Es un caballo pinto que mueve las crines al compás del viento. Está tan bien dibujado en marfil y marrón, que te pasarías horas mirándolo. Tiene la cola negra, lo mismo que el flequillo que de cuando en cuando le esconde un ojo. Su crin es marfil y marrón, dependiendo del trozo de color de donde parta. Y está de suerte, su cercado es tan grande que puede ir y venir por donde quiera para sorprenderte. Mirarte con sus ojos, tan perfilados por naturaleza como los de una actriz capaz de eclipsar la gran pantalla solo con parpadear, y decirte con sus ojos negros todo aquello que con palabras jamás dirá. Son los ojos más expresivos que podrías ver nunca, y centellean de cuando en cuando de pura dicha. Porque él sabe conformarse con casi nada, su golosina preferida es un mendrugo de pan.
Hidalgo es la confirmación de que se puede ser feliz mirando algo que de veras te apasione. Como verlo galopar moviendo sus largas crines al viento. O verlo retrotar porque ha visto a una yegua lozana, y como siguiendo un ritual ancestral, de pronto camina erguido cruzando sus patas delanteras con tal estilismo que da gloria verlo. Hidalgo me ha ganado de lleno, con sus casi quinientos kilos de peso, y su bondad infinita, de hacer cualquier cosa que yo le pida sin miramientos. Tiene tal fuerza que si quisiera llevarme a rastras por el ronzal lo haría sin pena, y sin embargo espera siempre por mí, como si caminar a mi lado fuese el único objetivo que se propusiera. El sonar de sus cascos sobre el asfalto me parecía una música relajante, que sin embargo tras leer esta entrada no volverán a sonarme jamás igual. De pronto sus herraduras son algo que quiero estudiar, y lo hablaré con él en cuanto tenga tiempo.
http://www.gonzalomouretrenor.es/2012/02/16/ignorancia-humana-sabiduria-natural/
Después de fijarme mejor en Hidalgo, corrijo, su crin es marfil y negra.
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