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sábado, 17 de diciembre de 2011

Papá en fase de prueba

Después de leer esta entrada me dije que estamos en una época envidiable. Hace algunos años, quizá no muchos, a ningún padre se le ocurriría plantearse la cuestión que se plantea JAB. Y si se la hubiese planteado se encontraría con agoreros por todas partes, y quizá hubiese vuelto a reincorporarse al trabajo bastante frustrado. En otras épocas demasiadas personas renunciaron a sus grandes sueños por estrellarse contra las trabas de los demás. Porque no hay nada tan difícil de explicar a quienes nada entienden, que los grandes sueños son siempre los más pequeños; y aquellos que nos aportan la mayor felicidad.

Desde tiempos inmemoriales las mujeres hemos tenido el privilegio de cuidar de nuestros niños con todos nuestros miedos, que una vez se han ido superando un día tras otro, nos dejaron en la memoria nuestros mejores recuerdos, de esos días que ya nunca volverán.

JAB, te felicito, es una decisión de la que jamás te arrepentirás. Y que muchos padres debieran tomar como ejemplo, porque los niños sienten todo el amor que les brinda desde los primeros días. Y desde que llegan al mundo necesitan equilibrar las dos pesas de la balanza en aporte de mimos: papá y mamá.


http://thekankel.blogspot.com/2011/12/nota-importante.html

jueves, 15 de diciembre de 2011

Los personajes de ficción no existen

Esto no lo digo yo, lo dice Blumm. Y después de leer la entrada me digo que los personajes de ficción se parecen siempre demasiado a la gente real. Más aún, los personajes de un libro que no se articulan en su trama delante de mí como si fuesen seres reales, me hacen cerrar el libro y no seguir investigando nada más. Hace años me interesaba saber cómo terminaba la cosa y leía el capítulo final, pero a día de hoy no leo ni el último párrafo si no han sabido hacerse personas de carne y hueso frente a mí. Lo siento, pero me aburre mortalmente seguir a seres acartonados, que se quedan planchados de vez en vez. Las prácticas de reanimación necesarias para insuflarles vida me agotan de tal manera, que me veo obligada a dejar el libro que no se sostiene por sí mismo: consejo de mi doctor.

Sin embargo hay personajes que siento tan vivos que me hacen quedarme entre sus páginas para siempre. De hecho a estas horas estoy atrapada en tantos libros, que ni me consigo encontrar.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Sobre el lector electrónico

Hasta hace unos días no eché de menos ese aparatejo del que poco sé. Y sinceramente no le veía la necesidad, pero he ahí que según avanzamos en la vida -y justo por eso es bueno cumplir días y años- le entendí la utilidad. Fue después de lo tortuoso que me está resultando leer cierto libro que me descargué de la red, y que quiero leer como se merece, con calma y todos los sentidos puestos en él. De momento lo tengo en el ordenador que aquí nos disputamos todos cada cinco minutos, y todos con igual urgencia. Es por eso que no consigo tener la tranquilidad de leerlo con calma. Podría imprimirlo y llevarlo y traerlo sin mucho caos, pero tengo cajas de escritos impresos que reclaman su atención en cuanto me oyen pensar en imprimir otros textos. Son como fantasmas arrinconados que esperan una palmada en la espalda para vestirse la ilusión que antaño tuvieron ante mis ojos, y que ante lo complicado que veo sacarlos a la luz con cierto nivel, van perdiendo inmediatez y se desangran en tinta.

Es aquí donde logré encontrar la pieza que faltaba: un lector electrónico, pensé. Para leer debidamente los libros de otros, y dar un último vistazo seguido de muchos más a todo aquello que me sigue esperando en una caja de cartón de tamaño cuerpo entero. Casi como un ataúd de muertos de aburrimiento que esperan un juicio final falto por completo de juicio. Leer y repasar donde quiera que sea, en cualquier lugar. En tiempos muertos de espera, en letargos de aburrimiento, en los lugares que sea.

martes, 13 de diciembre de 2011

La vida no es un concurso

Rosa estrenó los diez años con una extraña petición: quería dar un paseo a caballo. En su casa todos se miraron como si no se lo terminaran de creer, jamás en sus diez años de vida había dicho algo parecido. Luego hicieron memoria y recordaron las veces que había ido a caballo con su abuelo a buscar hierba para las vacas, allá en el pueblo. Hacía tanto tiempo de eso que el caballo ya ni estaba en casa de la abuela, lo habían vendido cuando murió el abuelo.
Rosa tuvo su regalo de cumpleaños, fue a un lugar donde rezaba: paseos a caballo, y paseó a caballo durante una hora. Volvió con las mejillas arreboladas y los ojos brillantes, y también con una invitación para repetir ese día completamente gratis, tal fue el entusiasmo de su profesor de equitación, que meses más tarde la envió a una escuela de salto.

Fue así como Rosa en unos meses más, ganó su primera escarapela en un concurso de salto. Sus padres hacían números y no les salían, pero Rosa tenía tal aptitud para saltar a caballo que la fueron apoyando mientras les fue posible. En tan solo un año había adelantado a niños que llevaban montando nueve años, que habían nacido entre caballos, y cuyos padres se dedicaban al salto. El orgullo de Rosa tan solo era proporcional a la calamidad de sus padres, que de buenas a primeras se vieron envueltos en un mundo demasiado caro para sus secos bolsillos. Junto a Rosa había varios alumnos a quienes les pasaba lo mismo, les sobraba aptitud para ganar, pero les faltaba posibles. Y la crisis les venció, y fueron desapareciendo poco a poco de las cuadras. En ellas solo quedaron los niños con caballos estabulados. Solo ellos siguieron entrenando a diario y participando en concursos, que por primera vez sí ganaron.

Rosa terminó teniendo suerte, porque sus padres después de varios años pensando en los pros y los contras, le compraron un caballo. No un caballo de salto, o un caballo para concursar, porque jamás tendrían dinero con que sortear tantos costes, sino para pasear. Y cedieron a su única petición, la elección de su caballo. Está muy feliz con él, pero cuando asiste a un concurso como espectadora se le cae el alma a los pies, y comenta que ella lo haría mejor. Todos saben que es verdad, pero la verdad no siempre lleva las de ganar: la vida no es un concurso.



domingo, 11 de diciembre de 2011

Ángeles de cartón

Bien, esta iniciativa de MiánRos es algo que me puede, leer gratis un libro. Decir que MiánRos además de escritor es pintor, lo supe desde el blog de Blanca Miosi, que nos presentó las portadas de varios libros suyos que le encargó a él, y que son según ella, parte de su éxito en Amazon: la gente ve la portada del libro y le apetece acceder a su interior. Yo también lo creo, una buena portada es una prometedora puerta de entrada a un mundo desconocido, y si luego interior y exterior se complementan la sensación de triunfo es mayor.

Soy una internáutica patosa, eso no es novedad porque ya lo dije muchas veces, pero intentaré leerlo. Hay en este momento varios libros disputándose mi interés, ahí va otro más, veremos quien gana. Os dejo el enlace de Ángeles de cartón, que es un regalo de una mañana de domingo cualquiera, que quizá pueda convertirse en especial.


sábado, 10 de diciembre de 2011

Consejos para siempre

Es muy difícil aconsejar, pero lo es más difícil si se trata de los hijos, porque a veces no dejarles hacer lo que quieren es estropearles la vida, y a veces dejarles hacer lo que quieren es estropearles la vida aún más. Al final uno ya no sabe si aconsejarlos o dejarles a su libre albedrío, es por eso que me apunto todos los consejos y los leo, como quien lee algo vital.

viernes, 9 de diciembre de 2011

La isla de Nam

Hace tiempo que se viene recomendando la lectura de este libro de Pilar Alberdi, cuando esto sucede por algo será. Desde hace tiempo sigo varios blog de Pilar, que tiene unos cuantos, y es siempre interesante leerla, además de escritora es psicóloga, lo cual aparte de muchas otras cualidades le otorga profundidad.

Hay tantos libros que quiero leer, y que estoy leyendo continuamente, que al final dejo unos por otros formando un caos. Los bibliotecarios me ven ir y venir de la biblioteca con cierto rictus de fastidio, algunos deben de pensar que yo solita estoy subiendo los índices de lectura en mi comunidad con ese infatigable ir y venir en busca de algo de lo que oí hablar y quiero comprobar por mí misma: este libro o este autor. Lo cierto es que no me aburro, a mis días les faltan horas.

Como ya dije, leí reseñas apasionantes sobre la Isla de Nam, y es un libro que tengo pendiente de leer, de modo que aún no puedo opinar. Pero esta reseña me ha cautivado, la dejo aquí: