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lunes, 3 de febrero de 2014

La insistencia de un sueño

Creo que la solución me ha llegado tarde. Es una sensación. La de llevar tanto tiempo buscando un lugar en el que publicar, que ahora que existe, lo que no termina de funcionar es lo escrito: la sensación de que no alcanza el nivel que le exiges.

A fin de cuentas es eso lo que me sucede, una especie de ¿bloqueo? No, porque me surgen infinidad de historias al teclado, de personajes, de situaciones que terminan siguiendo el orden establecido. Es más bien una pregunta al fondo de todo ese sueño, ¿Qué necesidad? Quizá hasta ahora no entendía que si encuentro un buen libro que me apasione me llena más leer que escribir. Y ahora me están cayendo en las manos libros que no puedo soltar. Y no tengo tiempo para ambas cosas, leer y escribir, porque ambas precisan de todo el tiempo disponible, tanto si lees como si escribes no puedes hacer otra cosa. Y leo mucho y escribo mucho y la casa y la familia se resienten: no estoy. Y después el resto del tiempo se lo dedico a ellos, en una contrarreloj de locos tan apasionante que los días no pasan, vuelan, como las hojas movidas por los huracanes. No es un reproche, es un simple análisis de mi realidad.

En este momento estoy leyendo La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero, y con un libro así entre las manos ¿Quién puede volver a ese archivo apasionante a escribir?, de momento lo que es yo no puedo, y solo voy por la mitad del libro. Conmigo sucede así.

Ahora bien, el sueño recurrente ha encontrado el sitio. Lo del funcionamiento ni idea, lo mismo que cuando no tenía ni idea de cómo funciona un blog -quien entre a leerme se dará cuenta de que aún no lo entendí, de que voy a mi bola. Soy yo, conmigo todo es así. Estoy, luego existo-, y ahora me parece lo más sencillo del mundo. Administrarlo digo, el resto ya no depende de mí. Supongo que con eso de la autopublicación es lo mismo. Cada vez voy teniendo más claro que no tengo ganas de enviar mis escritos -si alguna vez terminase algo escrito- a una editorial tradicional. Por aquello de que autopublicar me daría la oportunidad de manejarlos de una forma directa, de comenzar desde abajo, de tener en todo momento la oportunidad de seguir adelante, tomarme un respiro o abandonar. La sensación de ser libre en todo momento. 

Desde luego que si se quiere, se puede, o si se tiene la valentía necesaria para ello. 

Ya existe el lugar

Ese es un gran consuelo, ahora solo me falta lo que antes sobraba, obra que en mi opinión alcance la calidad. No sé si en verdad avanzo o retrocedo. Y no es lo que importa ahora, al menos no de momento. 

domingo, 2 de febrero de 2014

Olas de nueve metros en el litoral

Esta madrugada la villa marinera se inundaba con agua de mar, caminabas por calles cercanas a tu antigua escuela y el agua te llegaba hasta los tobillos. Los marineros solo pensaban en ir a achicar el agua de su medio de vida: las barcas que se balanceaban en el puerto, pero no podían; las olas de nueve metros sobrepasaban el rompeolas. Y el riesgo de pasar andando, o en coche y terminar siendo arrastrado por ese golpe de mar, los terminó disuadiendo, incluso siendo conscientes de que si la barca se terminaba llenando de agua, se hundiría y su único medio de vida pasaría a engrosar el fondo del mar.

Hubo muchas historias entrecruzadas en ese momento en que las olas trepaban el muro de la iglesia también, llegando hasta sus cimientos de miles de años de antigüedad, todo es dramático mientras esperas que la sobrina del marinero se suba a tu coche para poder llevarla al fin a su casa y ponerla a salvo, de su intento desesperado de ir a achicar el agua ella sola, si nadie va.

En ese momento en que lo consigues, una estrella fugaz rompe la noche hacia donde estás, entonces les gritas a todos que pidan un deseo mientras pides el tuyo; la prisa hace que esta vez pidas un deseo imposible del todo, y no te importa. Esa noche el verdadero milagro es que las barcas saluden a la mañana íntegras, ¿Lo habrán conseguido?

Es todo lo que puedes preguntarte mientras despiertas de una noche larga, que será revivida durante mucho tiempo entre esa belleza, a veces dramática, que conforma lo que ahora eres; lo que serás.

jueves, 30 de enero de 2014

Datos escalofriantes

Según un estudio reciente de Save Children el 30 % de los niños españoles pasan hambre. 

En un momento en el que quieren centrar el debate en los niños no nacidos, parecen despreocuparse de los que necesitan comer para crecer sanos, para no enfermarse, para poder resistir el ajetreo de la vida diaria; que desde su situación debe ser lo bastante horrible para necesitar un buen caldo caliente antes de irse a la cama.

Porque a la luz de todo lo que sus padres afinan, estos niños no tendrán estufa que les quite el frío, ni calzado adecuado para protegerles la humedad de las calles lluviosas, ni paraguas para reponer aquel que destrozó el viento, ni vehículo en el que acudir a la escuela en una época en que hay que gastos que sus padres no pueden afrontar. 

¿Cuántos gastos innecesarios se quitan los padres antes de aceptar que sus hijos pasen hambre? A mí se me ocurre que todos. El gas, la electricidad, la compra mensual e incluso semanal. Son datos dramáticos. ¿Cuántos de estos niños son convencidos a la fuerza de que no podrán comer? Esta pregunta también acude a mi cabeza. Ante la insistencia inocente de un niño que no sabe o que no entiende, y de unos padres que acusan la impotencia de no poder atender a su demanda, hay recorridos macabros que alguna vez escuchamos relatar a gente mayor.

Y volviendo al presente: ¿Cuántos de estos niños se enfermarán gravemente a consecuencia de no tener una alimentación adecuada? ¿Cuantas secuelas padecerán?

Es inevitable pensar, que uno de cada tres niños que te encuentras por la calle, está viviendo esta situación. ¡¿Y nadie sale a la palestra para defender sus derechos?!

Uno se pregunta qué clase de sociedad es esta. O qué clase de dirigentes auguran tiempos felices a la vista de los datos fríos. O no se lo pregunta porque así, con estos datos en el desayuno, se ve. 

miércoles, 29 de enero de 2014

Todo tiene un límite

Si miramos a algún lugar de la tierra en este momento podríamos decir que el abuso y el poder tienen un límite: lo que los ciudadanos tengan a bien soportar.

Se puede apretar suavemente, se puede seguir apretando a fuerza de costumbre y nuevas ambiciones a la vista; pero si no deja de apretarse, en un segundo inesperado todo puede estallar. Y una vez que se estalla no habrá regreso.

viernes, 24 de enero de 2014

Rayos de sol en un cielo gris

Están siendo días complicados en los que se mezclan muchos sentimientos, pero sobre todos ellos prevalece la idea -quizá romántica- de que ser buena gente al final tendrá su recompensa. Es un convencimiento nacido desde la propia infancia y que por lo tanto siempre se resistirá a morir...pese a todos los momentos de desánimo. Vivir actualmente en un país que marcha en un rumbo que no me gusta marca el compás, pero también la esperanza de que un día marcará otros derroteros es la causa de que siga creyendo en la humanidad. Hay mucha gente que a diario me demuestra, desde las noticias, los periódicos, la radio, los blog, los libros que leo, las personas que me encuentro por la calle...que vida solo hay una y que al final lo único que importa es tener un corazón lleno de muchas cosas para compartir.

Al final es lo único que importa. Y aunque hay días grises, cuando menos se espera, un rayo de sol asoma por entre las tinieblas y nos ofrece toda su luz y todo su calor, como quizá solo sabe hacerlo el amor.

Me asomo para dejar aquí una canción con dos voces que últimamente me han acompañado mucho fuera de esta pantalla. Dos voces que a las que recurro siempre que las nubes tapan el cielo por completo, porque actúan como los rayos del mismo sol. 



Elegancia y voz.

Atravesar el mar en busca de su otra orilla




Asomarse a la superficie del mar y respirar
con cierta intranquilidad ante el desafío
constante de dejar una vida entera atrás
sin perder de vista todo el mañana

creer en el futuro incluso sin verlo
saber que lo que aguarda será mejor
que todo aquello que se deja porque
todo lo que se deja se desmorona,

por la ineptitud de quienes aferrados
a sus despachos de terciopelo
son ajenos al frío de las aceras
de quienes duermen sobre un cartón

expuestos a clamor de la calle en que
unos ofrecen de buen ánimo su limosna
y otros insultan, se mofan, incluso patean
a quienes no tienen fuerza ni para defenderse.

A veces bien mirado es lo que dejas atrás
un país al borde de su desconche
y descascarado donde no es posible clavar un clavo
sin que todo se venga abajo roído por la termita

Miras al horizonte que dejas atrás y ves también
tus amigos, tu familia, esos a los que no verás a diario
y esa herida duele al borde del quebranto,
saltan las lágrimas que engrosarán el mar

pero tienes que mirar hacia adelante a esos brazos
dispuestos a abrazarte hasta recomponerte
al encontrarte en ese para siempre conocido
que tanto necesitabas para ser de nuevo tú.

Ser tú de nuevo ante las inclemencias que toquen
en esta lotería que es vivir, y ahora más aún
en que mirando el horizonte por atravesar, da miedo,
un miedo que solo quita el recuerdo de esa mirada

que espera para seguir ya a tu lado el resto de la vida.
Bien pensado no está mal, es todo lo que precisas
y la vida se andará, paso a paso se pisará el camino,
los tuyos estarán siempre cerca, envueltos en tus latidos

como todo lo que lejos o cerca permanece por ser verdad
esa única e intransferible que se sostiene por su propio pie
que pertenece a su misma naturaleza, que es una con la vida,
y que irás leyendo sobre las olas del mar mientras esperas la orilla.