Los Reyes Magos de Oriente llegaron al ayuntamiento vestidos con sus mejores galas. Los pajes reales fueron cargando los juguetes que traían consigo en las carrozas que los pasearían por toda la villa, saludando a grandes y pequeños y repartiendo caramelos a su paso. La pequeña Olaya solo tiene veinticinco días, pero la ilusión de sus padres les lleva a hablar directamente con sus majestades, que prestan atención, buscan sillas donde sentarse y se disponen a posar para la foto.
Se miran unos a otros comparando sus enormes cuerpos con el cuerpecito frágil de la niña. Sin embargo, ninguno se atreve a tomarla entre sus brazos, los padres se impacientan, pensando que quizá no reunirán el valor de dejarles retratar ese momento. Finalmente es Melchor quien pregunta el nombre del bebé ataviado con sus mejores galas, y pregunta el tiempo que tiene. Veinticinco días le parecen la mar de interesantes para sellar ese primer momento en que Olaya puede verles, la niña sonríe al ser alzada entre sus brazos y se acomoda entre la suavidad de la tela real sonriendo a su vez. Un clic deja constancia de que la feliz mamá ha retratado el momento, pero no es suficiente con eso. Llama a un paje real y le pide el favor de fotografiar también a los felices padres, que se sitúan a cada lado de Melchor, quedando entre Gaspar y Baltasar.
Todos dicen: patata; todos menos Olaya, claro está. Y el momento queda inmortalizado para siempre. Olaya recibe su primer regalo de los tres Magos de oriente, junto con palabras dulces, besos y suaves caricias. Los demás regalos llegarán más tarde a su casa, los primeros que los Reyes Magos de Oriente se pasaron a dejar.
Hay otra fotografía de Olaya con sus juguetes.
Se miran unos a otros comparando sus enormes cuerpos con el cuerpecito frágil de la niña. Sin embargo, ninguno se atreve a tomarla entre sus brazos, los padres se impacientan, pensando que quizá no reunirán el valor de dejarles retratar ese momento. Finalmente es Melchor quien pregunta el nombre del bebé ataviado con sus mejores galas, y pregunta el tiempo que tiene. Veinticinco días le parecen la mar de interesantes para sellar ese primer momento en que Olaya puede verles, la niña sonríe al ser alzada entre sus brazos y se acomoda entre la suavidad de la tela real sonriendo a su vez. Un clic deja constancia de que la feliz mamá ha retratado el momento, pero no es suficiente con eso. Llama a un paje real y le pide el favor de fotografiar también a los felices padres, que se sitúan a cada lado de Melchor, quedando entre Gaspar y Baltasar.
Todos dicen: patata; todos menos Olaya, claro está. Y el momento queda inmortalizado para siempre. Olaya recibe su primer regalo de los tres Magos de oriente, junto con palabras dulces, besos y suaves caricias. Los demás regalos llegarán más tarde a su casa, los primeros que los Reyes Magos de Oriente se pasaron a dejar.
Hay otra fotografía de Olaya con sus juguetes.
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