Desde el momento en que leí que había un autobús lleno de libros recorriendo el desierto buscando a los niños sedientos de historias, me emocioné con este proyecto del Bubisher porque no hay nada que le gustase más a la niña que fui, que aquello de que le contaran historias. Aún hoy vivo las veinticuatro horas del día a la caza de historias, tristes y alegres, sin las cuales ya no sé vivir, vivo para leer y para escribir historias; escribirlas a veces en mi cabeza por la excusa cobarde de que no sabré escribirlas adecuadamente, con ello lucho a diario, en eso se ha convertido mi más fiera lucha, tener el valor de escribirlas aunque sea mal, porque mal es mejor que nada.
Pues bien, el autobús del Bubisher atraviesa la arena del desierto lleno de libros y de gente que quiere leer a los niños, porque un niño es un hombre-mujer del mañana y hay que alimentar su mente para que aprendan a pensar por sí mismos, y no les guíen como a corderos que han de ir directos al matadero que ya han elegido para ellos. Hay casos flagrantes en la historia para entender que el mundo es mucho más rico y más amplio que lo que delimitan las fronteras que alguien le haya dibujado a un país, separándole del resto. Decir que la selección de libros dentro del Bubisher se elige bien, puesto que no todos los libros caben ni todos son convenientes para esos niños y lo que se les desea mostrar, supongo que además de muchas otras cualidades una muy importante, la capacidad de soñar, aquella que nadie aprisiona cuando uno la aprendió a cultivar. Yo visualizo siempre ese autobús como un sembrador de sueños y me recreo imaginando a esos niños un día convertidos en abuelos contando a sus nietos como una vez subieron al bibliobús y su vida cambió a mejor, porque a partir de entonces pudieron comenzar a modelar su sueño, ese que les gustó más de entre todas aquellas historias que les leyeron.
Recuerdo lo pesada que yo era cuando no sabía leer y perseguía por toda la casa a un lector, uno que quisiera leerme la historia enlatada que se intercalaba entre los muchos dibujos de esos cuentos que en principio solo tienen una línea o dos. Y recuerdo un día en que mi abuelo me leyó uno como leen los abuelos, que comienzan leyendo la historia enlatada y te acaban relatando algún momento de su vida; supongo que por eso querría que me leyesen el cuento de Pinocho una y otra vez, porque entre la historia de sus páginas había muchas más, infinitas historias diferentes que nunca me cansaba de escuchar. Quizá por eso me haga tanta ilusión ese autobús que recorre los desiertos de los niños y llenan su cabeza de historias que un día estarán felices de saber, aunque sólo recuerden hilos sueltos; sin saber que esos hilos les ataron fuertísimo a la vida.
Pues bien, ayer en la mañana leía esta entrada de Gonzalo Moure y pude sentir la misma tristeza que él, su misma indignación, su misma rabia de que el mundo se empeñe en girar al revés una y otra vez, cuando sería tan sencillo hacerlo avanzar siempre a favor.
Os dejo su entrada
Y enlace al blog del Bubisher
Me ha encantado esta entrada Begoña.
ResponderEliminarY la idea del bibliobus en el desierto es alucinante...
La cultura debería ser accesible a todo el mundo, y más a esa edad que es cuando comenzamos a despertar!
Un abrazo muy grande, y ánimo con tu lucha de plasmar en papel. Recuerda esa frase que has dicho: Escribirla, aunque mal, pero escribirla.
Y lo de mal, hasta cierto punto.
Rebeka, a veces uno sólo tiene palabras para compartir con el mundo y esas palabras se convierten en alimento.
ResponderEliminarAl leer las palabras de Gonzalo Moure uno encuentra una mezcolanza de sentimientos donde la fuerza de seguir adelante en cada momento, gana a toda rabia, dolor o indignación. Es un ejemplo a seguir. Y el Bubisher es una iniciativa estupenda por todo lo que significa.
En cuanto a escribir sigo en ello sumando el tiempo que puedo reunir, es tan apasionante que lo complicado es dejarlo estar hasta el momento siguiente. Pero estoy aprendiendo a trabajar de otra forma, a ratos sueltos, y dejar la historia formarse tal como quiere, paso a paso, tal como vengo haciendo en el blog.
Un beso