Powered By Blogger

lunes, 7 de octubre de 2013

Hablando en plata, soñando en oro, que diría Melendi


No me gusta la situación en la que se encuentra mi país, no me gusta que la sensación que tengo de que las leyes legislan distinto para unos y para otros. De que dependiendo de quién seas y dónde estés el resultado a lo que haces tenga consecuencias tan abismales. No me gusta que la justicia resuelva tan tarde algunos casos o que a mi ver los resuelva tan mal. Que el dinero defraudado por no retorne al lugar del que partió, sino que pulule en paraísos fiscales como en un limbo del que la verdadera justicia no lo pudiese rescatar porque vive ajena a la necesidad de los demás. No me gustan tantas cosas, que me paralizan, tengo la sensación de que mis sueños no sirven para nada, de que no tienen cabida, pero justo entonces rescato viejos escritos y vuelvo a corregirlos, como si solo ellos me sacasen de este abismo cerrado en que me encuentro, como si solo el hecho de perseguir aquella meta que me impulsó a escribirlos fuese lo que me sacase de este encierro en que me encuentro, como si solo la palabra escrita tuviese la fuerza de cambiar este país que no me gusta, que ya ni reconozco, que trae tanta desgracia desde los telediarios y los periódicos a diario que me resta fuerza para todo lo demás.

Y es que un día tras otro las noticias son tremendas. Hay tantas imágenes en mi cabeza que sufro una especie de bloqueo porque a diario me traen el periódico y lo dejan encima de mi mesa, y lo leo, quizá eso me haya hecho despertar del mundo de fantasía en que desde siempre vivía inmersa. A veces me leo y solo leo: yo, yo, yo, lo que pienso, lo que siento, lo que soy y la parte que desconozco y tengo la sensación de que se conjugan demasiadas personas en una. Me pongo siempre en el lugar de los demás y soy una niña de 13 años asesinada, el cabeza de familia que ha perdido su trabajo, su vivienda, todo lo que poseía y el derecho a comer, mientras otros se forran los bolsillos con parte del dinero que doné para el conjunto de un país que alguna vez sentí mío; por eso sé que mientras me iba viniendo a menos otros se fueron a más y guardan millones de euros en cuentas suizas que nadie parece poder rescatar para que me devuelvan lo que fue mío, tuyo, nuestro, de todos. Soy aquel cotizador que tengo que pagar las medicinas de mi enfermedad crónica de mi propio bolsillo cuando nunca estuvo tan vacío que tengo que elegir entre comer o curarme. Soy tantas personas a la vez que en ocasiones me enfermo y siento frío. Me pregunto por qué no gobierna alguien capaz de ponerse en el lugar de los demás mirando desde quienes ocupan el lugar más débil de la tabla. Y me pregunto por qué motivo cuando dé al botón de publicar de este mismo blog, no me quedaré callada como tanta gente de mi alrededor, que me preguntan por qué hago este tipo de preguntas todo el tiempo, por qué fabulo, por qué no dejo quieta mi cabeza y me ocupo solo de lo mío. A veces quisiera ser como ellos y poder conformarme, pero supongo que estoy hecha de otra materia y no puedo, no quiero y además no me da la gana. Si no me gusta el mundo en que vivo y me fabrico uno propio es mi derecho, si cargo con dolores ajenos es mi derecho y también si sueño un mundo mejor. No voy a rendirme porque si me rindiese moriría, y ya que no me toca morir haré lo que considere oportuno dentro de mi tiempo destinado, y vosotros, por favor tampoco os conforméis.

En estos días ha muerto un chico de 23 años, la edad de mi hijo (y en él pensaba mientras escuchaba la noticia, es inevitable supongo). Y se moría en el sofá de un comedor social. Pesaba solo 30 kilos. Horas antes había acudido a un hospital donde lo tuvieron ingresado solo unas horas y donde le dieron de comer leche con galletas. Después para ahorrarse gastos, por la crisis, supongo, le enviaron a la calle sin apuntarle en un papel tan siquiera -supongo que por un ahorro injusto de tinta- las pautas a seguir. Seguramente ignoraba que hacer una sola comida normal en su situación podría matarlo. Y parece que después de efectuarla se murió. Creo que esto retrata el pulso de todo un país y me da lo mismo lo que se diga desde los focos: este país está todo lo mal que puede estar para unos cuantos, y por lo tanto, está fatal para todos. Una sola persona suma lo que suman los demás. Y no hay derecho al continuo desequilibrio entre los de arriba y los de abajo, que viene a decirnos muy alto que estamos como en los anuncios, hay dos Españas, lo mismo que hay Villa arriba y Villa abajo. Y es esto lo que no se puede tolerar porque al mirar el mapa sabemos que hay uno solo, uno que nos tenemos que repartir. Quienes hagan los repartos que sean justos o sino que se vayan a casa.
Nos hemos ganado el derecho a tener una vida digna y a pensar por nuestra cuenta, por eso pese a todo el yo, yo, yo, que sigue habiendo de fondo en esta entrada, le daré a publicar. :(Sin releerme por no censurarme, como tantas veces, y perdonen las faltas; créanme si les digo que la entrada que iba a escribir en principio no tenía nada que ver con ésta, pero por algo sería que fue esta la que salió).

viernes, 27 de septiembre de 2013

Frases para recordar

Ser amable con quien no te agrada no significa que eres hipócrita  sino que tienes la suficiente madurez para tolerar su personalidad.

Esta frase la apunté alguna vez de algún lugar, no recuerdo cual, pero en estos días cobró un significado especial por aquello de que a veces se contrapone el deseo y el deber y creo que se debe vivir conforme a la conciencia de uno mismo. Creo que a veces más que determinar quién tiene razón, lo importante es tratar a los demás como deseamos ser tratados en su situación. 

Y fiel a los principios de cada uno, no está mal recordar que el cariño y la buena educación pueden hacer posible recomenzar otra vez desde un punto muerto. Pasar página no solo en los libros, sino en la vida, y partir desde ese instante sabiendo bastante más que se sabía.

Es sencillo vernos envueltos en guerras que no nos pertenecen, porque dos personas discuten y no deseamos prescindir de ninguna de las dos, aunque cada una de ellas tenga su parte de razón. En todo momento es tu vida y eres tú quien decide, de modo que si decides mantenerte al margen, hazlo y recuerda el comienzo: Ser amable con quien no te agrada no significa que eres hipócrita  sino que tienes la suficiente madurez para tolerar su personalidad.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Inventarse el mundo, pincelarlo otra vez

Creo que es mala época
para tener sueños antiguos
cuando todo alrededor 
es una injusticia
difícil de entender
pero justamente eso
hace que tener sueños
sea tan importante
como no abandonarlos
suceda lo suceda.

Hay épocas pésimas
que solo los sueños 
pueden salvar
ello hace tan necesario
no abandonar los sueños
y seguir trabajando en ellos
aunque ni tú mismo
los creas posibles
pues quizá 
lo importante de los sueños
es solo tenerlos
para que sirvan de sostén.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Las violaciones que prescriben cuando nunca debieran prescribir

Cuando uno es pequeño, piensa que las cosas horribles suceden muy lejos de donde uno vive, va a la escuela, juega con sus amigos o va a la iglesia. Luego crece y resulta que no, que ningún lugar está a salvo de la ignominia. Digo todo esto al respecto de esa noticia que ha saltado hace meses a los medios: un padre viola a sus cuatro hijas, a lo largo de los años en que todo es silenciado, hasta que la menor le denuncia, y la justicia sí puede actuar porque la última agresión sucedió dentro del plazo de diez años en otra década más acostumbrada a bregar con esto, con otros medios y otra mentalidad. Porque resulta que cuando la hija mayor denunció los mismos hechos, corrían otros tiempos distintos y nadie la creyó, la enviaron a casa porque todo lo que relataba carecía de credibilidad. A día de hoy queda demostrado que hace 27 años trajo al mundo a un hijo producto de las violaciones paternas, una prueba de ADN lo demostró.

Pero la ley dice que esta violación no cuenta porque prescribió. Que toda violación sucedida caduca pasados 10 años.

Creo que este caso debería dejar muy claro que una violación no prescribe, al menos para la víctima no. 


La noticia a la que me refiero, la cuenta La Nueva España, recomiendo leerla, aunque no dejo el enlace a ella, porque hay que registrarse para difundirla en redes sociales, lo acabo de leer, y ya no me registraré en más sitios. Hay demasiadas cosas en las que ya dejé de creer, después de saber que nos vigilan por todas partes. 

Es una noticia que cuenta un mundo abobinable en que los padres violan a sus cuatro hijas mientras su madre no parece enterarse, todo raro, ya lo sé. Y donde es la hija mayor la que da la cara, quizá porque ella tuvo que parir un hijo engendrado por su propio padre, producto de sus reiteradas violaciones cuando era tan solo una niña que jugaba con muñecas y soñaba un mundo ideal; un mundo en que los padres cuidan y protegen a sus vástagos de todo mal.

Pues por si todo esto que le sucedió a la mayor de las hermanas no fuese suficiente, ahora, después de comenzar el juicio, su madre y sus tres hermanas se ofenden porque ella dio la cara ante las cámaras y los medios de comunicación, para decir a la justicia que cuando ella denunció estos hechos, contaba con 18 años y la enviaron a casa "porque todo lo que contaba carecía de credibilidad", eso, cuando ella había dado a luz a ese niño producto de esos hechos que relataba.

Puedo comprender esta preferencia de mantenerlo en silencio porque vivo en un pueblo pequeño y porque sé cómo es la mentalidad de estas gentes, a veces no muy distinta a los programas más cutres de cualquier sobremesa de televisión,  pero creo que es esa misma la mentalidad estúpida que se debe erradicar para que algo tan horrible no vuelva a pasar. Pero también creo que no tienen derecho a silenciar sus palabras, después del trato que recibió cuando denunció, porque si como ella misma dice, le hubiesen hecho caso su hermana pequeña no hubiese padecido lo mismo. Tiene todo el derecho del mundo a quejarse porque la justicia está actuando muy tarde.

Antes me gustaba inventarme historias, ahora leo la realidad, y es la realidad la que me frena muchas veces de escribir historias. Veo que entre las historias que invento y las que suceden cada día en el mundo hay un gran abismo, uno que paraliza, pero que sin embargo no me aquietan de escribir en este lugar. A veces las palabras escritas son gritos. No se vayan a engañar.

martes, 17 de septiembre de 2013

La deslealtad de copiar

Se sabe que en el mundo internáutico hay de todo, bueno o malo, mejor o peor, y que cada quien elige el modo en que actúa, dependiendo de quien tenga proyectado ser, en cierta medida. Si hay algo en este mundo de la red que no soporto es la copia. No entiendo el ánimo de copiar lo que otro ha creado, porque crear sólo tiene sentido cuando brota desde dentro de uno mismo, mezclado con la esencia de lo que vive o lo que siente; de aquello que nace de la verdad. Es la verdad lo que otorga de sentido cualquier creación.

Se puede leer una noticia en el periódico y sentir tal indignación ante un hecho que desgarra por dentro, que puede nacer un cuento corto, o un relato largo, o un pensamiento atrapado en un papel más pequeño que la palma de la mano, o un poema que años más tarde al ser leído transmita letra a letra el sentimiento captado aquella vez. Eso es crear, atrapar en letras un conjunto de pensamientos que han brotado porque sí, porque estaban ahí, y porque solo al darles algún tipo de forma, uno puede rebelarse de alguna forma por aquello que nunca ha debido ser.

Así como también puede crearse desde la más inasible de las alegrías. Esto pasa afortunadamente también, uno se siente feliz de estar y de ser, y crea un mundo donde compartir con los demás toda la belleza con que ha sido impactado el mismo creador. Puede el escrito ser mejor o peor, pero captura al instante toda la esencia.

La deslealtad de copiar es algo imperdonable cuando uno tiene la posibilidad de explorar dentro de sí mismo y exponer sus propias ideas, y me parece algo imperdonable por una sola razón, porque si todo el mundo se oyera a sí mismo mientras piensa, este mundo que habitamos sería mejor. Sabríamos qué tipo de cosas nos hacen felices y empezaríamos a perseguirlas, no solo para nosotros, sino para todos. Es por eso que copiar me resulta infinitamente doloroso. No copiéis ni aquello que os gusta en otros, pulirlo en vosotros mismos con lo que sois, sólo lo que nace de la verdad vale la pena.


Os dejo una entrada al respecto para que leáis, porque de ella brotó esta entrada.


La deslealtad de copiar párrafos enteros que otros han escrito es negarles la posibilidad de ser autores de aquello que han creado. Es la corrupción en mayúsculas. Por eso os pido que no copiéis. Tened el valor de escucharos y transmitirlo, aún a riesgo de que otros os consideren estúpidos, porque a fin de cuentas si copiáis lo pensarán también, y en ese caso no les faltarán pruebas rotundas que lo demuestren.







jueves, 12 de septiembre de 2013

Cada libro busca un lector

Hace unos meses hubo un rastrillo en el instituto para recaudar dinero para uno de esos países en los que apenas hay escuelas, y las que hay carecen de recursos. Ainoa paseó sus diecisiete años por allí en uno de aquellos días, iba buscando un libro que ampliase la información de otro que había leído y que despertó en ella el deseo de saber más. El libro era El diario de Ana Frank. Últimamente no es raro que Ainoa rebusque entre los libros que tengo en la buhardilla y que después venga a verme para anunciar que se lleva uno para leerlo, porque ahora le da por leer. Todos los libros que almaceno esperan pacientemente a su lector, pero cada libro busca uno en concreto, por eso le recuerdo que puede llevarse dos o tres, por si alguno no termina de convencerla. Solo le pongo una condición, que siempre me los devuelva, sin plazo de tiempo alguno, pero que por favor no olvide volver a traerlos cuando los termine de leer. Mi sueño es tener algún día una gran biblioteca, compuesta por libros que todos vengan a buscar y a traer.

Pues bien, el otro día cuando Ainoa volvió a casa, me trajo un libro que se compró en ese rastrillo, cuando buscaba un libro semejante al de Ana Frank. Me dijo que ese libro no le gustaba y que si quería podía regalármelo. El libro se titula Radiaciones, de Ernest Jünger. 
Diarios de la Segunda Guerra Mundial. Colección andanzas. Memorias_ Vol.1. Cuando vi la portada le hice saber que Ana Frank era una chiquilla y aquel hombre alguien mayor, y que solo por eso ya eran lecturas distintas aunque tratasen lo mismo. La niña y el hombre, a la fuerza, tenían distinta visión y diferente forma de contarlo, porque cada quien relata la historia desde el ángulo que ocupa en el mundo y en el momento vital en que está. Me miró como si yo fuese alguien que no entiende nada, lo cual es muy posible, y subió escaleras arriba para dejar un libro en su sitio e irse con otro, a lo que volví a recomendarle que se llevase dos, pero no hizo caso.

Aún no he pasado del prólogo de Radiaciones, pero ya decidí que este libro se quedará entre los que tengo, a cambio de algún otro que Ainoa elegirá. No me importa demasiado su elección porque intentaré reemplazar el libro que se lleve en la librería de viejo que visito de cuando en cuando, y trataré de encontrar también la segunda parte de este volumen para completarlo. Aunque es posible que antes lo traiga a casa desde la biblioteca, porque en las librerías de viejo no se encuentra todo lo que se busca en el instante en que se precisa, sino cuando está como por arte de magia, lo importante es tener la lista más o menos hecha al rebuscar y estar abierto a posibilidades que nunca se barajaron. Las librerías de viejo se amplían de forma frenética, al ritmo en que el ebook y las descargas ilegales (supongo), jamás de los jamases encontré tal cantidad de libros para comprar. Es sorprendente la forma en que puedes adquirir allí casi cualquier clase de libro. Hace poco regalé Lo que el viento se llevó a una amiga que siempre quiso leerlo, aunque tuve que quitarle el plástico que lo envolvía de forma perfecta, porque dicho plástico contenía la suciedad de decenas de años, pero el libro estaba impecable, como acabado de editar. Fue increíble ver la cara que puso al extraerlo del papel de regalo... tanto como que siga siendo tan reacia a las bibliotecas.

Pues bien, volviendo a Radiaciones, de Ernest Jünger, me parece un libro que siempre busqué aún sin saber de su existencia.Está escrito con sencillez y diligencia, esto por lo que puede deducirse leyendo trozos al azar. Creo que por un tiempo me olvidaré de los plazos de la biblioteca y me adentraré en esos días de guerra, sintiendo que todas las guerras son la misma, todas lo destrozan todo a su paso y dejan miles de muertos detrás. Vidas amputadas, sueños arrasados, hambre, miseria y precariedad.

Cada cierto tiempo se exponen las razones por las cuales "es imprescindible" invadir algún país. Yo solo recuerdo, por haber leído varios libros de guerra, aquellas por las que sería tan imprescindible establecer la paz. 

martes, 10 de septiembre de 2013

Irse dejando una estela de amabilidad...

Un día, en cualquier momento, suena el teléfono y alguien te comunica la noticia de una muerte que se acaba de producir. El mundo se detiene y piensas en la persona que se fue. Te preguntas qué se llevó de su estancia en este mundo tan contradictorio siempre. Unas veces te parece que esa persona pudo vivir mejor si no fuese tan lo que fuere: cabezota, exigente, solitario, cascarrabias; lo que sea, siempre se te ocurre un calificativo para designar a las personas.

En este caso sería alguien que por una distancia corta no llegó a estrenar los cien y el calificativo sería bondadosa. Una persona que no fue bien tratada por la vida y sin embargo siempre supo sembrar amabilidad a su paso. Alguien a quien no estaría mal saber imitar si no fuese porque las personas son inimitables, cada uno es como es. Me gusta que cuando la gente se va, me deje un gran ejemplo que valdría la pena seguir, creo que ese es el verdadero triunfo de haber pasado por aquí. Por esta vida, algunas veces,tan difícil de calificar.

En los velatorios y los entierros uno se termina dando cuenta de lo distintos que somos y lo distinto que nos comportamos unos y otros, ¿o a caso no?, ¿acaso seremos más parecidos de lo que llegaremos a creer? La verdad que no lo sé, siempre me ataca una especie de pereza por todo ese ritual que acompaña a la muerte, pero que siempre nos termina haciendo aterrizar de nuevo. Vivimos entre las nubes hasta que de pronto se sucede algún final, que nos recuerda que no vamos a estar aquí para siempre. Y que es necesario vivir cada día de los que nos quedan, intentando ser alguien de quien se pueda recordar algo amable, que consiga vencer la amenaza de ese olvido, llamado eternidad.

Se me ocurre que, si una por una todas las personas que habitan la tierra, trabajasen por conseguir la paz con todas las personas que les rodean, algún día la paz sería mundial. 

También se me ocurre una de las frases más bonitas que leí sobre la muerte alguna vez:

"Después de todo la muerte es solo un síntoma de que hubo vida".

                                                               Mario Benedetti