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jueves, 28 de junio de 2012

Verbo revisar

Me temo cuando me da por corregir. Me temo y me adoro. Adoro tener el valor de afrontarme desde el principio. De ver todos los errores que fui capaz de corregir desde el ahora, sabiendo que los que cometo en el presente sin apenas presentirlo, un día saltarán hasta mis ojos para darme cuenta de que están ahí, escondidos de forma subrepticia solo para mí.

Me temo cuando comienzo a corregir, me temo y me adoro, porque las horas pasan veloces en el reloj, porque vuelvo a descubrirme y a sorprenderme desde quien soy, desde quien aspiro a ser; desde quien nunca seré.

Es curioso observar ese tiempo en que trazaba las frases con enorme confusión entre lo que quise decir y lo que dije. Que aunque hayan pasado ya quince años desde mi primer novelón de 325 páginas, leo cada una y sé lo que vi y cómo lo vi, para desde el ahora alisar las arrugas, apartar las piedras del camino, restar adjetivos innecesarios, cambiar preposiciones erradas; y dirigir.

Me temo y me adoro, porque pese al tiempo que ha pasado sigue teniendo un sentido para mí, sigue siendo lo primero que escribí, y me anticipé a montones de cosas sin saberlo. Desde el ahora entiendo la lección que ese escrito encerraba para mí, y debo decir que he suspendido con el mayor suspenso de mi vida. Pero que pese a todo tal vez debió de ser así, para que ahora sepa todo lo que sé: que mis prejuicios me arruinan la vida. Que todo prejuicio es carcoma.

Que intento corregir y corrigiendo me paso la vida. Que es un vicio aún peor que escribir. Que es un reescribir con la eterna esperanza de mejora. Una enfermedad en sí, que contagia de salud a lo que toca.

martes, 26 de junio de 2012

Quitando aparcamientos en época de multitud

Hace tiempo que no me daba un paseo relajado por la villa marinera. Y no es que el paseo de ayer fuese lo que se dice relajado, porque caminar a toda velocidad para desentumecerse no admite relajación, sí en cambio ese cansancio del cuerpo que elimina todo estrés. El mar estaba tan en calma como una piscina, el cielo despejado por completo por un sol de rayos aterciopelados avanzando hacia el declive. Los turistas, que habían llenado la tarde con el ahínco de las hormigas fuera del hormiguero, reunidos por todas partes, se habían ido a descansar. Quedaban los dueños de los locales de ocio repitiendo a sus clientes que este año sería aún menos recaudatorio que el anterior, porque la gente ya estaba sin dinero. Apuntaban que la clase media estaba desapareciendo a un paso veloz, y que quienes antes tenían ahora estaban más forrados, y quienes no tenían en situación aún peor. Mientras hablaban yo pensaba en la fatalidad de ocupar los lugares de abajo, de ser esa naranja que está sobre el exprimidor sin mucho más jugo para dar, y que a toda costa siguen intentando exprimir. Quise pensar que se exageraba, que la clase media nunca se podrá extinguir. Y no pude discutírmelo a mí misma, porque en el fondo tengo conciencia de que es así.

Hace tiempo se quiso cobrar un euro por pisar la playa. Y me indigné porque hay mucha gente que no podría pisarla tanto como quisiera. Después se quiso poner zona azul, y me enfadé porque quienes aparcamos todo el año nos dejaríamos una pasta en lo que hasta ahora vino siendo gratis. Y además quienes venimos de las afueras ya nos dejamos lo nuestro en carburante. Pero el alcalde siguió pensando en nuevas fórmulas para llenarse las arcas que ahora tiene vacías y comenzó a estrechar las calles y ampliar las aceras. No pude entenderlo. ¿Para qué queremos tanta acera si durante el invierno somos cuatro gatos? Y en lo que dura el verano, que está todo lleno hasta la bandera, nos cruzamos sin rozarnos siquiera.

Creo que se están ampliando las aceras con el único objetivo de quitar aparcamientos. Para que cuando llegar con tu coche y encontrar un hueco para aparcar, sea tan milagroso, que hasta te ilusione llegar a la torreta verde con tu moneda para extraerle un ticket con el que deshacerte por unas horas de ese vehículo negado, que en ese juego de tetris que es siempre aparcar, no conseguiste encajar de gratis. Se amplían las terrazas de bar, se adornan con jardineras de hierro, se intercalan las recientes palmeras con algún banco casual, y tu villa marinera de siempre, deja de ser lo que ha sido para convertirse en Hawai.

Caminas, sigues caminando en soledad, exorcizando tus viejos fantasmas de antaño y sigues comparando, pero pese a todo, esa villa marinera sigue teniendo su embrujo, sigue llenándote tanto, que sabes que pase lo que pase, seguirá contando contigo un día tras otro, siglo tras siglo, eternidad tras eternidad.

lunes, 25 de junio de 2012

Pensar en positivo

Lo admito, después de leer esta entrada de blog me acudió a la mente la estrofa de una canción de Diego Torres, que siempre que me sorprende en algún lugar, me produce la misma sensación que me produjo el primer día. Esta canción es Color esperanza. 



...Saber que se puede querer que se pueda
quitarse los miedos sacarlos afuera
pintarse la cara color esperanza
tentar al futuro con el corazón...



http://blogs.elcomercio.es/psicologo-de-cabecera/2012/06/24/la-hora-de-todos/

jueves, 21 de junio de 2012

33.000 Familias

La minería asturiana sigue sin saber a qué atenerse. Por el momento parece que ha fallecido sin que lo comunicara nadie. Parece que está destinada a extinguirse como el Oso pardo, pero que el negro carbón, al contrario que los osos, no le preocupa a nadie. Como tampoco los mineros que se encerraron en la negra mina hasta que esto se resuelva, y que va largo de resolverse. Hablo todo el tiempo de quienes llevan las cuentas, de quienes manejan los hilos, de quienes firman los acuerdos que después han de acatarse. Al resto de los asturianos les preocupa, porque llevamos nuestra tierra en la sangre. Porque nos criamos con las hortalizas de sus tierras, porque nos bebemos su agua y respiramos su aire. Aire de la tierra asturiana que mana por nuestra sangre.

Ayer volví a darme cuenta de lo poco que se cuenta cuando se cuenta. De cómo se extravian las palabras que no se quieren decir desde los telediarios, desde la prensa escrita, desde ciertos ángulos. Estaba viendo un telediario regional cuando una mujer de unos cuarenta años gritó frente a la cámara:

- ¡Somos 33.000 familias las que nos preguntamos dónde está el dinero que se ha aprobado para la minería asturiana! ¡Y el dinero no aparece! ¡Solo pedimos que nos lo den, porque somos 33.000 familias las que ahora mismo estamos tiradas en la calle sin saber de qué comeremos mañana!

Lo que dijo no era exactamente así, pero venía a decir lo mismo, pero no pude apuntarlo porque el micrófono no tuvo más de cinco segundos para lo que ella tenía que decir. Y después no he podido volver a verlo. Es curioso que a tantos políticos se les den horas y horas para hablar, y no digan nada, porque se dedican a enrevesar las palabras con ese arte de donde dije digo digo diego que entre ellos se ha puesto tan de moda. Esa estrategia para poder hacer lo que quieran, porque como no dijeron nada todo se amolda.

Es curioso, pensé, la forma en que una persona cabal es capaz de darnos números, esos números que ellos esconden, 33.000 familias asturianas tiradas a la calle de un día para otro sin saber de qué van a comer mañana. Que quieren saber dónde está el dinero aprobado para que sus familias sigan teniendo trabajo día tras día, año tras año. Que piden un micrófono desde donde hablar alto y claro, y que no lo encuentran.

miércoles, 20 de junio de 2012

Es verano

La playa y el cielo son de color gris en calma. Los socorristas sentados en la ramblona conversan acerca de sus cosas, y llevan días así, haciendo tiempo en espera de irse a su casa. Es mucha la gente que sale a pasear por el puerto y la playa a cualquier hora del día, pero a duras penas son uno o dos los bañistas. A mediados de Junio no se esperaban esta situación, y bajo sus chubasqueros naranjas, mientras la bandera verde baila al compás del viento, reciben la visita de un grupo de chicos y chicas que conocieron el año anterior. Algunas de ellas murmuran en voz baja lo guapos que son, y las ganas que tendrían de medio ahogarse para ser rescatadas por esos brazos poderosos o por poner una chispa de angustia en sus ojos color de miel. Al tiempo en que alguna madre amenaza con dar alguna colleja a su alrededor, yo sonrío, aunque en el fondo busco respuestas a mi pregunta de nuevo hoy.

Miro la playa y recuerdo mi última pesadilla como si fuera ayer. Esa que aún no conseguí descifrar muy bien, pero cuyo contenido ya casi se. Nado y nado entre grupos de culebras marinas en plena noche, nado para salvarme no se de qué, y alcanzo una isleta en medio del mar. En ella me siento a salvo, hasta que un grifo que nadie sabe por qué está allí, se abre de golpe y empieza a manar agua a chorro vivo, hasta que la isla comienza a desaparecer bajo mis pies. Y soy consciente de que en apenas unos minutos estaré en medio del mar, nadando entre las culebras marinas otra vez, sin fuerza ni resuello; envuelta en el pánico de sentir sus chapoteos en torno a mí. La luna apenas alumbra. Las luces de los barcos se ven hacia el infinito. Y el poco verde aterciopelado que queda bajo mis pies se va reduciendo hasta que podría abarcarlo entre mis brazos. Fue en ese instante en que desperté.

La playa y el cielo son de color gris en calma. A veces las preguntas que me hago también lo son.

martes, 19 de junio de 2012

Buscar un trabajo

Esta, ha sido mi obsesión en los últimos años, buscarme un trabajo. Ganar mis propios euros. Supongo que como toda ama de casa que al final no se siente satisfecha con limpiar y cocinar. Con ordenar y colocar. Con coser y planchar. Con esperar a que lleguen todos a casa para sentirse completa. Con la continua obsesión por encaminar el futuro de sus hijos, unos hijos, que como es normal, aspiran a encaminar su propio futuro sin intermediarios tozudos.

Llegada a mi edad, más o menos, se escuchan los lamentos de las madres que se han dedicado por completo a sus hijos. Que han conseguido que ellos empiecen a tirar por el carro de su futuro con bastante acierto. Y que saben que deben encontrar algo a lo que dedicarse el resto del tiempo que ahora tienen libre. Cada mujer encontrará su lugar a la medida en que lo haya ubicado. O a la medida en que pueda o quiera. Y yo me he decidido por intentar llegar hasta Amazon, sin marcarme prisas, con mi primera novela. Creo que ese será el lugar desde el que partiré para llegar hasta donde sea. Y creo que lo haré con la novela que dio título a este blog: Días de lluvia. Creo que por algo lo elegí, quizá por la historia que encierra.

Queda tiempo, mucho tiempo de correcciones aún, de decidir si darla a leer a mi gente, o a una correctora profesional. Si decidirme a dar un paso adelante o tres atrás, pero de hacerlo a mi medida, con toda la imperfección que acompaña a todo lo que hago, y el mismo amor. Amor por la vida. Por la palabra escrita, aunque sus vericuetos se me queden muy grandes y me sobren pueblos de entusiasmo en todo lo que hago. Consciente de que algunas cosas me salen bien y otras peor, cada vez que emprendo algo. Y aunque no sepa ni cuándo ni cómo, si hay algo que tengo claro, es que lo haré: un día publicaré en Amazon para dejar que algo de lo que he escrito recorra el mundo con sus propios pies.

Para aquel que se pregunte por qué lo escribo sin tenerlo aún preparado, va la respuesta, para comenzar desde ya mismo ese recorrido. Para decirme en voz alta que sí lo haré.

domingo, 17 de junio de 2012

El macho ibérico

Es el prototipo de hombre que hay que desterrar. Ese hombre que solo ve en las mujeres un entretenimiento, y por lo tanto alguien inferior. Y que incluso cuando logra hacer suya a una mujer como pareja por el resto de su vida, lo hace creyendo que tiene una criada en su casa, una mujer para cocinarle, servirle y lavarle los calzoncillos, tenderlos al sol, y guardarlos bien doblados en su cajón; porque en su mentalidad escasa, quien lleva puestos los calzoncillos es el que manda.

El macho ibérico es además alguien que se permite el lujo de creerse superior, y alguien cuyos argumentos estúpidos no pueden rebatirse; por eso, porque él se cree superior, una especie de Dios omnipotente. Cuando lo que en verdad ocurre es que alguien que no sabe escuchar, o ponerse en el lugar de los demás. Porque al ponerte en el lugar del otro no queda ni un solo motivo para despreciarlo, pues a veces terminas descubriendo que es superior a ti, y el macho ibérico no soporta saber, que sobre todo es un inútil.

En la escala de la vida hay personas que pueden elegir. Y aquellas otras que no tienen elección. Las que saben que no pueden encomendarse a ningún Dios, porque saben que no existe o que está sordo.

Anastasia por ejemplo:

http://pilaralberdi.blogspot.com.es/2012/06/memorias-de-una-prostituta-de-anne.html