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sábado, 23 de octubre de 2010

¿Cómo nace el amor?

Últimamente estoy asumiendo un riesgo enorme, que es intentar acercar a mis lectores ( parece increíble que los haya, pero los hay) a textos que considero buenos de verdad, para dar voz a quienes son capaces de crearlos, que es mi forma de agradecer que los hayan compartido conmigo dejándome ese sabor que solo deja la verdad unida a la belleza, o al arte. Es un riesgo, porque Días de lluvia puede ser el lugar al que no quieran regresar, algo que asumo porque este es un lugar de paso, nunca sé cuanto tiempo voy a permanecer aquí, permanezco porque lo necesito de un modo interior, el cuerpo me lo pide, pero si un día me pide no regresar, no regresaré, es mi forma de ser y a mi edad ya no se cambia. En todo caso jamás dejaré de escribir, es un ejercicio que me llena de vida, motivo más que suficiente para saberlo.

Pues bien, en el recorrido sorprendente que me lleva hasta un blog, que a su vez me lleva a otro, voy encontrando la única colección de joyas que quiero coleccionar: buenos escritos. Y no puedo evitar maravillarme de la casualidad de casualidades que me lleva a descubrir un nuevo lugar en el que me quiero quedar para leer, tanto lo editado como cuanto se actualice. Tengo infinidad de preguntas cuya respuesta busco desde tiempo inmemorial, y una de todas ellas era precisamente la que formulo en el título: ¿Cómo nace el amor?

Si ya era difícil explicarlo una sola vez con tal veracidad, conseguir explicarlo de tantos modos diferentes deja claro que la casualidad no existe, existe el arte. Si el arte se une a una poderosa razón nace la musicalidad de las palabras, y tal parece que estuviesen hablando por primera vez:




viernes, 22 de octubre de 2010

¿Cómo se escribe?

Se escribe asumiendo un riesgo, tomando partido, lanzándose a una aventura que nunca sabes en que terminará, estrujándote el cuerpo, sudando tinta, poniendo en ello lo mejor de ti. Se escribe despierto y soñando a un tiempo, reinventando la realidad, zambulléndose de lleno en un nuevo mundo que apenas puedes vislumbrar.

Se escribe por un oleaje interno, por una intuición, por un temporal que llega y te arrasa, te esparce y te atrapa, te eleva y te choca, para finalmente construirte de nuevo en un nuevo yo. Se escribe por muchos motivos, normalmente se escribe porque no se puede evitar, en mi caso escribo sobre todo por eso, porque aunque quisiera evitarlo no podría, es un modo de respirar...y de ahogarse a veces.

jueves, 21 de octubre de 2010

Sobre televisión

Éramos pocos y parió la abuela, eso diría alguna mujer de las de antes al ver los nuevos canales del tdt casi sin excepción, pero mientras escribo pienso en uno muy concreto que fascina a una personita de quien me siento responsable, es un programa de la MTV, que en mi humilde y desenfocada opinión - quizá- es el supercanaldelabarbysuperestar. Todo marketing para alimento del ego adolescente, el colmo del novamás, la estridencia y la opulencia del oropel.

No se como se titula el programa, lo buscaré un segundo para ser rigurosa seguro que google que se lo sabe todo me lo apunta... Cribs, muy adecuado, seguramente hacen cribas de gente para mostrar los más destacados en algo, que quizá sospechosamente no sea lo más ejemplar.
Delirante. Nos invita a enfocar el lado más facilón, porque si nuestra retina observa las imágenes de las personas que se están muriendo de puritita hambruna la visión sería muy difícil sin duda. Si nos detuviésemos a mirar la de personas que podrían alimentarse con vender a precio de ganga todo lo que nos muestran en ese programa el resultado sería bien diferente al placer que los adolescentes experimentan al ser partícipes de lo que les muestran a través del televisor.

Ya advertí que mi visión está muy desenfocada desde hace tiempo y es por ello que ni tan siquiera me sirve de momento como documentación para algo que quiera escribir. No me interesan los libros que hablan de ricos que solo piensan, actúan, y hablan como ricos. Me parecen una especie sobreactuada de por sí. Uno de esos chicos decía el otro día que estaba encantado de que fuesen a grabar a su casa porque quería demostrarles a sus amigos ricos que él lo era mucho más - era algo así lo que decía, no pude escuchar más, le dí al botón y opté por un silencio cargado de reproches adolescentes, pero silencio al fin-. Soy una carca y amargada me imagino, me da igual, éramos pocos y parió la abuela, eso es lo que digo.

Nadie se piense que me muero de envidia por no vivir así, me asfixiaría, habría llevado al límite todas mis pesadillas, me habría convertido en el ombligo del mundo sin ojos más que para mirar mi gran ego, que aunque pueda parecer imposible sería de un tamaño de un ciento de veces mi supermansión. Es normal que siendo adolescente uno le de mucha importancia a ese tipo de lujos, pero el lujo verdadero no está ahí, está en quitarte un capricho innecesario para poder ofrecerle a alguien algo que necesita de veras. Creo que el lujo verdadero es ese y ninguno más. Un lujo porque se suda sangre para llegar a hacerlo. Justo por eso, porque nos despierta y nos hace actuar, nos hace tomar partido y dejar de mirar justo ahí donde quieren que miremos para no pensar.

Vivimos en el mundo de no mires la realidad, mira para otro lado, deja que tus ojos ojos vagueen por lo que te muestro, deséalo, babea, intenta ser como yo. No pienses en quienes no tienen, en quienes sienten hambre, penuria o calamidad.

Bonitos mensajes para nuestros hijos. Hermosos ejemplos. Sigamos así. Como ovejas sumisas que dispuestas en manadas esperan la puntilla, que así nos irá.

Puestos en la balanza


Mi cordura y mi locura
pesan lo mismo
Mi sueño y mi vigilia
pesan lo mismo
Mi ánimo y mi desánimo
pesan lo mismo
Mi amor y mi odio
pesan lo mismo
Mi potencia y mi impotencia
pesan lo mismo
Mis palabras y mi silencio
pesan lo mismo
Mi fe y mi escepticismo
pesan lo mismo
Mi esperanza y desesperanza
pesan lo mismo
Mi movimiento y quietud
pesan lo mismo
Mi optimismo y pesimismo
pesan lo mismo
Mientras alimento los primeros
tan solo escribo.




miércoles, 20 de octubre de 2010

Cita

Realiza el bueno acciones generosas, lo mismo que un rosal produce rosas.
Ramón de Campoamor


Los años más felices

Ella recuerda los años más felices pasados junto a su padre. Él estaba jubilado y aprendía un nuevo oficio de la mano de su hijo, al que había buscado un trabajo con futuro cuando era apenas un adolescente lleno de espinillas empeñado en no estudiar. A base de buscar un trabajo rentable para su hijo, Ramón hizo caso a uno de sus mejores amigos, que tenía un pequeño taller de soldadura, y que propuso para el chico la cerrajería metálica, el oficio con más futuro en su concejo porque solo estaba él y la gente le venía pidiendo cosas que jamás aprendió a hacer porque no tuvo necesidad, pese a no dominar su oficio en todos los campos estaba a tope de trabajo, esto se lo dijo a modo de confesión. Le aconsejó que el chico, dado que era muy joven aún aprendiese a hacer portillas y portones, pasamanos, verjas, y todo tipo de estructuras de hierro;cuanto más aprendiera acerca del oficio mejor.

El chico, que siempre había sido un gran deportista aceptó el reto con deportividad y se dispuso a saber de ese oficio todo cuanto pudiese. Con el tiempo llegó a hacer verdaderas maravillas en forja y fue cierto, lo que fue trabajo jamás le faltó.

Antes de lo esperado a Ramón le llegó el tiempo de jubilación y no tuvo que pensar ni un segundo a qué dedicaría su tiempo, admiraba a su hijo por las cosas que era capaz de hacer con la forja, y tenía unas cuantas mejoras en mente para su propia casa, de modo que decidió tomarlo como profesor.

Durante ese aprendizaje Ella viajó mucho de su casa a casa de sus padres para ser testigo directo de las clases que su hermano le daba a su padre, daba gloria verlos, vestidos con sus monos azules y sus gorros y gafas como de aviador, mano a mano cortando y soldando. Cuando su hermano se marchaba, su padre le explicaba a Ella lo que era aquel esqueleto de hierros, una portilla nueva para la entrada con mando y todo, pero no una portilla cualquiera, por arriba sería redonda. Ella le observaba montar piezas y soldarlas con la misma ilusión con que un niño monta su castillo medieval recién sacado de la caja en su día de cumple. Asistía incrédula a sus quejas por lo mal que había soldado y admiraba la paciencia con que desoldaba y soldaba de nuevo. Era un perfeccionista nato y parecía capaz de intuir un trabajo bien hecho. Era incansable, tan incansable como un niño que comienza a caminar y quiere recorrerse el mundo de orilla a orilla.

Que era un artista Ella ya lo sabía, pero hasta ese instante no tuvo el material adecuado para rubricarlo. Creó sus propios diseños y con ellos adornó la casa, la entrada y el jardín. Hace seis años que Ramón falleció de pronto, sobre su mesa de trabajo estaban dos hórreos de hierro que le estaba haciendo a Ella para la entrada de su casa. Son dos hórreos casi terminados que Ella nunca tuvo valor para ir a recoger, solo de pensar en ellos se llena de lágrimas porque sabe que el tiempo se detuvo en el momento en que volvió a mirarlos sabiendo que el cuerpo de su padre ya estaba sin vida. Nada desde entonces volvió a ser igual. La vida era un puzzle completo al que de nuevo le falta una pieza. Ella se desespera en cuanto pisa la entrada de la casa de sus padres y ve a su madre tan sola, tan silenciosa, tan menguada desde entonces, tan insegura, con los ojos tan cansados de noches silenciosas. Pero tan a resguardo de la vida entre la forja diseñada por su padre que aparece por doquier. Sabe pocas cosas porque Ella nunca fue una persona de luces, pero sabe que los años más felices de su padre quedaron impresos allí, en el tiempo de jubilación que le llegó para aprender el oficio verdadero de su vida: soldador.

martes, 19 de octubre de 2010

El mundo al revés

No me gusta quejarme, vaya por delante, prefiero actuar, pero no siempre nos dejan decidir nuestros caminos, a veces nos vienen impuestos desde afuera. Pero no soporto dos cosas: que se bajen las pensiones (o los sueldos menos favorecidos, me da lo mismo) y que se hable de jubilación a los 67. Me parece incoherente, injusto y terriblemente deprimente si me da por pensar, porque mi imaginación de tan espoleada se ha quedado sin límites.

Mientras parte de la juventud que no sirve para estudiar o no se molesta en ello lo termina dejando en cuanto puede y se dedica a hacer cursos especializados, normalmente aconsejados por un profesor que le asegura el trabajo seguro en cuanto lo termine. Algo que no siempre sucede tal como lo cuentan, y los aboca de nuevo a comenzar más cursillos que les puedan lanzar. Hacen cursos de calderería, fontanería, electricidad, mecánica, electrónica, informática y un largo etc. hasta encontrar un trabajo de lo que sea, les da lo mismo, ellos lo que quieren es trabajar. Y comienzan trabajando gratis para las empresas y sirviendo de blanco a todos los marrones, algo que les termina de desmoralizar. Entre lo uno y lo otro llegan a los veintitantos y no tienen ningún tipo de experiencia laboral. Los años que han ido pasando han sido perdidos, si les preguntas a ellos, eso te dirán.

Antiguamente no había tantos requisitos, terminabas los estudios y en cualquier taller de cualquier cosa se podía trabajar, lo mismo de carpintero, que de mecánico, de electricista, de soldador… se estipulaba un sueldo y en el momento en que se llegaba a un acuerdo ya había trabajo. Lo mismo podías hacerte modista, que peluquera, que dependienta, que ayudante de cocina. Y sin mayores esfuerzos si la cosa no convencía, ibas cambiando de profesión. La no limitación, y supongo que la mucha oferta de entonces mantenía el ánimo siempre ocupado y daba una especie de ánimo deportivo que lo que es ahora cuesta mucho encontrar. Y si resulta que apenas hay trabajo yo no lo entiendo, ¿qué necesidad existe de seguir trabajando a los sesenta y siete años cuando la juventud no es capaz de encontrar un empleo que dure más tiempo que una vendimia?

No me gusta quejarme, pero cada vez que escucho lo de jubilación a los 67 me viene a la mente la imagen del padre que madruga para partirse las costillas, y la de su hijo de veinte que duerme plácidamente su sueño trasnochado hasta bien cansarse. La del padre que llega rendido de su trabajo justo cuando su hijo – a veces para no escucharle- sale de marcha porque como no madruga… esta imagen unida a la del padre que sale para el tajo antes que su hijo se haya dignado a llegar… y la del hijo que llega hecho una pena y duerme hasta la tarde para en todo caso tumbarse en el sofá con el mando de la tele…

Así un día tras otro, mientras quienes merecen descanso después de toda una vida laboral no lo tienen, y quienes deberían labrarse un oficio con que mantenerse y crear una familia haraganean y gorronean, y asientan sus bases de vida sobre estos cimientos prestos a caer.