Ella se levanta a las seis de la mañana, para abandonar su cálida habitación y entrar en la caverna helada que es la buhardilla, que no tiene calefacción. El precio de la luz le parece demasiado caro, por eso no enciende el radiador de aceite y se pone a escribir para calentar al calor de las palabras. Quizá hasta las once. En que sus hijos desperezados la vendrán a buscar recriminando que siga perdiendo el tiempo en sus tonterías.
--Escribo una novela, no es una tontería.
--Lo es. ¿Qué esperas sacar de ahí?
Ella abandona el cálido refugio de sus palabras hasta mañana. Sigue pensando que quizá es posible hacer de aquello su profesión, cuando ellos estén lo bastante ocupados construyendo su propia vida. Y no se acuerden de visitarla aunque precise de ellos más que nunca.
Ahora de quienes sí precisa es de aquellas vidas que medio construye entre sus escritos. Le salvan de la incomprensión diaria, de las frustraciones, y de todo aquello que aunque quisiera no puede cambiar.
--Escribo una novela, no es una tontería.
--Lo es. ¿Qué esperas sacar de ahí?
Ella abandona el cálido refugio de sus palabras hasta mañana. Sigue pensando que quizá es posible hacer de aquello su profesión, cuando ellos estén lo bastante ocupados construyendo su propia vida. Y no se acuerden de visitarla aunque precise de ellos más que nunca.
Ahora de quienes sí precisa es de aquellas vidas que medio construye entre sus escritos. Le salvan de la incomprensión diaria, de las frustraciones, y de todo aquello que aunque quisiera no puede cambiar.
Siempre es posible cambiar algo . Un beso.
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