Cuando éramos niños alguien nos contó alguna vez un cuento, y se afanó en poner estrellitas en un cielo oscuro de esa noche que nos daba tanto miedo con sus truenos y rayos dibujando formas fantasmagóricas a diestro y siniestro mientas escondíamos la cabeza bajo la almohada para no escuchar tanto estruendo. Alguien adornó la historia de aquel niño que se destartaló por las escaleras de tanto trotarlas sin mirar donde iba, y fue llevado de urgencia al hospital más próximo donde le cosieron la cabeza sin dolor alguno, desde donde regresó a su casa lleno de regalos. Alguien le inventó para nosotros una grata compañía a ese anciano que vivía solo en su casa, y nos daba tantos quebraderos de cabeza al pensar en sus días y sus noches tan aquejadas de vacío. O le restó una de las siete vidas a ese gatito despistado que un coche atropelló, asegurando que aunque no lo vimos andaba por ahí tan pancho porque restada una vida, le quedaban otras seis.
Alguien alguna vez se afanó en llenarnos de esperanza, en decirnos que todo era posible, que podíamos ser todo lo que quisiéramos con solo intentarlo, llenándonos el corazón de reservas de por vida. Quizá fueran muchas personas, muchos cuentos, muchas películas las que necesitamos para llegar a creer, como ahora creemos, que todo es posible si se intenta de verdad.
En todo caso, ahora que es convencimiento propio que va creciendo día tras día, me encuentro el cuento jamás contado y me tengo que reír. Me río porque en estos tiempos que vivimos tan descreídos de todo es un lujo encontrar tanto ingenio. Y porque quizá a mi edad necesito leer más cuentos de estos, porque quién sabe, quizá sean estos cuentos los que cuentan la verdad: que ni fueron felices ni comieron perdices ;)
Esta bien conocer distintos finales para un mismo cuento.
ResponderEliminarEsta bien que alguien nos cuente que a veces los cuentos no son de color de rosa, creo que a estas alturas todos nos hemos percatado de ello, todos tenemos heridas en el corazón que lo demuestran.
Pero lo que nunca debemos olvidar de aquellos tiempos, es que el cuento de nuestra vida tendrá el final que nosotros queramos que tenga, porque somos quienes lo escribimos.
La vida nos golpeará muy duro, pero en nuestras manos está quedarnos parados y llorar, o sacar nuestro lado salvaje y salir adelante como los nuestros nos enseñaron.
Aunque la tristeza muchas veces me venza, sigo viendo capaz de distinguir la luz entre la oscuridad.
Yo soy mi propia luz. Yo escribiré el final de mi propio cuento y lo reinventaré cada día.
Que nadie nos diga como tiene que acabar neustro cuento.
Que tus manos siempre sigan escribiendo, poniendo la luz entre la oscuridad.
Un beso grande.
Me ha encantado tu relato.
ResponderEliminarMenos mal que todavía hay cuentos llenos de esperanza pues como dices en estos tiempos que vivimos la realidad supera la ficción y no para bien precisamente.
Un abrazo realista
:)
ResponderEliminarMe río contigo.
Besos.
Gracias por vuestras palabras. Aunque no sea lo corriente a veces no tengo más que añadir.
ResponderEliminarSaludos a los tres