Son tiempos de despidos, de cierres de negocios, de quiebras de pequeñas empresas, de pérdidas de derechos esenciales, tiempos de cristaleras de tiendas, antes funcionando, y ahora cubiertas con papel de periódico para dar cuenta de su propia guerra, la que han terminado perdiendo en el desequilibrado balance entre ganancia y pérdida.
Son tiempos de recortes en los derechos, en la sanidad, en la ayuda a las ONG, en las ayudas del paro, en las ayudas a dependientes y en definitiva, tiempos de dejar a la intemperie a los más necesitados de toda una sociedad. Quizá sea hora de hacer un alto en el camino y planificar mejor para obtener diferentes resultados. Quizá haya que defender mejor al trabajador, para que el empresario lo tenga más fácil a la hora de contratarlo y conservarlo.
Son tiempos complicados para los jóvenes que comienzan a independizarse y buscan mantenerse con su trabajo. Y en todas las ofertas de trabajo se les exigen al menos tres años de experiencia en un sector para el que nunca han trabajado y que curiosamente ya de entrada les cierra el paso. A cero trabajo cero experiencia.
Vivo en la región más azotada por el paro de todo un país que ya cuenta con seis millones de parados y sólo dejo una pregunta...¿hasta donde tenemos que seguir? Sé que suena triste y desamparado, pero es que hasta los que aún trabajamos vemos reducidos esos derechos por los que durante tantos años generaciones enteras han luchado y lo cierto es que esto no puede seguir así. No podemos aceptar malos trabajos poco remunerados sólo porque alguien crea que esto debe ser así.
No, no lo aceptamos.
Un blog donde la tristeza y el buen humor caminan de la mano. Donde los límites entre fantasía y realidad se entremezclan hasta conformar un solo presente.
miércoles, 1 de mayo de 2013
lunes, 29 de abril de 2013
Cuando giran el mundo hacia el lado que no es...
Desde el momento en que leí que había un autobús lleno de libros recorriendo el desierto buscando a los niños sedientos de historias, me emocioné con este proyecto del Bubisher porque no hay nada que le gustase más a la niña que fui, que aquello de que le contaran historias. Aún hoy vivo las veinticuatro horas del día a la caza de historias, tristes y alegres, sin las cuales ya no sé vivir, vivo para leer y para escribir historias; escribirlas a veces en mi cabeza por la excusa cobarde de que no sabré escribirlas adecuadamente, con ello lucho a diario, en eso se ha convertido mi más fiera lucha, tener el valor de escribirlas aunque sea mal, porque mal es mejor que nada.
Pues bien, el autobús del Bubisher atraviesa la arena del desierto lleno de libros y de gente que quiere leer a los niños, porque un niño es un hombre-mujer del mañana y hay que alimentar su mente para que aprendan a pensar por sí mismos, y no les guíen como a corderos que han de ir directos al matadero que ya han elegido para ellos. Hay casos flagrantes en la historia para entender que el mundo es mucho más rico y más amplio que lo que delimitan las fronteras que alguien le haya dibujado a un país, separándole del resto. Decir que la selección de libros dentro del Bubisher se elige bien, puesto que no todos los libros caben ni todos son convenientes para esos niños y lo que se les desea mostrar, supongo que además de muchas otras cualidades una muy importante, la capacidad de soñar, aquella que nadie aprisiona cuando uno la aprendió a cultivar. Yo visualizo siempre ese autobús como un sembrador de sueños y me recreo imaginando a esos niños un día convertidos en abuelos contando a sus nietos como una vez subieron al bibliobús y su vida cambió a mejor, porque a partir de entonces pudieron comenzar a modelar su sueño, ese que les gustó más de entre todas aquellas historias que les leyeron.
Recuerdo lo pesada que yo era cuando no sabía leer y perseguía por toda la casa a un lector, uno que quisiera leerme la historia enlatada que se intercalaba entre los muchos dibujos de esos cuentos que en principio solo tienen una línea o dos. Y recuerdo un día en que mi abuelo me leyó uno como leen los abuelos, que comienzan leyendo la historia enlatada y te acaban relatando algún momento de su vida; supongo que por eso querría que me leyesen el cuento de Pinocho una y otra vez, porque entre la historia de sus páginas había muchas más, infinitas historias diferentes que nunca me cansaba de escuchar. Quizá por eso me haga tanta ilusión ese autobús que recorre los desiertos de los niños y llenan su cabeza de historias que un día estarán felices de saber, aunque sólo recuerden hilos sueltos; sin saber que esos hilos les ataron fuertísimo a la vida.
Pues bien, ayer en la mañana leía esta entrada de Gonzalo Moure y pude sentir la misma tristeza que él, su misma indignación, su misma rabia de que el mundo se empeñe en girar al revés una y otra vez, cuando sería tan sencillo hacerlo avanzar siempre a favor.
Os dejo su entrada
Y enlace al blog del Bubisher
Pues bien, el autobús del Bubisher atraviesa la arena del desierto lleno de libros y de gente que quiere leer a los niños, porque un niño es un hombre-mujer del mañana y hay que alimentar su mente para que aprendan a pensar por sí mismos, y no les guíen como a corderos que han de ir directos al matadero que ya han elegido para ellos. Hay casos flagrantes en la historia para entender que el mundo es mucho más rico y más amplio que lo que delimitan las fronteras que alguien le haya dibujado a un país, separándole del resto. Decir que la selección de libros dentro del Bubisher se elige bien, puesto que no todos los libros caben ni todos son convenientes para esos niños y lo que se les desea mostrar, supongo que además de muchas otras cualidades una muy importante, la capacidad de soñar, aquella que nadie aprisiona cuando uno la aprendió a cultivar. Yo visualizo siempre ese autobús como un sembrador de sueños y me recreo imaginando a esos niños un día convertidos en abuelos contando a sus nietos como una vez subieron al bibliobús y su vida cambió a mejor, porque a partir de entonces pudieron comenzar a modelar su sueño, ese que les gustó más de entre todas aquellas historias que les leyeron.
Recuerdo lo pesada que yo era cuando no sabía leer y perseguía por toda la casa a un lector, uno que quisiera leerme la historia enlatada que se intercalaba entre los muchos dibujos de esos cuentos que en principio solo tienen una línea o dos. Y recuerdo un día en que mi abuelo me leyó uno como leen los abuelos, que comienzan leyendo la historia enlatada y te acaban relatando algún momento de su vida; supongo que por eso querría que me leyesen el cuento de Pinocho una y otra vez, porque entre la historia de sus páginas había muchas más, infinitas historias diferentes que nunca me cansaba de escuchar. Quizá por eso me haga tanta ilusión ese autobús que recorre los desiertos de los niños y llenan su cabeza de historias que un día estarán felices de saber, aunque sólo recuerden hilos sueltos; sin saber que esos hilos les ataron fuertísimo a la vida.
Pues bien, ayer en la mañana leía esta entrada de Gonzalo Moure y pude sentir la misma tristeza que él, su misma indignación, su misma rabia de que el mundo se empeñe en girar al revés una y otra vez, cuando sería tan sencillo hacerlo avanzar siempre a favor.
Os dejo su entrada
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jueves, 25 de abril de 2013
miércoles, 24 de abril de 2013
Ni brujería ni enfermedad
Después de ver los cuatro vídeos que aporta la entrada, cuyo enlace dejaré al final, me sorprende que en pleno 2013 este tipo de historias puedan suceder en algún lugar. Que se atribuya a un tipo de brujería o enfermedad la homosexualidad, que la gente sea castigada por amar de forma diferente a los demás. Quizá porque nací en una época o en un lugar donde siempre se vio con normalidad. Porque los embrujados o los enfermos en nuestro entorno son quienes no saben amar e intentan coartar la libertad de los demás.
Los cuatro casos reflejan la necesidad de poder ser quienes son sin que eso conlleve un plus de persecución. Son un grito al unísono de que la homosexualidad no es una enfermedad sino una disposición con la que se nace, como el color de la piel o los ojos. Algo tan natural y por ello tan imposible de cambiar aunque te encarcelen de por vida en una celda, que sería la mayor expresión de la crueldad ejercida sobre quienes no han hecho otra cosa que amar. Cuando el amor es lo único que puede salvar al mundo, que contrasentido y que horror, saber que en el año 2013 en alguna parte del mundo existe este tipo de persecución.
A veces las historias cambian porque se dan a conocer, porque de pronto cobran voz y terminan hallando la solución. Porque encuentran el amparo de los demás. Su apoyo, su bendición.
Os dejo la entrada y los vídeos
Los cuatro casos reflejan la necesidad de poder ser quienes son sin que eso conlleve un plus de persecución. Son un grito al unísono de que la homosexualidad no es una enfermedad sino una disposición con la que se nace, como el color de la piel o los ojos. Algo tan natural y por ello tan imposible de cambiar aunque te encarcelen de por vida en una celda, que sería la mayor expresión de la crueldad ejercida sobre quienes no han hecho otra cosa que amar. Cuando el amor es lo único que puede salvar al mundo, que contrasentido y que horror, saber que en el año 2013 en alguna parte del mundo existe este tipo de persecución.
A veces las historias cambian porque se dan a conocer, porque de pronto cobran voz y terminan hallando la solución. Porque encuentran el amparo de los demás. Su apoyo, su bendición.
Os dejo la entrada y los vídeos
martes, 23 de abril de 2013
Hoy, día del libro
Me abruman todos los libros que aunque quiera no podré leer. ¿Alguien se fijó en la cantidad de libros que hay en una biblioteca, o en una librería...o en el catálogo de compra de Amazon?
Lo dicho, me abruman todos los libros que hay a mi alcance disponibles ya para leer.
Y me abruman los archivos de mi ordenador...esos libros que nunca escribiré...y que sin embargo nunca, jamás dejaré de intentar escribir. Me da vértigo pensar que para salir al mundo solo me tienen a mí. Y que si yo no los escribo, esos en concreto, nunca saldrán de su oscuridad reducida a la nada absoluta. Pobrecitos, me digo entonces, y sí, también me digo que pobre de mí, esa incapaz persona que de nuevo ante ellos ha de luchar consigo misma para extraerlos de ahí. Siempre me pregunto quien ganará al final, si la oscuridad o yo.
Pero siempre, día tras día los sigo escribiendo, a veces todos a la vez...
Lo dicho, me abruman todos los libros que hay a mi alcance disponibles ya para leer.
Y me abruman los archivos de mi ordenador...esos libros que nunca escribiré...y que sin embargo nunca, jamás dejaré de intentar escribir. Me da vértigo pensar que para salir al mundo solo me tienen a mí. Y que si yo no los escribo, esos en concreto, nunca saldrán de su oscuridad reducida a la nada absoluta. Pobrecitos, me digo entonces, y sí, también me digo que pobre de mí, esa incapaz persona que de nuevo ante ellos ha de luchar consigo misma para extraerlos de ahí. Siempre me pregunto quien ganará al final, si la oscuridad o yo.
Pero siempre, día tras día los sigo escribiendo, a veces todos a la vez...
sábado, 20 de abril de 2013
Prefiero seguir presente
Si tuviese que decir la cantidad de veces que escucho esta canción, no podría contarlas. Me gusta el mensaje que transmite, la sensibilidad de Manuel Carrasco y su voz tan característica y tan luminosamente nítida. Sucede algo que me retrotrae a este lugar cuando la oigo por casualidad, me suena a cuando alguien intenta hacer algo que ni sabe qué, que ponga una miguita de felicidad en la vida de las personas. O que les enseñe a mirar lo positivo que hay en sus vidas a fuerza de arrinconar lo negativo, que es a lo que a veces se le concede una mayor importancia.
Me parece la canción ideal para el día de hoy.
Prefiero seguir presente, Uau
Me parece la canción ideal para el día de hoy.
Prefiero seguir presente, Uau
viernes, 19 de abril de 2013
Nueva librería de viejo
Hacía una eternidad que no entraba en esa zona de la ciudad, pero algo no había cambiado, estaban de nuevo en obras, es decir estaban levantando la misma acera por cuarta vez desde que recuerdo. Por eso me tocó caminar por un sitio atestado de gente y de coches, que casi detesto y es que cada vez soy más pueblerina y no lo puedo evitar. Vivo en un lugar rodeado de naturaleza y casi desierto, veo a muy poca gente cada día y para pasear me gusta el mar, por eso fue un contraste tan enorme que casi tuve que pelear con la ansiedad de pasar entre martillos picadores y andamios, camiones apurados y furgonetas de reparto crispadas, pero fui y volví desde la tienda de recambios de automóvil hasta el lugar lejano donde aparqué. Y de repente allí estaba, una librería de viejo que antes no estaba.
Al verla me alegré porque tiene un escaparate grande y muchas estanterías con diferentes libros, el sol relucía sin dejar ver y entonces acerqué la nariz para mirar, y un señor mayor, sentado en un sillón anticuado me enfocó desde sus gafas y casi quiso invitarme a saciar mi curiosidad. Sin embargo llevaba prisa y la cartera vacía, la pieza que había ido a buscar me había dejado pocas monedas y mi hijo lleno de grasa, me había apremiado al marchar: quiero que vuelvas pronto, porque además de esta pieza no sé si habrá otras que cambiar. Fue eso lo que más me privó de entrar, que no estamos en buena época ni para comprar libros viejos casi tirados de precio. ¿Qué me gustaría encontrar?, la verdad, no lo sé, quizá un libro que reúna todas las claves de la vida, como ese que encontré aquella vez cuando todo mi mundo se derrumbaba y hubo uno, que ya ni recuerdo que me sirvió de pilar y apuntaló mi futuro con mano de hierro y desde entonces en adelante ya no se derrumbó más, porque supe que era yo quien me derrumbaba bajo un peso que no había que soportar, solo dejarlo a un lado. Fue así como los libros entraron de lleno en mi vida para nunca más marchar, nunca leo lo suficiente ni aquello que leo me alcanza, siempre voy buscando más.
Sé que un día con mucha más suerte entraré en aquella librería y me llevaré algo de allí, tal vez para mí, quizá para regalar. Porque será mi forma de colaborar en que un oficio tan bonito como el de ese hombre, que apila libros y más libros, cajas y más cajas llenas que aún no tiene donde colocar, no se arruine por mucha crisis que haya ni en mi casa ni en otras casas, porque a veces, incluso en los tiempos complicados se trata de saber que cosa tiene más prioridad. Para mí los libros.
Sé que entre todas sus estanterías guarda un secreto para mí, uno que una vez descubierto iluminará mi mundo, siempre sucede así. Los libros y su magia secreta me guían, me acompañan, me consuelan, me llenan, me hacen feliz, me gritan que la vida sigue valiendo la pena ocurra lo que ocurra en ella. Por eso los celebro todos, incluso los que no leeré.
Al verla me alegré porque tiene un escaparate grande y muchas estanterías con diferentes libros, el sol relucía sin dejar ver y entonces acerqué la nariz para mirar, y un señor mayor, sentado en un sillón anticuado me enfocó desde sus gafas y casi quiso invitarme a saciar mi curiosidad. Sin embargo llevaba prisa y la cartera vacía, la pieza que había ido a buscar me había dejado pocas monedas y mi hijo lleno de grasa, me había apremiado al marchar: quiero que vuelvas pronto, porque además de esta pieza no sé si habrá otras que cambiar. Fue eso lo que más me privó de entrar, que no estamos en buena época ni para comprar libros viejos casi tirados de precio. ¿Qué me gustaría encontrar?, la verdad, no lo sé, quizá un libro que reúna todas las claves de la vida, como ese que encontré aquella vez cuando todo mi mundo se derrumbaba y hubo uno, que ya ni recuerdo que me sirvió de pilar y apuntaló mi futuro con mano de hierro y desde entonces en adelante ya no se derrumbó más, porque supe que era yo quien me derrumbaba bajo un peso que no había que soportar, solo dejarlo a un lado. Fue así como los libros entraron de lleno en mi vida para nunca más marchar, nunca leo lo suficiente ni aquello que leo me alcanza, siempre voy buscando más.
Sé que un día con mucha más suerte entraré en aquella librería y me llevaré algo de allí, tal vez para mí, quizá para regalar. Porque será mi forma de colaborar en que un oficio tan bonito como el de ese hombre, que apila libros y más libros, cajas y más cajas llenas que aún no tiene donde colocar, no se arruine por mucha crisis que haya ni en mi casa ni en otras casas, porque a veces, incluso en los tiempos complicados se trata de saber que cosa tiene más prioridad. Para mí los libros.
Sé que entre todas sus estanterías guarda un secreto para mí, uno que una vez descubierto iluminará mi mundo, siempre sucede así. Los libros y su magia secreta me guían, me acompañan, me consuelan, me llenan, me hacen feliz, me gritan que la vida sigue valiendo la pena ocurra lo que ocurra en ella. Por eso los celebro todos, incluso los que no leeré.
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