_ ¿Y si te pongo ojitos papá, me dejas encenderla?
Esta frase pronunciada por una niña de tan solo tres años de edad, debería preocuparle a cualquiera. Por la forma en que la pronuncia "poner ojitos" ya le ha dado resultado más veces, de modo que algo se le está enseñando mal, y en los casos de hipersensibilidad aguda se sentiría un leve escalofrío al escucharla por casualidad. (Pongamos la versión que no era y sigamos).
_ Vale, anda, pero solo una_ le da una moneda a la niña y espera a que la encienda.
La niña echa la moneda por la ranura y al instante la vela que ha encendido parpadea. Pide un deseo en espera de que se cumpla, es algo que para ella tiene verdadero valor, y quiere creer que se cumplirá. Se queda un rato contemplando como el pábilo se mece hacia los lados y mira de reojo todas las imágenes de la iglesia, intenta familiarizarse con ellas por si su deseo se cumple, y quiere volver otro día a pedir otro. Levanta la cabeza hacia su padre y le anuncia que ya se pueden ir. Han sido tres minutos de reloj y una inversión de diez céntimos de euro. El deseo que Alma ha pedido es tan fácil de cumplir que se cumplirá, a su madre se le pasará el enfado de que no haya querido recoger los juguetes que había esparcidos por la casa antes de irse. Y para cuando vuelva a casa ya ni se acordará, porque estará ultimando todos los detalles de la cena. Le preguntará que tal le ha ido el paseo y escuchará con interés todo cuanto tenga a bien contar, y se reirá una por una de todas sus ocurrencias.
Alma añadirá la frondosa iglesia a todos los lugares que quiera visitar. En penumbra o iluminada será un lugar donde el silencio la invite a pensar. Donde el arte de belleza antiquísima detendrá el tiempo con solo entrar, y donde pedir un deseo capaz de cumplirse la pueda esperar. En ese día y con solo saber escucharla se le habría concedido a Alma el valor supremo de la esperanza. La esperanza que en años venideros la puede salvar mientras espera un milagro verdadero, uno de esos milagros donde todo cuanto cabe es esperar.
No sé porque intuía, que ibas a darle un buen final a esta historia...;-)
ResponderEliminarAhora la Alma de tu historia, al menos sabrá que los deseos, al igual que los sueños, se pueden hacer realidad, teniendo esperanza, y esa esperanza la ayudará a luchar con todas sus fuerzas para conseguirlos!!
Un abrazo,
Rebeca.
Mis hijos me dicen que todo lo que escribo es de suicidio, lo dicen porque nunca pasan del angustioso principio. Todos mis finales son siempre felices. No paro hasta que lo sean, es primordial.
ResponderEliminarSi transcribo una historia real ahí ya no puedo variarla y si no es feliz, sufro, seguramente por no poder reescribirla :)
Saludos
Te dejo mi rincón recién comenzado.Espero que te guste.
ResponderEliminarPara conocer una historia, hay que llegar siempre al final...;-)
Un abrazo,
Rebeca.