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lunes, 17 de octubre de 2011

Cuando el viento amaine

Esperanza llegó a obsesionarse con lo que sucedió, y llegó a obsesionarse por dos motivos, ella misma había aconsejado aquel final después que el muchacho tuvo un día tonto, pero tonto de veras. A fin de cuentas todos tenemos días tontos pensó después y quizá debió haber sabido callarse a tiempo, como hacen tantas madres que no se dedican a aconsejar. Pero había ya varios signos de cansancio, de hartazgo, además de varias señales inequívocas de que todo se lanzaba directo hasta el desastre, y además pensaba ¿qué necesidad de seguir cuesta abajo con tanta desgana?, le parecía desgana al fin y al cabo, sonaba el teléfono al que seguían los síes y los noes, los noes cada vez pronunciados con más desgarro y aversión, por lo tanto ¿qué necesidad de seguir atada por un hilo presto a romperse en cualquier momento y quedarse suspendido por temor a poner un punto y final?

A veces un punto y final a tiempo es una posibilidad de hacer una pausa para después volver a retornar, eso pensaba, pero al pensarlo como siempre sólo podía intuirlo, su falta de experiencia en esto le mostraba la pantalla abierta de otra realidad. Después del punto y final las cosas se complican, se enredan y los odios hacen acto de aparición. El tiempo pasa y rellena, y cada quien vuelve a la vida que hacía, todas las sombras, las dudas y carencias curiosamente vuelven al lugar que ocupaban, y el punto y final seguirá siendo un punto y final hasta el fin de los días.

Esperanza le da vueltas sin parar al ayer y al ahora, se divide ante el deseo idiota de haber sabido callarse y la alegría de haber hablado, porque a fin de cuentas aún faltan muchos años para que encaje al cien por cien en sus vidas alguien más. Antes de caerse el árbol del fruto, quiera o no quiera debe madurar, la naturaleza es sabia y cuando intentas arrancar una pieza, si aún está muy verde, no se deja arrancar. Faltan muchos soles y lluvias, muchas primaveras e inviernos, de ahí que todo esté calmo, de ahí que todo sea yermo, de ahí que todo siga su curso con tanta parsimonia y con tanta paz. Si al otro lado aún soplan los vientos nada puede hacerse, ya se amainarán.

1 comentario:

  1. Por más que lo deseemos, el tiempo transcurre como ha de transcurrir, y con él las cosas que le pertenecen.

    Hay cosas que no se pueden cambiar. Que necesitan su ritmo. Que necesitan sus propios cambios y como tú bien dices, su madurez.

    El tiempo pasa y va poniendo las cosas en el sitio que deben estar.
    Porque si nos apresuramos, nunca serán como deberían ser. Las estaríamos alterando.

    Que Esperanza tenga esperanza.

    Besos

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