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viernes, 7 de mayo de 2010

Desajuste horario




Desde que comencé este blog tengo un desajuste horario bastante frustrante porque no se donde hay que poner la hora, y está en la hora de Vancouver, y sé que que no estoy en Canadá, aunque esas casas de allí y esos paisajes me encanten. Quienes me conocen saben que no doy demasiada importancia a las horas que marca el reloj, que me muevo más por el reloj intuitivo que por el de los minuteros y que soy odiosa en mi falta de puntualidad, si quedas conmigo que sepas que para mí siempre es temprano hasta que comienza a ser tarde. Y que si hay cosas que se necesitan dos días para hacer y me pillas con ánimo las hago en plís, me mueve lo vital y soy así para todo. Pero todo tiene un límite y precisamente por eso pido ayuda. Odio que las entradas de hoy lleven el día de ayer impreso al principio, o que los comentarios que me dejan, poquítos pero importantes para mí, lleven un desajuste horario de tamaña magnitud, porque he probado más horarios y ninguno me encaja. Ale, dispuesta a ser yo misma hasta la muerte dejo aquí esta petición de auxilio capaz de enmudecer al más coherente. Lo siento hay palabras que me encantan en el diccionario y son naturalidad y humildad, creo que son como esa vieja frase de todos los caminos conducen a roma.

jueves, 6 de mayo de 2010

Alejandro Fernández Tour Dos Mundos

En Mayo de 2008 cantó en Gijón ante 15.000 personas y no fui por mi terror a los espacios concurridos. Ahora comienza su gira Dos mundos en Oviedo el 15 de Julio en el estadio Carlos Tartiere y aunque el mundo se hunda yo estaré allí. No me gusta ser una cobarde y no lo seré por una vez, espero. Además necesito ese trabajo de documentación para algo importante, sin ir nada podrá ser igual porque hay cosas que no sirve imaginarlas hay que verlas con estos ojitos que se van a comer los gusanos. No puedo estar más contenta de que al fin Oviedo esté en esa gira y además para comenzar su gira mundial. Dios existe y si no existe que nadie me lo venga a decir porque a mi edad ya no sabría vivir sin él.
Por el momento nada más, pero si no lo soportas no te pases mucho por aquí porque su música suele sonar de fondo mientras camino, mientras conduzco y mientras vivo. Él no lo sabe aún, pero ya forma parte de mi familia. Sí, así de insoportable soy, pero como él canta Así como soy yo soy. Pues eso.

Mensaje en una botella




He aquí mi segunda película favorita. Y mi actor favorito. Historia escrita por uno de mis escritores favoritos también, aunque creo que vi antes la película y después leí el libro, no lo recuerdo; y si el libro me encantó la película me impresionó porque creo que retrata mejor que el propio libro toda la historia. Al menos esos cuadros de la fallecida son mucho mejores en la película de lo que lo fueron en mi imaginación. Creo que llevaba mucho tiempo sin llorar cuando la vi, porque lloré de lo lindo, y estuve una semana de un humor extraño. Cuando le conté a Carlota lo que esta película me removió por dentro se rió muchísimo y me dijo que a ella le encantaban ese tipo de finales que dejan a uno hecho una pena una semana entera.
Para mí esta película tiene un doble significado porque suelo enviar mensajes en botellas, es lo que sucede cuando envías un escrito a una editorial o a un concurso literario. Sabes que no habrá respuesta para ti, pero que aunque no la haya en el amplio infinito no dejarás jamás de intentarlo. Ese significado estuvo ahí, el dolor de todas las oportunidades que no fueron también y el hecho de que el amor te pudiera faltar algún día, también; era inevitable y al tiempo una bomba explosiva. La pena es tener un marido nada cinéfilo y unos hijos que parecen estar vacunados contra todo cuanto me apasiona, y que en cuanto la ponen por la tele me animan a verla, para intentar ser testigos de primera mano. Y es que a los hijos también les gusta sentirse protectores de los seres demasiado inocentes para un mundo tan cruel, eso lo digo para quien no se haya enterado aún, mis hijos a veces me cuidan como si fueran mis padres, sobre todo cuando vemos juntos una película que es demasiado real para mi gusto. O lo suficientemente real para acabar mal. Vamos, que soy de finales pastelosos aunque no los crea.

Los secretos




Es maravilloso. Acabo de abrir el Word y mi hijo me ha dejado la historia de un nieto cubano para que la lea. Mi hijo es investigador político e insiste en que me entere de cómo funciona el mundo, reniega de mi fantasía, él ignora que si no fuese por mi mundo paralelo seguramente ya no respiraría. Leeré lo que me ha dejado, pero más tarde. Y agradezco que con lo mucho que trabaja ahora que ya trabaja, me siga surtiendo de historias pese a todo cuanto odia que escriba. Si me ve aporreando el teclado me manda a planchar la ropa que tengo acumulada o a cocinar, limpiar, lo que se le ofrezca, y además recalca mucho: ese es tu trabajo, cobras por él. A lo que yo le envío a buscar mi nómina porque sé que no la tengo, no cobro ni un duro. Solemos terminar discutiendo; parece que nos encanta discutir y en el fondo lo odiamos.

Ahora diré lo que iba a decir, Los secretos son un grupo musical que en los ochenta me encantaban, y me encantan, pero lo siento: me encanta la voz de Enrique Urquijo y ese aire de eterna melancolía que solo él tenía, ese Déjame que él cantaba como nadie es una de mis canciones preferidas. Su muerte fue y será una pena porque estaba en plena juventud y no deja de ser otra derrota de tantas frente a la droga. Maldita droga.

Hoy quería hablar de los secretos, los secretos de verdad, esos que existen cuando no deberían ni de existir, cuando son una total pérdida de tiempo aunque nadie lo diga. Estamos en la época de las alarmas y deberían llevarla, además de luces y sonido para salir corriendo en cuanto sepa de ellos. No quiero secretos, por favor si tienes uno no me lo vomites encima, o al menos avisa de que vas a soltarme uno y así te diré que te lo guardes, que te lo lleves lejos, que no lo quiero. Eso te diría aun a pesar de ser cargante, no me importa ser cargante y eso es algo que este blog deja bien claro. Y eso, si tienes un secreto aléjalo de mí, o dame tiempo de alejarme como si ya me estuviese yendo. No quiero tu secreto y si vas a contármelo al menos déjame decirte que lo guardaré todo lo que pueda, pero que puedo chafarlo cuando se me olvide que estaba en un rincón blindado de la memoria, porque mi memoria es un trastero donde estoy todo el día buscando precisamente eso, tesoros guardados para rescatarlos aunque ni lo sepa. Tal vez pasen doce años, doce meses y doce días, pero lo sacaré de su encierro entre un montón de cosas a cualquier hora, si me cuentas tu secreto al menos que lo sepas.

Si hay alguien con un secreto parece venir a mí como un imán, todo lo que odiamos se nos echa encima sin que podamos evitarlo, parece ser. Y da igual las advertencias se le haga, lo suelta como yo suelto los sacos de cemento si hacemos obra, los cargo, camino con ellos y en cuanto veo el montón de arena los suelto como si me sobraran.

Hace poco hablaba con una amiga sobre secretos y me sorprendió escuchar que ella sí sabe guardarlos. Yo dudé porque no conozco a nadie que esté segura de haberlos guardado bien, al menos yo no lo estaría porque yo hablo demasiado; y ella habla más que yo, por eso dudé. Ella me dio su palabra de que sabe guardarlos, tal vez esperando que le revelase uno mío, uno que yo no pueda cargar, pero yo tengo mi propio cuidador de secretos que es mi marido, él sí que sabe guardarlos pero no me fío porque si bebe una copa de más se le van regando. Si tengo secretos propios no les hago caso y se me terminan olvidando, a veces tengo la sensación de que todo se me olvida y es verdad, todo se me olvida.

Y es posible que un día en cualquier conversación alguien haga alusión a algo y yo suelte: sí como el día en que …hizo…y se enteró…y la puso de vuelta y media. Quien esté conmigo disimulará, pero le brillarán los ojos, y sus orejas se abrirán como las orejas del lobo de Caperucita, y se estirará hasta mí como si de pronto yo fuese irresistible de veras; entonces lo sabré: ese era un secreto que me habían confiado cuando aún vivíamos en las cavernas y llevábamos un hueso en el pelo. Entonces reiré nerviosa y echaré mano de toda mi fantasía frente al ordenador. Borraré mis palabras, me las tragaré, les vomitaré encima cien palabras más para enterrarlas y solamente lograré dejarlas más al descubierto. Tierra trágame. Otra vez no… por Dios otra vez no. Y resultará que sí, no hay nada que guste más que un secreto a todo el mundo menos a mí, y no es por llevar la contraria o por ser especial, es que soy lo contrario a la gente normal: no soy normal; ser normal es demasiado normal para mi alma errante.

Y no sé guardar un secreto. Porque para guardar adecuadamente un secreto hay que tener una muy buena memoria, y yo tengo memoria de pez fuera del agua. Ya lo sabes, si tienes uno huye de mí o cómprate una alarma para que pueda irme a tiempo de no escucharlo, aunque sea de mi propia casa: te la cedo entera, quédatela. Yo inventaré que tengo cita con el dentista para sacarme todas las muelas de un tajo, y tal vez lo preferiría de veras a escuchar un secreto más. Me niego.


miércoles, 5 de mayo de 2010

Vamos de excursión




Con la llegada del buen tiempo hay algo que me gusta hacer, y es levantarme el sábado por la mañana hacia las seis y echar un trozo de levadura en blol, desleírla en huevo, añadir agua templada hasta disolverla bien, echarle una pizca de sal y añadirle harina poco a poco hasta lograr una bola, que dejaré reposar hasta que suba mientras preparo el relleno. La que más gusta es la de bonito, así que normalmente es la salsa que preparo. Mientras relleno y masa esperan pelo patatas y las pongo a freír, mientras se fríen voy metiendo bebidas y postres en la nevera que enchufo a la corriente y después enchufaré al mechero del coche, y no me olvido del jamón, del chorizo ni del termo de café con leche.

Dejo enfriar un poco las patatas fritas con cebolla y extiendo la masa de la empanada por toda la mesa, visto la bandeja del horno con ella y le echo el relleno, le pongo tapa y enrosco los bordes hacia adentro, le pongo tiras a lo largo y a lo ancho para que queden trozos perfectos a la hora de cortar, la pinto con huevo batido que extiendo por toda su superficie con una brocha de cocina y la introduzco en el horno ya caliente. En ese momento comienzo a abrir puertas y a decir que hace un día de sol radiante. Recibo protestas por lo general, vuelvo a la cocina y hago la tortilla, me aseguro de llevar cubiertos de verdad, vasos y platos de plástico, cuchillo y de que no se me quede nada. Para eso tengo chuleta donde dice Para llevar de excursión, donde tengo todo apuntado porque muchas veces se me olvidaron cosas importantes, ya no.

Cuando la empanada está lista la dejo sobre la mesa de la terraza para que enfríe lo justo para poder envolverla bien y llevarla con bandeja y todo. Pongo la tortilla en la fiambrera que aguanta el calor y preparo desayunos. Se hacen turnos de ducha y desayunos y finalmente _mientras todos protestan por lo que tardo sin mover un dedo_ hago las camas y recojo habitaciones. Siguen protestando cuando les mando poner todo lo que ya tengo preparado en el maletero y sacar el coche del garaje y esperarme en la portilla. Me pongo ropa y calzado cómodo y me aseguro de que ningún gato se haya colado en casa mientras iban y venían, bajo la persiana del baño y dejo abierta la ventana, friego el suelo y me voy deprisa asegurándome de que todo está bien. Cuando entro en el coche todos protestan pero nadie me ayudó gran cosa, no tenemos rumbo y no es raro que lo decidamos a medio camino viaje Asturias- Asturias, eso es suficiente porque aquí vayas donde vayas te llevas a Dios contigo, te llevas todo lo que quieres y eso es más que suficiente. En ocasiones consigo animar a alguien de la familia, porque siempre llevo comida y bebida para tres familias, no es raro que me pregunten en plena área recreativa cuándo tuve tiempo de hacer la empanada que parece recién hecha y después digan ¿Queeeeé? ¿A las seis de la mañana te pusiste a hacerla? Estás loca.

Estoy loca sí, por beberme todos los vientos, por salir sin rumbo, por llevarme conmigo todo lo que quiero, por vivir días irrepetibles, por exprimirle todo el jugo al buen tiempo, por escuchar buenas historias, por empaparme de vida, por madrugar para tener todo el día por delante y darme vacaciones. Estoy loca porque me quede mucha vida por vivir y muchas palabras por teclear, por ordenarlas y guardarlas como parte de mi memoria al tiempo en que las registra un ordenador. No quiero olvidar los días vividos ni dejarlos escapar. Tengo una enorme avaricia de muchos días de excursión que comenzaron con protestas y terminaron con risas, porque la ilusión llama a la ilusión y a veces necesita de un pequeño esfuerzo para arrancar.

martes, 4 de mayo de 2010

Sobre la fundación pájaro azul

Tengo una fuerte adicción a las bibliotecas, visita al supermercado, visita a la biblioteca me miran como algo inevitable y agradecen que solo moleste cuando no me queda remedio. Soy la primera en llevarse todos los folletines que ponen a disposición, en el de esta mañana destaco algo que me pareció emocionante. Antes leía estas cosas que me hacían ilusión y bombardeaba a todo el mundo a mi disposición, ahora lo mismo, por eso lo apunto.
La fundación pájaro azul tiene su página web, os invito a visitarla www.elpajaroazul.org

El viaje a la semilla




Es un libro apasionante en el que Gabriel García Márquez cuenta que su abuela le amenazaba en las noches con los fantasmas de sus recientes muertos, de modo que o se estaba quieto o ellos vendrían. Desde los siete años de edad ese miedo es una constante. Cuenta que en cambio su abuelo era un ser apacible marcado por una guerra, que lo acompañaba al circo, al cine o a cualquier lugar digno de verse; fue la persona más entrañable de su vida. Conoció a su madre a los siete años y a su padre a los diez, fue criado por sus abuelos y una tía tipo coronela.

Desde los siete u ocho años le fascinó la lectura de Las mil y una noches. Era frecuente verlo sentado leyendo a la sombra bajo un calor de 40º. Así comienza a entrarle el sarampión literario, una vocación que su padre no aceptará. Cursa derecho en la universidad pero se queda a las puertas del título por unos exámenes superiores que nunca recuperará.

Trabaja en varios periódicos y a penas consigue subsistir pese a publicar algunos libros y colaborar en revistas y periódicos. Se casa con Mercedes, que mientras escribe Cien años de soledad enfrenta todos los problemas de la casa, especialmente los económicos llegando a empeñar las joyas para lograr comer en esos 18 meses.

Odia la fama y su soledad. Es un gran tímido con la incurable sensación de estar de sobra en alguna parte. En ocasiones pierde la esperanza de estar haciendo algo útil con cada nueva novela, pero ha de volver a escribir porque le brota la escritura como un manantial incontenible.

Para enviar Cien años de soledad a la editorial empeñan lo último que les queda en la casa, el secador y la batidora de los niños, a lo que su mujer comenta A ver si va a ser mala la novela.

Este es un resumen rápido de una biografía apasionante para quienes compartimos su afición a la palabra escrita, en lo personal decir que fue muy gratificante para mí leer este libro porque me dejó claras muchas acerca del camino escribir publicar. Y decir que comparto con él esa incurable sensación de estar de sobra en alguna parte. Y esa necesidad de hacer mi propio viaje a la semilla desde hace años, algo a lo que me niego porque no se hasta que punto mis recuerdos me pertenecen solo a mí, o que tendría de bueno para los demás el hecho de yo me sumerja en ese pasado para ponerlo por escrito.