto lo sabe muy bien Silvia Adela Kohan, y lo deja muy claro en el último libro que he adquirido a precio de café con leche de cualquier cafetería de hoy: Claves para publicar tu libro. Lo encontré en un hipermercado dispuesto a eliminar libros sueltos de sus estanterías, y resume lo que puedes hacer con tu relato, sea del tipo que sea, para intentar publicarlo.

Siempre me traigo a casa lo que estuve buscando durante mucho tiempo, el único requisito es hacerlo a un precio que no me deje remordimientos, porque ante todo una ama de casa si algo sabe de la vida es que su oficio es únicamente ese, gastar en sí misma lo imprescindible, ya que el mantenimiento de una casa y los imprevistos son exigentes de por sí. Y además no todo lo que parece necesario realmente lo es, así que los muchos años de su oficio hacen que sea eficaz, entre otras cosas porque no tiene más remedio. En este libro se aconseja eliminar todo lo que no aporte nada al conjunto del escrito, pero este inciso que hago voy a dejarlo aquí a modo de reflexión en voz alta, porque es tan importante un sueño como una realidad, y ni uno ni otro deben volvernos locos.

En Claves para publicar tu libro se encuentra todo lo que una vez intenté reunir, información sobre concursos literarios- apunta que si se quiere ganar algo al comenzar que se apunte bajo; a ver quien puede- la información que se debe presentar, direcciones de editoriales, de agentes literarios, asociaciones de escritores, autoedición, fraudes frecuentes, donde registrar tu obra, modo de corregirla, fallos frecuentes en la unidad del escrito, condiciones que debe reunir un buen manuscrito, la importancia de un buen título...resumiendo, cualquier duda que se plantee se resuelve aquí con una claridad digna de elogio.

Y apunta lo que me ha espoleado para hablar de este libro aquí, un método casero para demostrar la autoría de una obra, y quede claro que lo apunto tal cual:

Se introduce el manuscrito en un sobre y lo enviamos a nuestro nombre y a nuestra dirección postal por correo certificado. Una vez recibido el sobre, no abrirlo y conservarlo. En caso de plagio y juicio, la fecha de envío demostrará que nuestra obra es anterior a la registrada por el plagiador.

La pregunta es donde mantener a salvo de curiosos nuestros sobres cerrados, y adelanto que es el único detalle que no aporta, o al menos que no he encontrado :(

martes, 21 de septiembre de 2010

La enfermedad del olvido

Hoy se celebra el día mundial del Alzheimer‎ y no voy a entrar a valorar lo que es la enfermedad que más o menos a todos nos ha tocado de cerca. Todos hemos compartido nuestro tiempo en mayor o menor medida con alguien que ha perdido la memoria, y nos hemos maravillado de esa inocencia pícara del anciano que hace sus travesuras de muy mayor. Que nos mira tras haber escondido su tesoro, tan nimio como pueda serlo una servilleta de papel con un dibujo de hojas, en un bolsillo cualquiera donde pueda rescatarlo para mirarlo a solas.
No quiero recordar todo lo malo de esta enfermedad, porque en general prefiero subrayar lo bueno, aquello que siempre me ha conmovido y es la certeza de que antes de conservar memoria para un abandono, prefiero olvidar la compañía. Egoístamente, pero lo prefiero, antes que me olviden prefiero olvidar, la experiencia me dice que allí donde hay un enfermo de Alzheimer‎ hay una persona muy bien cuidada. Hablo de la experiencia que yo viví, consciente como siempre de que en el mundo hay de todo.
Era adorable el modo en que Catalina cuidaba de las plantas, cuando no sabía cuidar de ella misma. Arrancaba con cuidado las hojas marrones y colocaba las flores, quitaba alguna hierba perdida y después arrimaba su nariz para aspirar su aroma. Podía pasarse horas enteras en el jardín, perdida en sus pensamientos, con el sol acariciando su piel y un gorro cualquiera sobre la cabeza. Esa estampa me ha quedado cuando la recuerdo, su pelo blanco de nieve, su cuerpo rechoncho, su poca estatura, su cara de luna y esa sonrisa beatífica con que solía escuchar todas las palabras. Le encantaba que hablasen con ella, tal vez porque en medio del silencio interior las palabras sonaban a música y eran capaces de otorgarle por segundos una clase de entendimiento que no acertaba a explicar; se transmitía en la luz de sus ojos.
No voy a decir que sus últimos años fueron felices, porque no puedo saberlo, pero transmitía una gran paz. La misma que dejó tras ella cuando se fue, porque la sabíamos encerrada en un laberinto de noventa años donde no habría querido estar. Pero tal vez se halle una gran suerte en el hecho de perder a un hijo en terribles circunstancias y no enterarse. Tal vez la enfermedad del olvido fue lo mejor que en esos últimos tiempos le pudo pasar. Un ahorro de millones de lágrimas que no tuvo que llorar. Sus sonrisas extasiadas ante el prodigio de cada flor nueva, a todos, incluso a ella misma nos sirvieron de más, era nuestra calurosa bienvenida particular, sin llegar a reconocernos nos conocía, del modo en que nunca dejó de reconocerse en el espejo para acicalarse. Nunca se dejó de acicalar, o de alisarse la ropa al levantarse del sillón, o de abrocharse con esfuerzo un botón descuidado que de pronto nos enseñaba su enagua tan nívea como su pelo, y de ruborizarse como una niña por ello. Una niña de noventa años imposible de olvidar.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Ana de las tejas verdes

Es la historia de una niña huérfana llena de fantasías que un día abandona el orfanato para ir a vivir con Matthew y Marilla, dos hermanos solteros de avanzada edad que han decidido adoptar a un muchacho que les ayude en las agotadoras tareas de la granja. Anne se enamora de Avonlea nada más llegar y ante su radiante entusiasmo Matthew no puede hacer otra cosa que llevarla a casa y dejar para Marilla la parte cruda del asunto, decirle que ellos esperaban un chico, y que no hay lugar para ella en ese hogar.

Megan Follows borda el papel de Anne Shirley, pero los demás actores de esta serie no se quedan atrás. Los paisajes son desbordantes, lo mismo que el vestuario y la banda sonora, parece que ni un solo detalle se les haya escapado. Te sumerges en otra época tal como si formases parte de ella y por más veces que puedas verla no deja de sorprender ese mimo con que parece haber sido rodada.

Ahora sé que hay cuatro dvds de esta serie, me los encontré en la biblioteca revolviendo entre las películas - que las hay pésimas por cierto-, y que no tienen edad, porque siempre que las he recomendado a personas muy diferentes entre sí me han confirmado lo mismo que cuento. Que es una historia magistral, una de las que no se olvidan. Perfecta para una tarde cualquiera, pero si debiera escoger, una tarde de invierno de lluvia y viento, frío inmaculado y cierto desánimo; es ahí donde brilla más. En una tarde en familia donde todo lo que cabe es soñar.




viernes, 17 de septiembre de 2010

Que lástima

En el amor como en la ropa,
allí donde ya se ha remendado se vuelve a romper.

Begoña



Mi mucho desconocimiento del mundo de internet me lleva a temer bastante eso de enlazar, pero este vídeo me parece uno de los mejores que tiene Alejandro Fernández. Se cuenta que el rodaje estaba preparado en un bajo en obras, pero fue inevitable que se corriera la voz de que él estaba allí. La gente se arremolinó para verlo y el final de este vídeo nadie se lo esperaba. Les quedó genial
...eran otros tiempos...


jueves, 16 de septiembre de 2010

Un sueño de tantos

Cuando comencé a la escuela en serio, recuerdo que dibujaba casitas, flores, nubes, montañas, soles y lunas en los cuatro márgenes de las hojas de todas mis tareas. El profesor -que una vez me rescató in estremis de ser atropellada por un autobús cargado de escombro, evitando que mi vida finalizase a los siete años por jugar con mis amigos al pilla- pilla-, al principio se quedaba a mirar lo que había dibujado con cierto desconcierto, pero con el tiempo, tal vez porque la variedad de dibujos eran más bien repetitivos llegó a irritarse y a prohibirme esa manía que jamás había observado en alumno alguno. A partir de ahí me reservaba la página final para la ilustración, pero ya no tenía la misma gracia porque los consideraba parte de ese aprendizaje de números tan ajeno a mí, nunca me ha gustado la frialdad de los números en comparación a la inmensa calidez de los abecedarios repetidos hasta el infinito.

Como mala estudiante me arrepiento de todo aquello que no hice en su momento, porque hay una edad para aprender, para encauzar el futuro, para utilizar las energías innatas y para completar el proyecto vital. Ahora lo veo así, y aunque jamás volvería atrás los relojes para recuperar el tiempo pasado, sé, con la conciencia que otorgan los años que si ahora tuviese de nuevo siete intrépidos años me buscaría lugar en una clase de pintura para aprender a dibujar. ¿Porqué?, pues por todo lo que viene de un lugar que no se acierta a concretar, porque sí. Porque a día de hoy me gustaría haber aprendido más y haber retenido en la memoria todo aquello que olvidé porque jamás llegué a entender del todo a falta de motivación.

La vida me ha dado la posibilidad de traer al mundo a alguien con verdadero talento dibujante que jamás quiso desarrollar esa aptitud, pero que me ha dejado enmarcar muchos de sus trabajos de clase de dibujo. Ese es el premio con que me quedo, en espera que dentro de algunos años por un deseo interior decida dedicarle tiempo a su talento.

Sabiendo que la vida ofrece todo tipo de posibilidades para sustituir el "pudiera ser" por el "es ahora mismo" no voy a quejarme, porque quejarse solo aporta debilidad y el objeto de la vida es realizarse. A lo largo del tiempo he aprendido una sola cosa, todo está, solo hace falta buscarlo con fe y se encontrará. A veces cuando menos te lo esperas.

Si yo supiera dibujar tal vez jamás hubiese dibujado algo tan bonito como lo que aparece de principio a fin de este blog, pero me gustaría soñarlo. A fin de cuentas soñar es gratis, y la mayor riqueza que se puede atesorar. ¿O acaso no?


miércoles, 15 de septiembre de 2010

LLego tarde

Hace ya algunos años, en medio de un arrebato de estridencia a saber porqué, mi hijo me hizo una advertencia: a los cuarenta mi hermana y yo te meteremos en un asilo, porque no hay quien te soporte siempre a vueltas con la misma cantinela. En ese momento creo que enarqué mucho las cejas, llené de aire los pulmones y solté varias palabrotas malsonantes, convirtiéndome de pronto en el peor ejemplo de madre posible, cuando hasta ese instante llevaba un cuarto de hora siendo una madre paciente que pone los ejemplos de lo que sucedería si se hiciese tal o cual cosa. Creo que todas las madres del mundo ponemos mucho empeño en dar aquellos consejos que en su tiempo nos dieron y no quisimos escuchar. Pero que eran tan ciertos como que si metes los dedos en el enchufe te pega un calambrazo. A veces solo el calambrazo nos hace reaccionar, y no las largas conversaciones maternas que son un rollo y nos convierten las horas de paz en charlas cargantes acerca de la vida.

Cuando uno es joven la vida es un lugar llano donde no existen problemas, y nuestros padres son lo más pesimista que pisó el mundo. Lo único que recuerdo de mi adolescencia es lo poco que me parecería a mi madre cuando tuviese hijos. Yo iba a ser una madre supermegaguay de la muerte, y supermegacomprensiva. La única diferencia es que lo soy, cuando caigo en la cuenta de estoy haciendo aquello que odiaba tanto que me hiciesen a mí. Es entonces cuando cambio el chip y recuerdo que todos sus sobresalientes -esos que yo nunca tuve- habrán de servirles para algo, porque bien pensado aquello que les estaba diciendo es más o menos lo mismo que les suelo repetir. Y por eso ya ni me escuchan...

Pues bien, llevo ya casi un año de retraso en lo del asilo, y esta mañana a la hora del desayuno se lo he recordado a los dos, les he dicho: Quiero mi asilo ya, estoy harta de hacer camas y preparar comidas, de limpiar la casa y de intentar tenerlo todo bajo control. Vosotros repartiros este espacio y dejarme disfrutar de mi vejez. Ellos me miraron tan fijamente como si me hubiese dado algo de repente y me dejaron estar. Volví a repetirles que con una habitación su padre y yo tendremos más que suficiente, pero que yo quiero piscina y vistas al mar, son mis únicos requisitos.

-Pobre_ comentó alguna_ con tanto escribir se está volviendo tururata.
-Ya lo ves_ respondió el otro más ancho que pancho.

Y en mi cabeza estaba esa imagen idílica a la que ya me acostumbré, mi vejez en un asilo, con todo hecho, y con mucho tiempo para leer y escribir. A esta imagen hace unos meses le añadí un portátil y conexión a internet para seguir escribiendo en este blog. Aunque a veces me tiente la idea de abandonarlo a su suerte por caótico y termine retornando a él tan sedienta como si acabase de cruzar de extremo a extremo un desierto y me hubiese encontrado con un vaso de agua que beber.

Pues bien, el asilo idílico que hasta ahora solo estaba en mi cabeza, ya lo puedo concretar, es uno idéntico a este pero asturiano. Vivir para encontrar.


martes, 14 de septiembre de 2010

Algo precioso que leer

Lo dejo aquí para rebuscarlo cuando lo necesite, y para compartirlo porque me encantó.

lunes, 13 de septiembre de 2010

¿Podemos cambiar?

En el magazine que nos regalan con el periódico del domingo viene una entrevista a Joe Dispenza, alguien de quien jamás oí hablar - y a quien seguiré la pista-, porque todas sus respuestas son una puerta a la esperanza. Sobre todo la que afirma que toda persona puede cambiar, al preguntarle de que forma responde:

Cambiando el pensamiento. El interruptor que activa el cambio es la voluntad, porque desencadenará una nueva información. Cambiar es pensar de forma más amplia, trascender tu propio entorno. Es conectarte a un sueño a una idea que existe ya en el campo cuántico de posibilidades. Es creer en ese futuro cuando todavía no se puede percibir con los sentidos.

La entrevista es tan extensa como interesante, no se sabe la cantidad de entrevistas como esta que tengo guardadas en espera de encuadernar, ni todas las que habré perdido entre la montaña de papeles que colecciono. Se me ocurre que este vicio de escribir debería servirme al menos para eso, para saber archivar debidamente aquello que me apasiona, por ejemplo las respuestas que me sirven en el día a día sin llevar acuñadas una fecha de caducidad. De entre todas sus enseñanzas apunto otra:

Primero hay que sentir amor por uno mismo y, en consecuencia, amamos todo lo demás. Si no nos gustan ciertas cosas, debemos eliminarlas antes en nosotros.

Me encanta porque no da respuestas facilonas o gratuitas ya que según él en cada momento se vive lo que uno ha creado con sus pensamientos. Ahí es nada.

viernes, 10 de septiembre de 2010

De bien en mejor

Hace unos días escuchaba un gran notición: después de las vacaciones los trabajadores regresan felices a su puesto de trabajo porque aún lo tienen, en una época en la que los despidos han sido nota dominante. Todos conocemos familias enteras que se han ido al paro, que se han quedado en llanta, que apenas asoman por ninguna parte y que han cambiado de forma de ser. Porque antes eran un número activo - para los gobernantes digo- y ahora son un número estanco, y nadie les ofrece una solución. Es más, en los nuevos despidos estos trabajadores a partir de ya tocan a menos. Nunca entendí de política y lo digo alto y muy claro, porque siempre entendí de política que los que menos tienen son los que se llevan todos los palos, y si acaso atisbo a entender algo, entiendo que pertenezco a ese grupo que jamás se ha sentido beneficiado por ella y que no espera de su parte solución verdadera. Podría apuntarse aquí una falta de fe total, me han influido las lecturas que leí de niña, solo creo en la política de Robin Hood y lo que es aquí -entiéndase mundo real- vienen funcionando a la inversa. Me crispan esas imágenes de reuniones de altos ejecutivos que se comportan como niños de parvulario, se acusan mutuamente, se echan los trastos a la cabeza y jamás rompen un plato, si alguno apareciese roto debajo de la alfombra apuntan con su dedo a quien tienen más cerca, y hacen mucho ruido para que esa bula pueda colar, esta imagen se sobrepone de continuo en mi cabeza a esa otra que se hacen en las escaleras de la Moncloa a principio de curso, todos tan repeinados y tan planchados que rezuman falsedad. Y mientras ellos se acusan y reacusan de lo pasado hace años, quienes esperen soluciones al ahora que se sienten a esperar porque o me lo parece o siempre andan enredados del pasado al futuro, en el presente está todo tan desmadrado que prefieren ni pensar. ¿O acaso me lo parece?...

Es cierto que esta sociedad ha visto demasiadas películas americanas y se ha creído que uno puede vivir a lo grande a fuerza de aplazarlo todo. Y ha venido consumiendo a más no poder sin el solo pensamiento de renunciar a ninguna de sus muchas pretensiones, casa, coche, vacaciones en el mar, ropitas de marca, mobiliario superguay, todo supermegasuper y montado sobre una nube que ahora navega a rastras en medio de un temporal. Ya nada es lo que era, y quienes mejor vivían en su apariencia peor malviven buscando trabajos extra, chollos aparte, trocando las horas de descanso por horas de malcobrar y todo por hacer frente a sus pagos. Y es que cuando firmaron sus abecedarios de letras en el fondo pensaron no pagar, es una nueva variante del tocomocho solo que quienes han vendido la parcela de felicidad se niegan a recogerla porque quieren la pasta y exprimen a quien pueden con tal de cobrar. Todos tenemos conocidos avocados al desastre y todos nos sorprendemos de que puedan capear el temporal. Nuevos héroes a la vista, porque lo suyo es heroico, aunque como a Supercoco nadie les quiera imitar.

Pues eso, que los trabajadores que sean despedidos de ahora en adelante se irán a casa un poco más machacados porque llevarán sus bolsillos aún mucho más vacíos, y con una perspectiva de encontrar un nuevo trabajo que mejor no pensar. España se nos ha ido llenando con gente de afuera y en proporción cada vez tenemos más trabajadores y menos trabajo, así que nos las tendremos que ingeniar. Quien más y quien menos sabe que su trabajo pende hoy de un hilo mucho más fracturado que ayer.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Libros que todo aspirante a escritor ha de leer

Llevo buscando la respuesta a esta pregunta desde hace un montón de años. Y puede que llegase tarde porque en esta etapa me está siendo casi imposible leer, lo cual me frustra bastante y compenso leyendo entradas de blog. Creo que me estoy acostumbrando a leer temas y opiniones muy variados del mundo actual, o es eso o que mi forma de novelar ha dejado los mundos de Yuppie y anhela reflejar la realidad, en cualquier caso ante este cambio drástico de rumbo comenzaré temas nuevos y hasta no concluirlos no volveré a corregir lo que tengo pendiente, o lo haré si estoy segura de no traicionar la idea que ya está hilada de principio a fin; me importa más que escribir el no traicionar la esencia de lo que quiero contar, ser fidedigna a aquello que ha hecho nacer la idea, aquello que surgió de la nada para tomar voz.

Llega Septiembre y comienza el curso para todos, en este curso se entremezclan vejez y adolescencia, la primera llega de dentro y la segunda del exterior, la primera era un tema aplazado que me reclama y la segunda una realidad que se muestra ante mis ojos y me sorprende, por lo tanto no me puedo aislar. Llega hasta mí y me reclama un espacio después de tantos años de repetirme a mí misma que no puedo escribir sobre la juventud actual porque me faltan datos. Estaba equivocada, no me faltan datos, la juventud que yo viví no ha desaparecido, sigue vigente porque sigue habiendo grupos, y dentro de esos grupos me sigue impactando ahora como antes el grupo de aquellos que no han perdido su dignidad. El grupo de quienes intentan mejorarse, tener su espacio, luchar por sus ideales, conseguir sus metas y mantenerse fuera de los submundos que les intentan colar por todas partes. En una edad crucial conseguir saber donde se va ya es una parte importante del camino. Esto también reclama su atención, de modo que como siempre trabajaré en dos historias que se irán hilando de forma paralela de extremo a extremo influyendo quizá la una en la otra y logrando el equilibrio que siempre necesito para trabajar.

Volverán a esperarme tareas pendientes, llamadas para ir o volver que denegaré, volverá a exasperarme la rapidez con que el reloj se come las horas mientras estoy al teclado, viviré inmersa en varios mundos que se suceden a la vez y me dan un aire de trasnochada, escucharé quejas, lamentos, acusaciones y volveré a repetir aquello que nadie entiende: Lo necesito. Necesito escribir porque si no voy a terminar loca. Sabiendo que la respuesta dependiendo de donde venga será más o menos afilada pero vendrá a decir lo mismo: ¿Más loca aún?, perdona pero creo que no es posible.

En una biblioteca a la que acudo de vez en cuando hay un hombre de unos cincuenta, que siempre sale de la pequeña oficina de atrás con aspavientos, coge tu carnet con cierto enfado, te acuña una fecha, desactiva la alarma y te despide apresurado como si hubieses llegado para fastidiarlo. Durante tiempo creí que era algo personal, porque al saludarlo por la calle reaccionaba de la misma manera, como si lo hubieses agraviado o apartado de algo importante de verdad. Hace unos meses en una revista local supe que es escritor, y que solo escribe en el interior de la biblioteca. Ahora sé como les despacho a todos, sé de la urgencia con que trato de quitármelos de encima mientras intento concluir algo (¿Y cuando no estoy intentando concluir algo que tengo emplazado...?). De un tiempo a esta parte les comprendo porque estoy y no estoy, vivo atrapada entre dos mundos que se suceden a la vez y se interponen el uno al otro en una partida de locos. Mi única disculpa es que a los cuatro años ya estaba ahí, y seguramente estuve ahí cuando solo era un proyecto de persona que flotaba entre líquido amniótico. Y tengo un compromiso adquirido conmigo misma que no puedo rechazar. Y me siento muy egoísta la mayor parte del tiempo si lo ejecuto, pero si lo mantengo aparcado sé que no estoy haciendo todo lo que debo hacer y me siento muy mal conmigo misma, de modo que comenzado el curso vuelvo a mis deberes con una condición, si envío algo a concurso lo mandaré a corregir. Debe ir impoluto porque si no no habrá una sola posibilidad de dejarlo concluido y estará inconcluso y pendiente de reforma, por lo tanto no habrá asiento valedero para la palabra fin.

Anoto aquí al final de todo un consejo de Pérez Reverte sobre todos aquellos libros que un aspirante a escritor español debe leer. Me agota la posibilidad de tanta tarea pendiente, de modo que no me comprometo a leerlos todos, pero sí a traérmelos a casa uno a uno desde la biblioteca e intentarlo, a sabiendas de que esta temporada no soy capaz de leer nada, todo aquello que tengo deshilachado me reclama a viva voz en cuanto intento leer algo y termino tomando notas, sumando capítulos o desechando datos... ¿Loca yo?

Carta a un joven escritor (II)


martes, 7 de septiembre de 2010

La simplicidad

Resulta complicado calcular el valor de las cosas, pero si hay un valor que por encima de todos valoro es la simplicidad. Creo que a los tontos en general nos va muy bien porque nos simplifica la vida, y seguramente se debe a ello. Puede haber mucha complicación en ella también, a veces cuando intento simplificar mucho termino complicándolo todo y aquí podría poner ejemplos para llorar de risa, pero me los reservo para el verdadero y único objetivo de mi escritura que ni sé si abordaré algún día, y si no lo abordo se terminarán conmigo con la conciencia feliz del haber sido.
Jamás me asomo para decir algo interesante, eso lo sé, o sabio, o concluyente o que pueda serviros para algo a los que podáis estar tras la pantalla, pero siempre que me asomo a decir algo hay una puerta cuyo interior no acierto a adivinar y que después de las horas o los días se abre. Es precisamente esto lo que tiene de especial y la verdadera razón de que aún proponiéndome seriamente estar en silencio termine hablando, me gusta la pronunciación escrita, es un vicio en sí misma y siempre me puede.
Me asomo porque acabo de encontrarme en la red una frase que intentaba concretarme a mí misma desde el principio de los tiempos, y nunca encontré la forma. Y no dejo de asombrarme cada vez que encuentro algo que llevo años intentando leer - podría decirse.

"Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando"
Rabindranath Tagore


lunes, 6 de septiembre de 2010

Las muchas casualidades

Remolino de gente gritando que lo han matado, momento de incredulidad, uno cree que está soñando porque hay cosas que no pueden ser verdad, al menos no en un pueblo que ya estaba ahí desde que naciste. Un pueblo donde conoces a casi todo el mundo, más rumores de que lo han matado, no se mueve ni respira, y el nerviosismo te hace acercarte a ver si puedes hacer algo, y eso que sabes de antemano que todo lo que puedes es añadir más caos al caos presa de un ataque de nervios. Pero aún así quieres saber, puesto que en la suma del grupo hace tiempo que falta un chico y no vaya a ser.

Ves a un joven muy delgado y muy alto, moreno, tumbado boca abajo, todo está en semipenumbra y no consigues verle la cara, tan solo un leve perfil. Y te parece justamente el chico que falta y siguen diciendo una y otra vez que lo han matado, le han dado un golpe certero que lo ha tumbado y el chico no se ha metido con nadie. Entonces te fijas en la ropa, pantalón negro y camiseta blanca, pies grandes, vuelves a mirarlo y parece ser. Buscas datos en lo único a tu alcance, su pelo, y no ves sus rizos, buscas sus rizos y no están ahí, no hay forma de saber si sí o si no, se ha formado un barullo de gente a tu espalda, y han llamado a la ambulancia que es todo cuanto podrías hacer. Piensas en los padres de ese chico que conoces, en su hermano, en su novia, un solo minuto te basta para pensar. Piensas tanto que te mareas y no te dejan salir de allí, te han encerrado en ese corro improvisado de incredulidad y aunque no has visto un solo rizo de los muchos que tienes te ahoga la sola posibilidad de que aún no pareciéndote, sea. La gente sigue gritando que no se mueve, que lo han matado y que el pobre chico no hizo nada, que han venido por detrás y le han dado tal golpe que lo fulminaron.

-Por favor, déjenme salir de aquí, que me está dando mal_ en ese instante se clavan cuatro pares de ojos masculinos en mí y sin decir nada le piden a la gente que dejen paso, una sonrisa que es una línea recta sin más como agradecimiento sirve para poder alejarse de una vez, y esperar que no sea.

En el fondo sabes que no era, no podría ser, porque la vida no puede ser de pronto un lugar tan inhóspito. Una parte de tu cerebro se pregunta porqué no, ¿acaso el resto de chicos mortales no tiene padres y hermanos ...ni novia? ¿Y cual es la suma de todos los que mueren cada día siendo completamente inocentes? Ya sea por enfermedad, accidentes, atentados, catástrofes del tipo que sea, hambre, penuria o guerra...¿acaso uno necesita de una gran razón para morir? Pues no, uno se muere de repente y punto, todo se acaba cuando menos se espera, ¿o acaso no?

-Vaya, pues sí que se mueve_ comentan de pronto.

Vuelves la cabeza y ves al chico caminar sujetado por dos amigos. Pues camina bastante bien para haber estado muerto durante tanto tiempo. Es entonces cuando comparas este chico con el otro y es mucho más bajo, tiene el pelo lampiño y no se le parece en nada de nada, solo en que viste un pantalón negro y una camiseta blanca. Vuelves feliz a donde estabas y comentas el susto que te has llevado creyendo quien era ese chico. Unos ojos redondos de color avellana te miran fijamente y te preguntan incrédulos porque se te ocurren ese tipo de cosas.

-¿Pero cómo iba a ser si se fue a su casa hace ya un pedazo?

En esa pregunta se camufla la ira de que lo hayas pensado tan siquiera y esos ojos fijos se entrecierran levemente para hacerte ver lo odiosa que eres a veces. Sonríes, y como una y mil veces te repites que debes mantener a raya la imaginación.


domingo, 5 de septiembre de 2010

Personajes fascinantes

Las verbenas de verano llegan a su fin y una cierta nostalgia pulula en el ambiente ante la llegada inminente del nuevo curso. En la despedida de los días de sol que amanecen sobrecargados de luz, días que algunos exprimen con febril inquietud tal como exprimen todo, y que otros dejan pasar acompasando los minutos, casi morosamente. Este verano más que nunca tuve muy clara la diferencia entre pueblo y ciudad, bueno ciudad mini, y he llegado a la dudosa conclusión de que los de ciudad -aunque sea mini- tienen mucha más vida que los de pueblo tranquilo. Mucha más vida real, de esa que se da cuando a diario uno se interrelaciona con muchas personas y se vuelve más espontáneo, más adaptable, más permisivo, más receptivo y más fácil de encajar en todos los ambientes. Sería muy fácil verlo así, ¿pero es cuestión del lugar donde uno vive o de la persona que se es? Esta pregunta más que ninguna otra me llevo preguntando hace meses, y sobre el texto que escribo en mi cabeza aunque no quiera, y que creo que jamás trasladaré a papel se suman y se restan las respuestas, se interponen y se traspapelan en un cuento sin fin.

Fascinada me hallo, y es que hay personajes de carne y hueso que se presentan ante mí desde que vivo empeñada en no escribir y me descentran todo el tiempo. Antes este tipo de personajes los inventaba para mis historias, pero en verdad jamás creí que existieran, y ahora resulta que existen de verdad. Y de veras que me inquietan. Son lo menos parecido a lo común que uno se pueda encontrar y eso se sabe por la cantidad de gente que pueden meterse en los bolsillos, y de continuo. Por las sonrisas que dejan a su paso, por las palmadas que les dan en las espaldas, por lo fácil que les es cumplir lo prometido cuando de veras quieren o lo imposible de que se comprometan para algo que no quieren hacer, y su forma tan abierta de decirlo.

Es cierto que me encanta escribir, pero disfruto mucho más observando a un personaje verdadero en acción por lo mucho que me desconcierta. Y es que últimamente hago pronósticos de toda índole que jamás se cumplen, y admiro más que nunca cuanto pesa la verdad cuando es verdad. Y la de pruebas que ha de superar una verdad en una sociedad tan dada a la mentira. La sociedad del todo vale que se frustra cuando sopla y sopla, y la casita de los corderitos sigue en pie. Les resulta insultante que puedan vivir en paz en medio de su verdad mientras los grandes castillos se derrumban, y mientras ignoran que en el espeso bosque los lobos astutos se afilan los dientes y traman un nuevo ardid.

¿Porqué nos costará tanto entender que los cuentos más simples son los únicos que cuentan la verdad?...

sábado, 4 de septiembre de 2010

Formas de colaborar

Basta con querer
basta con intentarlo
a veces con intuirlo
o haberlo esperado toda la vida

Basta con saber que no se está solo,
con la certeza de que juntos podemos
sin esperar nada de los grandes,
que siempre apoyan a los de su medida

Basta con buscar los caminos
que llevan hasta la salida para encontrarlos,
y seguirlos toda la vida
en un compromiso solidario

Basta con ser mejor de lo que se es
aún siendo los mismos,
porque lo importante es no es cambiar,
es enriquecerse buscando formas de colaborar.


Una buena noticia para mí, y quiero compartirla con los que estáis de alguna forma, y que sabéis lo mucho que me gusta el silencio:


...Y que las cosas sean justo como deben ser.


viernes, 3 de septiembre de 2010

Intentarlo para mejorarlo

Un escritor profesional se queja porque determinados libros que se publican ni son poesía ni son novela. Hasta ahí puedo estar de acuerdo. También asegura que se publican muchos libros que ni debieran ser escritos…aquí me cruje un poquíto el ánimo, porque escribir es ante todo un acto de libertad, al menos para mí lo es más que cualquier otra cosa. Es inventarse un espacio tan amplio como se antoje y andar por el sin cortapisas, lo cual hace del acto de escribir en sí mismo un lujo al alcance de cualquiera. Cualquier persona con un mínimo conocimiento del abecedario puede escribir si se le antoja, aunque escriba vaca con b, o nube con v, gato con j o huella sin h. La vaca del pasto, la nube del cielo, el gato del tejado o la huella en la arena siguen siendo la misma cosa, no voy a ponerme tiquismiquis porque alguien me escriba un cuento que puedo entender poniendo algo de mi parte, ¿Qué madre del mundo no recibió alguna vez un elaborado poema que atesora como oro en paño lleno de faltas de principio a fin? ¿Era menos perfecto en su composición por no manejar ciertas normas? ...¿Verdad que no?

Sobre el mundo editorial cabe decir que cualquier editor puede editar lo que se le antoje del mismo modo que cualquier lector puede leer lo que libremente le apetezca.Porque una cosa es el producto y otra el etiquetado. Yo no puedo envasar ancas de rana y hacerlas pasar por alas de pollo, que es algo que se viene haciendo así porque sí en el mundo editorial, eso no vamos a negarlo. De ahí que muchos escritores se rasguen las vestiduras y con razón, en esa historia no entro. No me atañe, porque yo no soy escritora, soy ama de casa y bastante tengo ya con lo mío y con mi forma de ser para andar buscándome problemotas.

Por eso me viene a dar lo mismo que se publiquen libros de poesía que no lo son, novelas que no son novelas, que se les de bombo y platillo, que se vendan como churros, que invadan el mercado aislando a los escritores de verdad que cada vez lo tienen más difícil para destacar si no tienen un nombre muy hecho. Y me da lo mismo porque yo no vivo de escribir, y como lectora sé de antemano los libros que me van a gustar –sean buenos o menos buenos- y solo esos me leeré hasta el final, y solo ellos me recompensarán que es mi verdadero objetivo. Una lectura que aporte algo a mi yo común, que me beneficie en mi vida diaria. Punto y coma.

Me tropezaré con esos libros de artificio de escritores de humo que son superventas y también un engañabobos, ¿quien no se ha tropezado con alguno?, pero tampoco me quitará el sueño porque lo devolveré a biblioteca tan campante y jamás se me ocurrirá repetir, incluso me reiré sarcásticamente cuando lea su título de perfil. Porque a mí no me ha engañado, no es literatura, es bazofia. O es un tormento, o trata un tema que me horripila, o me angustia, me desagrada, me recuerda precisamente lo que quiero olvidar, o quien sabe cuantas razones más habría para que la balanza se incline del lado negativo de un modo fehaciente.

Todos los días cocino sin tener mano con la sal, o plancho dejando alguna arruga que después de bien planchada no conseguiré quitar, o siego doblando la punta de la guadaña, o riego la tierra pisando una planta que intentaba hidratar, o escribo en lugares diferentes sin tener ni repajolera idea de escribir. Para muestra un botón. Es más, si tuviese que hacer solo aquello para lo que estoy preparada sería una persona muerta. Y prefiero vivir arriesgando, porque quien arriesga al menos lo intenta y tal vez lo único a lo que tengamos alcance sea a intentarlo hasta que se vaya dando, puesto que aprender suele tener mucho de constancia.

Es por eso que prefiero que haya malos escritores a buenos asesinos. De los primeros uno puede huir tan lejos como quiera, de los segundos no. De los primeros uno se recupera, de los segundos jamás. De los primeros uno tiene la opción de aprender, de los segundos solo se obtiene un silencio precipitado de eternidad. Y esto es algo que todos sabemos, porque todos los días tenemos de unos y de otros, a los primeros se les rehuye, a los segundos tan solo se les puede maldecir, porque ante todo somos humanos y nos equivocamos...algunas veces con menos remordimientos que otras. Lo siento pero aquello que Petronio le dijo a Nerón de: mata pero no escribas poemas no me sirve. Si quieres matar a alguien hazlo en papel.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

¿Escribir para qué?




Para entenderme cuando nadie me entiende.

Para pensar los pros y los contras.

Para callarme cuando debo callarme.

Para quejarme sin herir a nadie.

Para adaptarme mejor a las novedades.

Para dejar de pensar lo que no tiene remedio.

Para no olvidar lo que fue importante.

Para recordar lo que el tiempo ha llevado.

Para construir y reconstruir.

Para tener más posibilidades.

Para no perder la capacidad de soñar.

Para viajar de gratis por todo el mundo.

Para alojarme en muchas otras pieles.

Para vivir más vidas en una sola.

Para sorprenderme de lo que puedo inventar.

Para inventarme un mundo perfecto.

Para poder vivir conmigo pese a lo poco que me soporto.

Para soportarles pese a lo mucho que me quieren.

Para descubrir nuevos días nada parecidos al anterior.

Para alimentar a mis ojos con sopitas de letras.

Para tener tantas vidas que ni sé quien soy.

Para dejar algo mío cuando al fin me vaya.

Para llevármelos a todos allá donde esté.

Para crear nuevos lazos alrededor de uno solo.

Para no aburrirme, ni desesperarme, ni dejar de ser.

Para tener una vida de cuento.

O para contar el cuento de una vida.

...Para lo que sea...escribir porque sí.




viernes, 27 de agosto de 2010

Un poco de mentira

Hay una frase de Eugenia Rico que dice más o menos que siempre se escribe con un poco de mentira y un poco de verdad. Me reí al leerla por su verdad desnuda. Porque es imposible escribir sin esa combinación fabulosa, incluso una carta dirigida a tu mejor amiga. Siempre hay realidades que no podrás contar, o sueños más reales que cualquier acontecimiento del presente.

Incluso a veces uno intuye cosas que sabe que sucederán, el porqué se escapa, pero termina por pasar más tarde o más temprano aquello que tanto inquieta. Y entonces te preguntas si acaso lo pudiste remediar, ¿es posible salvar una vida que sabes que se acaba? Esta pregunta me la he hecho a mí misma montones de veces y la respuesta es no, por eso cruzo los dedos y pido fervientemente no volver a intuir en mi vida esa serie de cosas. No quiero pasar en mi vida por eso otra vez, jamás nunca, nunca más. Es terrible saber que va a pasar algo que no puedes evitar.

Un lector de este blog hace mucho tiempo me puso en la pista, al hacer un comentario en el que decía que era una especie de diario. De momento se me quedaron los ojos muy desorbitados y después sonreí, en verdad este espacio no lo escribo para nadie, lo escribo para mí. Es una especie de remix turístico de pensamientos de los que no encajan en ninguna parte. De esas cosas que uno piensa y que las más de las veces no se pueden contar. Algo así como el contenido de las albóndigas de lata, uno las mira con cierto rictus de amargura pensando qué cosa serían antes de su enlatado perfecto.

Y eso, que uno escribe con un poco de mentira y un poco de verdad, sin saber en qué porcentaje ya la mentira es verdad, o la verdad es mentira. Tal vez a uno le gusta escribir precisamente por eso, porque hay respuestas que jamás alcanzará a desentrañar.

jueves, 26 de agosto de 2010

Color de otoño

Pasear junto al mar en una tarde como hoy
bajo la lluvia que moja las aceras
sobre los papeles que vuelan
como aves azoradas de esquina a esquina,

y que ahuecadas de plumas se sacuden
como uno se sacude de encima la melancolía.
Pasear junto al mar en una tarde como hoy
sin apenas turistas, es como regresar

a Octubre sin pasar por Septiembre,
limpia de bochorno los pulmones
mientras se puede soñar esa historia
que hoy apenas se vislumbra.



miércoles, 25 de agosto de 2010

La mecánica del corazón

He aquí un título que me quiero traer a casa. Añoro su prosa cantarina. Me atrapó su portada, y me sorprendió su historia. Que un niño relate en primera persona su propio nacimiento -tan atípico por otra parte- no es nada usual. Tampoco los personajes que lo habitan, ni los inesperados quiebros a que nos somete de principio a fin.

Me topé con este título por casualidad, y me leí el primer capítulo por internet. Fue como probar el bocado de un manjar exquisito, que una vez saboreado pide un atracón. Pero estoy bastante escamada, de modo que no pierdo la cabeza, cuando me encuentro un título que quiero leer visito la biblioteca chuleta en mano y pregunto si lo tienen, resultó lo tenían, y me pusieron en la lista de espera, estuve en ella durante veinte días, me llamaron y acudí pletórica a recogerlo, pero ni aún en ese momento las tuve todas conmigo. Hay libros genialmente escritos que no puedo leer ni como aprendizaje. Sin embargo su lectura me pareció un sueño de principio a fin, porque pueden hacerse historias amables a la vez llenas de crudeza sin que la acritud se apodere del lector como bilis infectada. Eso le agradecí, que no me llenase de pesadillas sino de sueños, el sueño de algún día poder crear algo así, algo tan nuevo partiendo de historias viejas. Porque como alguien recuerda cada cierto tiempo, solo es posible escribir de otro modo lo que ya ha sido escrito, porque ya todo está escrito.

Me gustan las imágenes que de todo el libro se desprenden, se intuye escrito con mucho cariño, con muchas ganas de soñar, de hacer algo que valga la pena. Releo casi ningún libro, me cuesta mucho releer porque ya se todo lo que va a pasar y se me hace insoportable, pero sé que este es un libro que leeré más de una vez. Y que trataré de hacer una imitación suya que no se le parezca en nada, crear algo nuevo de algo viejo y soñar durante muchas páginas un mundo ideal donde todo se retuerce y se hace imposible, sin perder la perspectiva de que aún así el trayecto puede ser maravilloso. Como la propia vida.

martes, 24 de agosto de 2010

Ir de tiendas

No me gusta ir de tiendas, es algo que aborrezco con toda el alma, más cuanto más concurrido sea el lugar, pero en ocasiones no queda otra, cualquier madre de adolescente lo sabe, y también sabe que siempre hay una tía dispuesta a ocupar ese lugar. Y ya se sabe, cuanto más se posterga algo que no gusta, menos gusta después.

Pero esta mañana me he dado el capricho de ir a una tienda que he descubierto no hace mucho, es una tienda donde se venden libros usados, es bastante grande y hay un remix de libros de lo más pintoresco. Así me compré la enciclopedia de mi niñez hace unos meses, esa que nunca me atreví a pedir a mis padres para traérmela a casa y leerla con mis hijos cuando eran pequeños. ¿Porqué no?, pues porque la colección que a mí me costó veinte euros, a mis padres les costó una pasta por aquellos tiempos y se convirtió en mi lectura asidua casi todo el tiempo, esa enciclopedia y otras más que cada vez que entro en esa tienda aspiro a encontrar. Ese es el principal motivo de que de cuando en cuando me de una vuelta por ella.

Esta mañana me he traído seis libros, de diversa temática, de los cuales dos me hacen una gran ilusión, uno es un gran clásico de la literatura infantil de todos los tiempos, una verdadera joya que hará que vuelva a entregar libros de la biblioteca sin leer pese a que me gustan y están muy bien escritos. Y el otro es de un viejo amigo escritor y habla de caballos. Ver su nombre en el perfil del libro hizo que me diese un vuelco el corazón, porque es una garantía de que el libro me gustará y quiero hacerme poco a poco con todos los que ha editado. Opino que de un buen escritor uno lo aprende todo, y que de uno malo tal vez se pegue algo.

Ah, por cierto me he traído un gran clásico antiguo inglés también, que me ha recordado lo mucho que me gusta la película, que es lo hasta ahora sabía de esa historia. Un clásico maravilloso y en toda regla.

Vamos que me he traído ilusiones y retazos de melancolía para soportar el gris invernal, los vientos, los días de lluvia y el frío de la próxima estación que hoy casi se adivina a través del ventanal. Pasan los años y los días y uno nunca deja de ser quien fue una vez, cuando apenas comenzó a leer. No se engañen, no se cambia jamás, tan sólo se cumplen días.

lunes, 23 de agosto de 2010

La canción del verano 2010

Todos los veranos suena una canción que nos gusta más que las demás por las circunstancias que sean. Yo no tenía ni idea de que existía esta canción hasta que alguien se la dedicó a alguien. Siempre digo que en las letras de las canciones que uno escucha hay una impronta de lo que uno es cuando se queda a solas consigo mismo. Creo que no me equivoco si digo que habiendo tantas canciones para dedicar, escoger esta precisamente dice mucho. Y es que a veces una sola canción puede decirlo todo, es la magia del mundo musical, que pone las palabras adecuadas cuando decir algo profundo es tan difícil. Esta canción me suena a primer amor de juventud de principio a fin. Un tierno amor de esos que se afianzan en el tiempo.

Canción: Mi niña bonita, de Chino y Nacho.








Trabajo de documentación

De todos los trabajos de documentación que he llevado a cabo para el relato de Multiplicado por mil, que ha sido extenso, me quedo con el más completo, si cabe, que me he encontrado. Entre estas páginas me encontré al gordo seboso que en mis años de escuela me sacaba a empujones de las puertas aún cerradas del autobús que nos llevaba a casa, lo mismo a la hora de la comida que a las cuatro y media de la tarde. Este sujeto al que más tarde calificaron de bombona, por su parecido a una bombona de gas, me triplicaba en tamaño, pero no en agilidad física ni verbal, de modo que nunca llegó a quitarme la opción de elegir, al ser la primera en subir al bus, el lugar donde me quería sentar. Que era justo donde me apetecía precisamente porque era la más veloz y la más insistente de cuantos viajábamos a diario.

Este sujeto se ha casado hace ya bastantes años y su mujer es un amor de mujer, no puedo mirarla una sola vez sin preguntarme cómo le soporta, ya que con el tiempo es aún más desagradable todo él. Tiene un rictus de perro enfurruñado de continuo que casi espanta. Espero no hacerme nunca famosa para no tener que responder en un plató a la pregunta de su nombre y apellidos ( porque los diría tan ricamente y tengo familia a la que no quisiera someter a la más odiosa de las vergüenzas, creo que eso se sobreentiende, pero por si acaso lo aclaro. Nadie se ría que hoy en día si eres inepto también puedes tener tu minuto de fama, todos los días vemos ejemplos...)

Sucede algo curioso, una vez que encasillas a alguien ya no hay forma de desencasillarle, cada vez lo ves más claro. Quizá un día de estos iré a sentarme al diván de un psicólogo, para que me analice y vea si aún tengo remedio para convertirme en un ser normal.

...O bueno, quizá no, porque la verdad que no tengo tiempo para el psicoanálisis, ni me sobra el dinero para gastarlo en que me escuchen, y a decir verdad, y aunque no lo parezca me divierto un montón siendo como soy. ¿Y si luego no me río tanto conmigo misma que pasaría?, ¿Podría retornar a mi anormalidad tan entretenida? Mientras no me den la respuesta afirmativa creo que paso, no vaya a ser...

Esto no es para tomarlo a risa, lo dejo aquí para quien quiera leerlo porque es cuando menos interesante. Algo que toda mujer debería leer por más que mi hijo insista en que muchas de estas informaciones las hacen con tópicos típicos. Yo por si acaso lo dejo aquí para leerlo de vez en cuando e investigar. Aunque sea a las gentes imaginarias que siempre me rondan.


Bloque temático: Abuso y maltrato




domingo, 22 de agosto de 2010

Encontrar las palabras adecuadas

Las palabras adecuadas tienen mucho de curación médica. A penas voy al médico, soy afortunada, eso me dijo un hombre que perdió su barco en el mar, estuvo tres días a la deriva y se quedó naufragado toda la vida entre miles de frascos de pastillas. Ese mismo día me di cuenta de la mucha suerte que tenía de haber sido una persona sana toda la vida.

Todos mis males se curan con palabras escritas o leídas. Esto es así desde la primera vez que intenté entender el abecedario, cuyos trazos escritos a lo largo y ancho de una pizarra contemplé por vez primera y ahí mismo me enamoré. Supe que había un mensaje para mí ahí expuesto. Mis hermanos me cedieron de buena gana su lugar en aquella escuela de verano. Pero a mí me costó mucha cabezonería el que me apuntasen a mis cuatro años de edad. Fue el verano en que todos mis males comenzaron a curarse para siempre, justamente porque fue el verano en que aprendí a leer. Y también a escribir y a garabatear con casitas y flores los márgenes de todas las hojas.

Ahora leo en todas partes y todo el tiempo, y trato de no escribir, pero eso es imposible. Acabo de encontrar unas palabras hermosas que jamás antes había leído, por eso las dejo aquí, para que quienes tampoco las hayan leído las disfruten. Son hermosas.



Al mal tiempo buena cara

En el pueblo marinero por el que paseo, hay una calle peatonal que lleva hasta el puerto. Y unos pisos bastante nuevos con un ventanal enorme en el salón, en el segundo piso de ventanas granates un sillón junto a la ventana donde un señor muy anciano observa la calle. Suele vestir un pijama azul marino y una bata granate, sujeta entre las manos un periódico y de cuando en cuando mira a la gente que pasa.

A mí me gusta caminar fisgando el interior de las casas, pared amarilla, mueble clásico, cortinas de piolines cabezones, un gran oso blanco sobre el mueble, un cuadro de un barco...me refiero a eso, me encanta la mezcolanza que se es capaz de acumular mientras se camina. Por eso, precisamente un día me topé de frente con la mirada de ese señor apoltronado en su sillón. Nos miramos de frente un segundo y me saludó con la cabeza, algo azorada -lo reconozco- le saludé también. Desde entonces nos miramos y sonreímos sin llegar a saludarnos, yo siento una gran admiración por él y creo que él a su vez me admira también, porque puedo patearme la calle sin problemas, algo que hace tiempo que él no puede hacer.

Eso lo había deducido sin saber muy bien porqué, bueno, porque es un hombre muy anciano. Pero el domingo pasado estaba tomándome una pinta de mosto en un bar y le vi entrar agarrado del brazo de una nieta, eso imagino. Me miró y me saludó, yo le saludé también y de nuevo le admiré. Le calculo unos noventa y dos años, blanco como la leche, muy huesudo, se ve que un hombre estudiado, con un nivel alto de ingresos. Se pidió un mosto también, y repasó con la mirada a todos los presentes, después repasó el mobiliario, como si quisiera conservarlo todo fresco en la memoria hasta la próxima vez que volviese a entrar. Que se sintiese con las fuerzas suficientes para hacerlo.

_ ¿Conoces a ese hombre?_ pregunta mi marido_ te acaba de saludar.
_ Sí, le conozco. Por eso me saluda.
_ ¿Y quién es?
_ Vive en el piso de al lado.

Podría decirse que soy Mari-secretitos, pero hay mil cosas que no se pueden explicar, al menos no a quienes no pueden entenderte. Por eso me gusta relatar, porque en un relato sí cabe de todo. Cabe incluso la elegancia de un hombre muy mayor, vestido de domingo dentro de un restaurante de estilo marinero, con sus redes de pescador adornando las paredes.

El hombre se apoyó en su bastón y en el brazo que su nieta - imagino, por el cariño y orgullo con que lo acompañaba- le tendía y se fue a pasitos pequeños, no sin antes despedirse de todos los presentes. Desde entonces su ventana está vacía, y a mí me da que pensar. Espero volver a verle un día de estos y poder enviarle un saludo que le deje muy claro lo muy importante que es ya para mí saber que está plácidamente sentado en su sillón junto a la ventana. Respirando el yodo de la mar, y recibiendo el calor confortable de un sol de verano.