Ayer se conocía la noticia de la muerte de José Luis Sampedro, que había sido incinerado y enterrado en la más estricta intimidad, tal y como quería, de modo que cuando nos enteramos ya descansaba en el lugar desde donde dormirá el sueño de la eternidad. No es raro que muera tal y como vivió, con la coherencia de quien dicta sus propias normas y no se vende a la fama, ni al dinero, ni al ruido mediático del exterior. Es curioso como a través de un libro un autor puede ganarnos para siempre, por haber extendido a lo largo y ancho de sus páginas esa escritura que suena a verdad porque parte del convencimiento propio. También curioso, cómo cuando un escritor escribe desde la honestidad, toda su andadura se despliega desde los mismos convencimientos. El libro del que hablo es Escribir es vivir, del que recuerdo la comparación que él hacía entre el escritor y una vaca; que sólo recibe en pago un diez por ciento de lo que crea, lo justo para que subsista y vuelva a escribir. Si bien todo el libro es un canto a la escritura y un análisis amplio de su engranaje. Recomendable sin duda.
Después de leer Escribir es vivir, me leí todas las entrevistas de José Luis Sampedro que encontré y en todas hallé la misma coherencia y sencillez, el mismo sentimiento humilde de quien entiende que lo importante en la vida no lo compran ni el dinero ni el poder; aunque estos aten la libertad de la persona con un yugo fuerte y aunque limiten en cierta forma lo que pudiera ser.
Desde ahora ya no tendremos para leer nada nuevo de José Luis Sampedro, que salió a la calle entre los indignados para protestar por un sistema que sólo favorece a unos cuantos en detrimento del resto, algo que estamos viendo; un hombre que quizá por eso, por lo poco que le quisieron escuchar, decidió partir en silencio, para que nadie fuese a sacarse la foto junto a su féretro, intentando silenciarle a título póstumo. Nadie podrá conseguirlo, porque todo cuanto aportó al mundo desde su convicción permanece ahí y todo lo que debemos hacer es buscar, para intentar seguir siendo libres de pensamiento; que hoy por hoy quizá represente la única libertad.
Una vez dijo:
“Solo los ingenuos y algún premio Nobel de economía llegan a creer que nuestro mercado encarna la libertad de elegir, olvidando algo tan obvio como que sin dinero no es posible elegir nada”.
Puede que se haya muerto, pero sus palabras para siempre estarán vivas, con esa vigencia exacta que nace de una inteligencia imperecedera, que como cualquier clásico, sirve para tiempos presentes y futuros porque resume las claves de la convivencia en la humanidad. Os dejo el enlace a una de sus entrevistas, porque sólo vivirá si se le sigue leyendo, si se le sigue recordando vivo; tal como para mí siempre lo estará. Para mí sólo se mueren quienes escriben letras muertas y las suyas, no exagero, laten a voluntad.
Entrevista de la que extraje sus palabras.
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