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lunes, 6 de septiembre de 2010

Las muchas casualidades

Remolino de gente gritando que lo han matado, momento de incredulidad, uno cree que está soñando porque hay cosas que no pueden ser verdad, al menos no en un pueblo que ya estaba ahí desde que naciste. Un pueblo donde conoces a casi todo el mundo, más rumores de que lo han matado, no se mueve ni respira, y el nerviosismo te hace acercarte a ver si puedes hacer algo, y eso que sabes de antemano que todo lo que puedes es añadir más caos al caos presa de un ataque de nervios. Pero aún así quieres saber, puesto que en la suma del grupo hace tiempo que falta un chico y no vaya a ser.

Ves a un joven muy delgado y muy alto, moreno, tumbado boca abajo, todo está en semipenumbra y no consigues verle la cara, tan solo un leve perfil. Y te parece justamente el chico que falta y siguen diciendo una y otra vez que lo han matado, le han dado un golpe certero que lo ha tumbado y el chico no se ha metido con nadie. Entonces te fijas en la ropa, pantalón negro y camiseta blanca, pies grandes, vuelves a mirarlo y parece ser. Buscas datos en lo único a tu alcance, su pelo, y no ves sus rizos, buscas sus rizos y no están ahí, no hay forma de saber si sí o si no, se ha formado un barullo de gente a tu espalda, y han llamado a la ambulancia que es todo cuanto podrías hacer. Piensas en los padres de ese chico que conoces, en su hermano, en su novia, un solo minuto te basta para pensar. Piensas tanto que te mareas y no te dejan salir de allí, te han encerrado en ese corro improvisado de incredulidad y aunque no has visto un solo rizo de los muchos que tienes te ahoga la sola posibilidad de que aún no pareciéndote, sea. La gente sigue gritando que no se mueve, que lo han matado y que el pobre chico no hizo nada, que han venido por detrás y le han dado tal golpe que lo fulminaron.

-Por favor, déjenme salir de aquí, que me está dando mal_ en ese instante se clavan cuatro pares de ojos masculinos en mí y sin decir nada le piden a la gente que dejen paso, una sonrisa que es una línea recta sin más como agradecimiento sirve para poder alejarse de una vez, y esperar que no sea.

En el fondo sabes que no era, no podría ser, porque la vida no puede ser de pronto un lugar tan inhóspito. Una parte de tu cerebro se pregunta porqué no, ¿acaso el resto de chicos mortales no tiene padres y hermanos ...ni novia? ¿Y cual es la suma de todos los que mueren cada día siendo completamente inocentes? Ya sea por enfermedad, accidentes, atentados, catástrofes del tipo que sea, hambre, penuria o guerra...¿acaso uno necesita de una gran razón para morir? Pues no, uno se muere de repente y punto, todo se acaba cuando menos se espera, ¿o acaso no?

-Vaya, pues sí que se mueve_ comentan de pronto.

Vuelves la cabeza y ves al chico caminar sujetado por dos amigos. Pues camina bastante bien para haber estado muerto durante tanto tiempo. Es entonces cuando comparas este chico con el otro y es mucho más bajo, tiene el pelo lampiño y no se le parece en nada de nada, solo en que viste un pantalón negro y una camiseta blanca. Vuelves feliz a donde estabas y comentas el susto que te has llevado creyendo quien era ese chico. Unos ojos redondos de color avellana te miran fijamente y te preguntan incrédulos porque se te ocurren ese tipo de cosas.

-¿Pero cómo iba a ser si se fue a su casa hace ya un pedazo?

En esa pregunta se camufla la ira de que lo hayas pensado tan siquiera y esos ojos fijos se entrecierran levemente para hacerte ver lo odiosa que eres a veces. Sonríes, y como una y mil veces te repites que debes mantener a raya la imaginación.


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