Hace unos meses hubo un rastrillo en el instituto para recaudar dinero para uno de esos países en los que apenas hay escuelas, y las que hay carecen de recursos. Ainoa paseó sus diecisiete años por allí en uno de aquellos días, iba buscando un libro que ampliase la información de otro que había leído y que despertó en ella el deseo de saber más. El libro era El diario de Ana Frank. Últimamente no es raro que Ainoa rebusque entre los libros que tengo en la buhardilla y que después venga a verme para anunciar que se lleva uno para leerlo, porque ahora le da por leer. Todos los libros que almaceno esperan pacientemente a su lector, pero cada libro busca uno en concreto, por eso le recuerdo que puede llevarse dos o tres, por si alguno no termina de convencerla. Solo le pongo una condición, que siempre me los devuelva, sin plazo de tiempo alguno, pero que por favor no olvide volver a traerlos cuando los termine de leer. Mi sueño es tener algún día una gran biblioteca, compuesta por libros que todos vengan a buscar y a traer.
Pues bien, el otro día cuando Ainoa volvió a casa, me trajo un libro que se compró en ese rastrillo, cuando buscaba un libro semejante al de Ana Frank. Me dijo que ese libro no le gustaba y que si quería podía regalármelo. El libro se titula Radiaciones, de Ernest Jünger.
Diarios de la Segunda Guerra Mundial. Colección andanzas. Memorias_ Vol.1. Cuando vi la portada le hice saber que Ana Frank era una chiquilla y aquel hombre alguien mayor, y que solo por eso ya eran lecturas distintas aunque tratasen lo mismo. La niña y el hombre, a la fuerza, tenían distinta visión y diferente forma de contarlo, porque cada quien relata la historia desde el ángulo que ocupa en el mundo y en el momento vital en que está. Me miró como si yo fuese alguien que no entiende nada, lo cual es muy posible, y subió escaleras arriba para dejar un libro en su sitio e irse con otro, a lo que volví a recomendarle que se llevase dos, pero no hizo caso.
Aún no he pasado del prólogo de Radiaciones, pero ya decidí que este libro se quedará entre los que tengo, a cambio de algún otro que Ainoa elegirá. No me importa demasiado su elección porque intentaré reemplazar el libro que se lleve en la librería de viejo que visito de cuando en cuando, y trataré de encontrar también la segunda parte de este volumen para completarlo. Aunque es posible que antes lo traiga a casa desde la biblioteca, porque en las librerías de viejo no se encuentra todo lo que se busca en el instante en que se precisa, sino cuando está como por arte de magia, lo importante es tener la lista más o menos hecha al rebuscar y estar abierto a posibilidades que nunca se barajaron. Las librerías de viejo se amplían de forma frenética, al ritmo en que el ebook y las descargas ilegales (supongo), jamás de los jamases encontré tal cantidad de libros para comprar. Es sorprendente la forma en que puedes adquirir allí casi cualquier clase de libro. Hace poco regalé Lo que el viento se llevó a una amiga que siempre quiso leerlo, aunque tuve que quitarle el plástico que lo envolvía de forma perfecta, porque dicho plástico contenía la suciedad de decenas de años, pero el libro estaba impecable, como acabado de editar. Fue increíble ver la cara que puso al extraerlo del papel de regalo... tanto como que siga siendo tan reacia a las bibliotecas.
Pues bien, volviendo a Radiaciones, de Ernest Jünger, me parece un libro que siempre busqué aún sin saber de su existencia.Está escrito con sencillez y diligencia, esto por lo que puede deducirse leyendo trozos al azar. Creo que por un tiempo me olvidaré de los plazos de la biblioteca y me adentraré en esos días de guerra, sintiendo que todas las guerras son la misma, todas lo destrozan todo a su paso y dejan miles de muertos detrás. Vidas amputadas, sueños arrasados, hambre, miseria y precariedad.
Cada cierto tiempo se exponen las razones por las cuales "es imprescindible" invadir algún país. Yo solo recuerdo, por haber leído varios libros de guerra, aquellas por las que sería tan imprescindible establecer la paz.
Pues bien, el otro día cuando Ainoa volvió a casa, me trajo un libro que se compró en ese rastrillo, cuando buscaba un libro semejante al de Ana Frank. Me dijo que ese libro no le gustaba y que si quería podía regalármelo. El libro se titula Radiaciones, de Ernest Jünger.
Diarios de la Segunda Guerra Mundial. Colección andanzas. Memorias_ Vol.1. Cuando vi la portada le hice saber que Ana Frank era una chiquilla y aquel hombre alguien mayor, y que solo por eso ya eran lecturas distintas aunque tratasen lo mismo. La niña y el hombre, a la fuerza, tenían distinta visión y diferente forma de contarlo, porque cada quien relata la historia desde el ángulo que ocupa en el mundo y en el momento vital en que está. Me miró como si yo fuese alguien que no entiende nada, lo cual es muy posible, y subió escaleras arriba para dejar un libro en su sitio e irse con otro, a lo que volví a recomendarle que se llevase dos, pero no hizo caso.
Aún no he pasado del prólogo de Radiaciones, pero ya decidí que este libro se quedará entre los que tengo, a cambio de algún otro que Ainoa elegirá. No me importa demasiado su elección porque intentaré reemplazar el libro que se lleve en la librería de viejo que visito de cuando en cuando, y trataré de encontrar también la segunda parte de este volumen para completarlo. Aunque es posible que antes lo traiga a casa desde la biblioteca, porque en las librerías de viejo no se encuentra todo lo que se busca en el instante en que se precisa, sino cuando está como por arte de magia, lo importante es tener la lista más o menos hecha al rebuscar y estar abierto a posibilidades que nunca se barajaron. Las librerías de viejo se amplían de forma frenética, al ritmo en que el ebook y las descargas ilegales (supongo), jamás de los jamases encontré tal cantidad de libros para comprar. Es sorprendente la forma en que puedes adquirir allí casi cualquier clase de libro. Hace poco regalé Lo que el viento se llevó a una amiga que siempre quiso leerlo, aunque tuve que quitarle el plástico que lo envolvía de forma perfecta, porque dicho plástico contenía la suciedad de decenas de años, pero el libro estaba impecable, como acabado de editar. Fue increíble ver la cara que puso al extraerlo del papel de regalo... tanto como que siga siendo tan reacia a las bibliotecas.
Pues bien, volviendo a Radiaciones, de Ernest Jünger, me parece un libro que siempre busqué aún sin saber de su existencia.Está escrito con sencillez y diligencia, esto por lo que puede deducirse leyendo trozos al azar. Creo que por un tiempo me olvidaré de los plazos de la biblioteca y me adentraré en esos días de guerra, sintiendo que todas las guerras son la misma, todas lo destrozan todo a su paso y dejan miles de muertos detrás. Vidas amputadas, sueños arrasados, hambre, miseria y precariedad.
Cada cierto tiempo se exponen las razones por las cuales "es imprescindible" invadir algún país. Yo solo recuerdo, por haber leído varios libros de guerra, aquellas por las que sería tan imprescindible establecer la paz.
Comenzado a leer el libro, que tiene formato de diario, me encuentro conque el escritor hace reflexiones en voz alta sobre su escritura y la forma en que debe ser la buena literatura.
ResponderEliminarAdemás comienza su relato de los días un 3 de abril 1939. Tengo por delante 461 páginas entre las que sé que además de aprender, disfrutaré. Y tiene una segunda parte (:
Aquí está, aunque un poco cara:
ResponderEliminarhttp://www.tusquetseditores.com/titulos/tiempo-de-memoria-radiaciones-ii-tiempo-de-memoria
Besos.
Voy por el principio porque estoy corrigiendo una novela eterna. Pero lo que llevo leído del libro me dice que buscaré la segunda parte por donde sea. La inteligencia de un autor me atrapa, y este es un autor que me tiene deslumbrada.
ResponderEliminarSaludos