Creo que la solución me ha llegado tarde. Es una sensación. La de llevar tanto tiempo buscando un lugar en el que publicar, que ahora que existe, lo que no termina de funcionar es lo escrito: la sensación de que no alcanza el nivel que le exiges.
A fin de cuentas es eso lo que me sucede, una especie de ¿bloqueo? No, porque me surgen infinidad de historias al teclado, de personajes, de situaciones que terminan siguiendo el orden establecido. Es más bien una pregunta al fondo de todo ese sueño, ¿Qué necesidad? Quizá hasta ahora no entendía que si encuentro un buen libro que me apasione me llena más leer que escribir. Y ahora me están cayendo en las manos libros que no puedo soltar. Y no tengo tiempo para ambas cosas, leer y escribir, porque ambas precisan de todo el tiempo disponible, tanto si lees como si escribes no puedes hacer otra cosa. Y leo mucho y escribo mucho y la casa y la familia se resienten: no estoy. Y después el resto del tiempo se lo dedico a ellos, en una contrarreloj de locos tan apasionante que los días no pasan, vuelan, como las hojas movidas por los huracanes. No es un reproche, es un simple análisis de mi realidad.
En este momento estoy leyendo La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero, y con un libro así entre las manos ¿Quién puede volver a ese archivo apasionante a escribir?, de momento lo que es yo no puedo, y solo voy por la mitad del libro. Conmigo sucede así.
Ahora bien, el sueño recurrente ha encontrado el sitio. Lo del funcionamiento ni idea, lo mismo que cuando no tenía ni idea de cómo funciona un blog -quien entre a leerme se dará cuenta de que aún no lo entendí, de que voy a mi bola. Soy yo, conmigo todo es así. Estoy, luego existo-, y ahora me parece lo más sencillo del mundo. Administrarlo digo, el resto ya no depende de mí. Supongo que con eso de la autopublicación es lo mismo. Cada vez voy teniendo más claro que no tengo ganas de enviar mis escritos -si alguna vez terminase algo escrito- a una editorial tradicional. Por aquello de que autopublicar me daría la oportunidad de manejarlos de una forma directa, de comenzar desde abajo, de tener en todo momento la oportunidad de seguir adelante, tomarme un respiro o abandonar. La sensación de ser libre en todo momento.
Desde luego que si se quiere, se puede, o si se tiene la valentía necesaria para ello.
Ya existe el lugar
Ese es un gran consuelo, ahora solo me falta lo que antes sobraba, obra que en mi opinión alcance la calidad. No sé si en verdad avanzo o retrocedo. Y no es lo que importa ahora, al menos no de momento.
A fin de cuentas es eso lo que me sucede, una especie de ¿bloqueo? No, porque me surgen infinidad de historias al teclado, de personajes, de situaciones que terminan siguiendo el orden establecido. Es más bien una pregunta al fondo de todo ese sueño, ¿Qué necesidad? Quizá hasta ahora no entendía que si encuentro un buen libro que me apasione me llena más leer que escribir. Y ahora me están cayendo en las manos libros que no puedo soltar. Y no tengo tiempo para ambas cosas, leer y escribir, porque ambas precisan de todo el tiempo disponible, tanto si lees como si escribes no puedes hacer otra cosa. Y leo mucho y escribo mucho y la casa y la familia se resienten: no estoy. Y después el resto del tiempo se lo dedico a ellos, en una contrarreloj de locos tan apasionante que los días no pasan, vuelan, como las hojas movidas por los huracanes. No es un reproche, es un simple análisis de mi realidad.
En este momento estoy leyendo La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero, y con un libro así entre las manos ¿Quién puede volver a ese archivo apasionante a escribir?, de momento lo que es yo no puedo, y solo voy por la mitad del libro. Conmigo sucede así.
Ahora bien, el sueño recurrente ha encontrado el sitio. Lo del funcionamiento ni idea, lo mismo que cuando no tenía ni idea de cómo funciona un blog -quien entre a leerme se dará cuenta de que aún no lo entendí, de que voy a mi bola. Soy yo, conmigo todo es así. Estoy, luego existo-, y ahora me parece lo más sencillo del mundo. Administrarlo digo, el resto ya no depende de mí. Supongo que con eso de la autopublicación es lo mismo. Cada vez voy teniendo más claro que no tengo ganas de enviar mis escritos -si alguna vez terminase algo escrito- a una editorial tradicional. Por aquello de que autopublicar me daría la oportunidad de manejarlos de una forma directa, de comenzar desde abajo, de tener en todo momento la oportunidad de seguir adelante, tomarme un respiro o abandonar. La sensación de ser libre en todo momento.
Desde luego que si se quiere, se puede, o si se tiene la valentía necesaria para ello.
Ya existe el lugar
Ese es un gran consuelo, ahora solo me falta lo que antes sobraba, obra que en mi opinión alcance la calidad. No sé si en verdad avanzo o retrocedo. Y no es lo que importa ahora, al menos no de momento.