Creo que cualquier lugar es ideal para escribir. El único requisito imprescindible es la absoluta soledad. Una soledad donde puedan converger la imaginación sin límite alguno, y la coherencia necesaria para que todo cuanto quede escrito se pueda creer. Ojo que no digo que sea real - todo lo escrito en un simple párrafo lo pudiera parecer, si no prueba a hacerlo tú mismo-, me refiero a que parezca verídico mientras se lee.
Lo demás está sujeto a los gustos particulares de cada uno. Si bien es cierto que incluso viviendo en la extrema pobreza se puede ser un gran escritor, de ello ha tomado buena cuenta la historia de la gran literatura. Es apasionante leer un libro de un buen escritor, pero leer su biografía termina resultando si cabe más apasionante. Por poner un ejemplo que me deja en bastante mal lugar, diré que comencé a leer Cien años de soledad, y terminé abandonando su lectura porque me deprimí de veras entre la atmósfera de las primeras cincuenta páginas, y que sin embargo El viaje a la semilla, que es un libro que relata la vida Gabriel García Márquez me supo a poco. Y como ese podría poner muchos ejemplos, de que a veces lo uno y lo otro son indivisibles. Quizá para contar haya que haber vivido no ya mucho, si no con mucha intensidad aquellas pequeñas cosas que rodean cualquier vida diaria.
http://enriquepaez.blogspot.com/2012/02/la-cueva-del-escritor.html
Un blog donde la tristeza y el buen humor caminan de la mano. Donde los límites entre fantasía y realidad se entremezclan hasta conformar un solo presente.
sábado, 18 de febrero de 2012
viernes, 17 de febrero de 2012
Hidalgo
Es un caballo pinto que mueve las crines al compás del viento. Está tan bien dibujado en marfil y marrón, que te pasarías horas mirándolo. Tiene la cola negra, lo mismo que el flequillo que de cuando en cuando le esconde un ojo. Su crin es marfil y marrón, dependiendo del trozo de color de donde parta. Y está de suerte, su cercado es tan grande que puede ir y venir por donde quiera para sorprenderte. Mirarte con sus ojos, tan perfilados por naturaleza como los de una actriz capaz de eclipsar la gran pantalla solo con parpadear, y decirte con sus ojos negros todo aquello que con palabras jamás dirá. Son los ojos más expresivos que podrías ver nunca, y centellean de cuando en cuando de pura dicha. Porque él sabe conformarse con casi nada, su golosina preferida es un mendrugo de pan.
Hidalgo es la confirmación de que se puede ser feliz mirando algo que de veras te apasione. Como verlo galopar moviendo sus largas crines al viento. O verlo retrotar porque ha visto a una yegua lozana, y como siguiendo un ritual ancestral, de pronto camina erguido cruzando sus patas delanteras con tal estilismo que da gloria verlo. Hidalgo me ha ganado de lleno, con sus casi quinientos kilos de peso, y su bondad infinita, de hacer cualquier cosa que yo le pida sin miramientos. Tiene tal fuerza que si quisiera llevarme a rastras por el ronzal lo haría sin pena, y sin embargo espera siempre por mí, como si caminar a mi lado fuese el único objetivo que se propusiera. El sonar de sus cascos sobre el asfalto me parecía una música relajante, que sin embargo tras leer esta entrada no volverán a sonarme jamás igual. De pronto sus herraduras son algo que quiero estudiar, y lo hablaré con él en cuanto tenga tiempo.
http://www.gonzalomouretrenor.es/2012/02/16/ignorancia-humana-sabiduria-natural/
Hidalgo es la confirmación de que se puede ser feliz mirando algo que de veras te apasione. Como verlo galopar moviendo sus largas crines al viento. O verlo retrotar porque ha visto a una yegua lozana, y como siguiendo un ritual ancestral, de pronto camina erguido cruzando sus patas delanteras con tal estilismo que da gloria verlo. Hidalgo me ha ganado de lleno, con sus casi quinientos kilos de peso, y su bondad infinita, de hacer cualquier cosa que yo le pida sin miramientos. Tiene tal fuerza que si quisiera llevarme a rastras por el ronzal lo haría sin pena, y sin embargo espera siempre por mí, como si caminar a mi lado fuese el único objetivo que se propusiera. El sonar de sus cascos sobre el asfalto me parecía una música relajante, que sin embargo tras leer esta entrada no volverán a sonarme jamás igual. De pronto sus herraduras son algo que quiero estudiar, y lo hablaré con él en cuanto tenga tiempo.
http://www.gonzalomouretrenor.es/2012/02/16/ignorancia-humana-sabiduria-natural/
martes, 14 de febrero de 2012
Whitney Houston
Hace días se conocía la triste noticia del fallecimiento de esta cantante. Personalmente la destacaría, aparte de su portentosa voz, por su forma de interpretar, y el sentimiento que le ponía a todo lo que cantaba. Me gustaba verla cantar, porque a un solo vistazo se adivinaba esa pasión que solo la muerte podía acallar.
Hace tiempo se habló de sus problemas, y de sus apariciones y desapariciones del mundo del espectáculo. Se rumoreó sobre su vida, y se especuló, pero un artista es lo que es mientras está subido en un escenario. Era esa Whitney Houston a la que admiraba, con su mirar sereno, su voz capaz de sacudir el mundo y ponerlo del revés, y todo lo que entre sus gestos se transmitía. Supongo que cada persona nos hace llegar un mensaje, y que el mensaje que a mí me llegaba era el de una mujer dispuesta a luchar y a dar lo mejor de sí a como diese lugar, y en todo momento.
Su historia ha sido una historia de triunfos personales en un mundo difícil de conquistar. Una vida que ahora ya solo es recuerdo. Un recuerdo difícil de olvidar. En estos momentos se especula con los motivos de su muerte, que quizá no son tan difíciles de adivinar. Pero su voz permanecerá por siempre entre nosotros, junto a la pena de que es alguien que ya no está. Otra suma en la lista de pérdidas a título personal. Y es que hay voces, que pase lo que pase, uno nunca dejará de escuchar; pero que suenan muy distintas cuando la persona que cantaba ya es pasado. Si algo no se detiene nunca es la fatalidad.
Al conocer la noticia una frase de Oscar Wilde se hizo luz al fondo de mi cabeza:
En este mundo solo hay dos tragedias: una es no obtener lo que se quiere; la otra es obtenerlo. Esta última es la peor, es una verdadera tragedia.
Descanse en paz.
Hace tiempo se habló de sus problemas, y de sus apariciones y desapariciones del mundo del espectáculo. Se rumoreó sobre su vida, y se especuló, pero un artista es lo que es mientras está subido en un escenario. Era esa Whitney Houston a la que admiraba, con su mirar sereno, su voz capaz de sacudir el mundo y ponerlo del revés, y todo lo que entre sus gestos se transmitía. Supongo que cada persona nos hace llegar un mensaje, y que el mensaje que a mí me llegaba era el de una mujer dispuesta a luchar y a dar lo mejor de sí a como diese lugar, y en todo momento.
Su historia ha sido una historia de triunfos personales en un mundo difícil de conquistar. Una vida que ahora ya solo es recuerdo. Un recuerdo difícil de olvidar. En estos momentos se especula con los motivos de su muerte, que quizá no son tan difíciles de adivinar. Pero su voz permanecerá por siempre entre nosotros, junto a la pena de que es alguien que ya no está. Otra suma en la lista de pérdidas a título personal. Y es que hay voces, que pase lo que pase, uno nunca dejará de escuchar; pero que suenan muy distintas cuando la persona que cantaba ya es pasado. Si algo no se detiene nunca es la fatalidad.
Al conocer la noticia una frase de Oscar Wilde se hizo luz al fondo de mi cabeza:
En este mundo solo hay dos tragedias: una es no obtener lo que se quiere; la otra es obtenerlo. Esta última es la peor, es una verdadera tragedia.
Descanse en paz.
martes, 7 de febrero de 2012
Charles Dickens
Este 7 de Febrero se cumplía el bicentenario del nacimiento de este gran escritor. Es a veces complicado decidir cual es el escritor que uno prefiere, entre el amplio espectro de escritores, pero si me detengo a pensarlo creo que Charles Dickens es mi escritor preferido; si tenemos en cuenta la forma en que como lectora me impactaron sus libros en el momento de leerlos. El recuerdo de Olivert Twist, me asalta muchas veces por la calle, cuando miro a los ojos de algunos niños, que a una sola mirada me transmiten incomprensión. No necesariamente tienen que ir mal vestidos, ni proceder de familias destructuradas, a veces, su mirada me llega desde los sitios bien - entonces me pregunto si alguna vez mis hijos habrán buscado esa suerte de auxilio en otras miradas-. Con esa mezcla de dolor e incomprensión, de sentirse menospreciados e indefensos, ante una perorata cuya crueldad ya no distingue límites. Esas veces, yo me pregunto como pueden perderse de esa forma los papeles y no entender, que haga lo que haga, un niño siempre es un niño. Y que todo lo que un niño necesita es comprensión: saber qué hizo mal, y como se remedia. A veces también me digo que lo que a mí me parece horrible pudiera estar justificado, pero me cuesta mucho de creer. Siempre me repito que no importa la edad que un niño tenga, que un padre y una madre, armándose de paciencia, y con solo intentarlo, se hará entender. Porque si hay algo a lo que cualquier niño esté siempre dispuesto, es a aprender. Y no hay nada que le fastidie tanto como equivocarse, hará todo lo posible por no equivocarse otra vez.
El niño real más parecido a un Olivert Twist que encontré, fue una niña. Y fue hace una treintena de años, pero podría rellenar páginas con esa escena sin obviar un detalle. Sucedió una mañana de un frío Enero mientras esperaba el autobús.
Una familia gitana se acercaba subida en un carro, venían discutiendo desde lejos, y detuvieron el burro frente a mí, en el amplio camino de entrada a una casa. El padre de familia, que rondaría los cuarenta, se bajó de un salto, dejando a su mujer a cargo de las riendas. Tomó en brazos a una niña de unos cinco años, y la depositó sobre el asfalto descalza. El motivo de la discusión era simple, la niña no tenía calzado, ni calcetines tan siquiera, y en una casa vecina les habían dado algunas cosas, entre ellas unas botas que a la niña le estaban pequeñas, y a sus hermanos muy grandes. Pero sus hermanos mal que bien, ya estaban calzados, y la niña iba descalza en un día tan frío que se congelaban los charcos. A los gritos del padre con la niña, la madre con el padre, la niña con los dos, y los hermanos con los cuatro, se sumó el silencio incrédulo conmigo misma. Uno de esos silencios espesos en que quisieras morirte por no ver lo que ves.
Fue un momento terrible, porque el hombre se las apañó para ponerle las botas a la niña. Era mucho mayor su miedo a verla morir de una pulmonía, que a verle rotos los pies. Y el carro continuó su camino con los gritos de la niña que no soportaba las botas, pero que las llevaba de tal forma encajadas que no se las conseguía quitar. Si las voces resonaban de lejos cuando apenas llegaban, al irse habían subido de tal forma de tono que por más que se alejaran seguían allí. A veces se puede entender a todo el mundo, y en el agujero del tiempo que conocemos, se cuela un instante eterno; y se forja un recuerdo que no borrará.
A poco que uno se detenga a observar quietamente, mientras todo alrededor se mueve con frenesí, se sigue encontrando el mundo que Charles Dickens relató entre sus novelas. La celebración de su bicentenario me ha recordado que hace muchos años que quiero leer su obra completa, y que ya va siendo hora. Porque David Copperfield, Cuento de navidad y Oliver Twist conservan un hueco preferente entre mi memoria, y cuando eso sucede nunca es casual.
http://www.rtve.es/noticias/20120206/londres-rinde-tributo-dickens-bicentenario-su-nacimiento/495978.shtml
El niño real más parecido a un Olivert Twist que encontré, fue una niña. Y fue hace una treintena de años, pero podría rellenar páginas con esa escena sin obviar un detalle. Sucedió una mañana de un frío Enero mientras esperaba el autobús.
Una familia gitana se acercaba subida en un carro, venían discutiendo desde lejos, y detuvieron el burro frente a mí, en el amplio camino de entrada a una casa. El padre de familia, que rondaría los cuarenta, se bajó de un salto, dejando a su mujer a cargo de las riendas. Tomó en brazos a una niña de unos cinco años, y la depositó sobre el asfalto descalza. El motivo de la discusión era simple, la niña no tenía calzado, ni calcetines tan siquiera, y en una casa vecina les habían dado algunas cosas, entre ellas unas botas que a la niña le estaban pequeñas, y a sus hermanos muy grandes. Pero sus hermanos mal que bien, ya estaban calzados, y la niña iba descalza en un día tan frío que se congelaban los charcos. A los gritos del padre con la niña, la madre con el padre, la niña con los dos, y los hermanos con los cuatro, se sumó el silencio incrédulo conmigo misma. Uno de esos silencios espesos en que quisieras morirte por no ver lo que ves.
Fue un momento terrible, porque el hombre se las apañó para ponerle las botas a la niña. Era mucho mayor su miedo a verla morir de una pulmonía, que a verle rotos los pies. Y el carro continuó su camino con los gritos de la niña que no soportaba las botas, pero que las llevaba de tal forma encajadas que no se las conseguía quitar. Si las voces resonaban de lejos cuando apenas llegaban, al irse habían subido de tal forma de tono que por más que se alejaran seguían allí. A veces se puede entender a todo el mundo, y en el agujero del tiempo que conocemos, se cuela un instante eterno; y se forja un recuerdo que no borrará.
A poco que uno se detenga a observar quietamente, mientras todo alrededor se mueve con frenesí, se sigue encontrando el mundo que Charles Dickens relató entre sus novelas. La celebración de su bicentenario me ha recordado que hace muchos años que quiero leer su obra completa, y que ya va siendo hora. Porque David Copperfield, Cuento de navidad y Oliver Twist conservan un hueco preferente entre mi memoria, y cuando eso sucede nunca es casual.
http://www.rtve.es/noticias/20120206/londres-rinde-tributo-dickens-bicentenario-su-nacimiento/495978.shtml
Una puerta blindada para el ayer
Es un día lluvioso como los pesares que no nos abandonan. Ella sabe a ciencia cierta que ya todo quedó atrás, que se abren nuevos horizontes y que todo es tan incierto como pueda serlo la vida. Que basta ya de remover recuerdos, preguntarse qué se puede arreglar, qué se hizo mal, cómo solucionar lo que en verdad nunca tuvo solución. Que se está ante la página de un libro que escribe el final de una era que ya fue. Y que nunca volverá.
Que aquel ayer que ahora parece tan ideal. Cuando solo era incertidumbre de un no saber qué pasará mañana. Daba el mismo miedo que da hoy pensar en ese mañana que solo es sombra. Y que no hay mayor verdad que esa: que el pasado reconforta porque ya se sabe como fue, y el mañana aterra porque aguarda dentro todo un mundo de incógnitas. Y que cada día es un gran sobre sorpresa con alegría o pesar, nunca sabes lo que tocará desenvolver.
Pero aún así, el pasado ha de ser cerrado con una puerta blindada, porque el ahora ya ha sido desenvuelto y no puede ser comparado con ese ayer que ha dado paso a un nuevo yo, donde se ha tomado lo aprendido y se ha tomado la determinación de abrir un nuevo camino. Y como nuevo necesita comenzar sin lastre alguno, con toda la esperanza aún por nacer, y los sueños adheridos al bolsillo.
Que aquel ayer que ahora parece tan ideal. Cuando solo era incertidumbre de un no saber qué pasará mañana. Daba el mismo miedo que da hoy pensar en ese mañana que solo es sombra. Y que no hay mayor verdad que esa: que el pasado reconforta porque ya se sabe como fue, y el mañana aterra porque aguarda dentro todo un mundo de incógnitas. Y que cada día es un gran sobre sorpresa con alegría o pesar, nunca sabes lo que tocará desenvolver.
Pero aún así, el pasado ha de ser cerrado con una puerta blindada, porque el ahora ya ha sido desenvuelto y no puede ser comparado con ese ayer que ha dado paso a un nuevo yo, donde se ha tomado lo aprendido y se ha tomado la determinación de abrir un nuevo camino. Y como nuevo necesita comenzar sin lastre alguno, con toda la esperanza aún por nacer, y los sueños adheridos al bolsillo.
Los latidos como voz
Deja que hable el corazón
cuando sea capaz de hacerlo
que eche fuera los arrestos
de lo que no superó.
Deja que hable largamente
sin ponerle cortapisas
que libere lo que arraigado
muy en el fondo le carcome.
Déjale respirar a como de lugar,
que se oxigene de aire nuevo
y que lo rancio se vaya de una vez
para ver, que liberado se transforma.
lunes, 6 de febrero de 2012
De nacer y renacer
Desde el instante en que nació
fue el mejor regalo que pudo hacerle la vida
ahora que ser madre no le pillaba de nuevas
Día tras día intentó verla feliz
y que aprendiese a cuidar de sí misma
a partes iguales sobre la misma balanza
Pero sucedió que no siempre fue así
porque quiso aventurarse en sus propios caminos
y tropezó, se calló y se levantó de nuevo
Y anduvo derecha, y se tambaleó, y se detuvo
de nuevo un momento para mirar el mundo,
y el mundo la miró y se preguntó ahora qué
Sabiendo que ahora solo quedaba recomenzar
recoger amarras, volver a puerto y pensar
en como volver a ser, aquella otra a quien adoraban.
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