En estos días le hacía una pregunta a alguien que sabe bastante de edición, sobre qué consideraba más conveniente para un escritor novel a día de hoy. Si presentar una novela suya en Amazón o presentarla a concursos literarios. Yo me refería a la posibilidad de llegar a ser leída por un público al que pueda gustarle o no, para tener una posibilidad de que fuese un comienzo, de dar los primeros pasos en el mundo de la publicación. La respuesta que obtuve fue que en este momento sería mejor colgarla en Amazón.
En todo caso necesito vaciarme la cabeza sobre un tema nuevo que acapara demasiado sitio en mi cabeza. Que me hace andarme distraída siempre y de mal humor. Hay algo nuevo que quiere ser escrito lejos de aquí. Ser expuesto sobre la mesa, diseccionarse, coger el vuelo, tomar sentido, asentarse sobre unas bases, ser exprimido hasta la última gota, analizado desde diversas perspectivas y sobre todo finiquitado ya de una vez; para que repose de veras. Esto último que he explicado solo otro escribiente sabría comprenderlo, hasta qué punto todo lo que escribimos nace de una obsesión, de una necesidad interior de liberación.
Esto unido a que no he conseguido reparar aún todos los problemas de seguridad por aquí, y a que creo haber dejado un reguero de entradas suficiente para haber contado más o menos lo que yo quería contar. Hace que me tome este blog con mucha tranquilidad, y que me dedique una temporada a escribir fuera de esta pantalla, algo que desde que abrí este lugar he venido haciendo muy poco. No es una queja, este lugar por lo que quiera que fuese me apetecía mucho más, suponía salir de mi casa y contarle al mundo. Pues bien, ahora sucede al revés, me apetece salir del mundo y contarle a mi casa. Así lo haré en mayor medida, soy irreverente, hago siempre lo que quiero hacer. Por ahora escribiré un tema nuevo y después, del tiempo que me ocupe lo enviaré a corregir, y no sé si lo subiré a Amazón, lo guardaré en la caja de cartón o lo enviaré a concurso, pero al menos me libraré de el al fin; que no es poca cosa.
Un blog donde la tristeza y el buen humor caminan de la mano. Donde los límites entre fantasía y realidad se entremezclan hasta conformar un solo presente.
miércoles, 11 de abril de 2012
lunes, 9 de abril de 2012
No deja de ser curioso
Se enfadaron hace tiempo. Ya no se hablan. Se enojan cuando amigos comunes vienen de pronto a contarles sobre la vida del otro. Supongo que se entristecen cuando piensan en todos los planes de vida que un día trazaron siendo solo unos críos. Ambos se dijeron adiós. Bueno uno dijo adiós y otro no tuvo remedio alguno más que acatarlo. Curiosamente quien parecía más roto fue el primero que rehízo su vida, y quien parece arrastrar consigo mismo su pena anterior; porque quizá fue quien tuvo la culpa, de sin saberlo desmoronar el castillo de naipes de un futuro molón.
Se enfadaron y sin embargo ven las actualizaciones de su vida reciente en Tuenti - al que yo llamo cuenti- que es quien les viene contando la vida del otro; aún cuando ellos intentan contar muy poco de sí mismos para que aquel ni se entere. Pero no falta un amigo que saque una foto, y otro que comente, de modo que al final se suma el nuevo pretendiente, o la nueva pareja para poner un ¡guap@! personalizado que deja una huella tácita de propiedad, y queda registrado.Todo a tan solo un clic de curiosidad. Es un juego macabro que antes no cabía y que nace ahora: andarles espiando la vida a los ex.
Soy un buen psiquiatra que nadie lo dude, pero aunque haya crisis, lleno la consulta de casos así. Buscan el remedio para una cura que después no quieren. Es una tentación demasiado grande no ver ni saber. Y después se enferman de rabia o de espanto, de asco o de envidia, de remordimientos o alegría infinita de haberse librado de aquello. Debo medir mis fuerzas para lidiar con esto, es demasiado novedoso incluso para mí.
Se enfadaron y sin embargo ven las actualizaciones de su vida reciente en Tuenti - al que yo llamo cuenti- que es quien les viene contando la vida del otro; aún cuando ellos intentan contar muy poco de sí mismos para que aquel ni se entere. Pero no falta un amigo que saque una foto, y otro que comente, de modo que al final se suma el nuevo pretendiente, o la nueva pareja para poner un ¡guap@! personalizado que deja una huella tácita de propiedad, y queda registrado.Todo a tan solo un clic de curiosidad. Es un juego macabro que antes no cabía y que nace ahora: andarles espiando la vida a los ex.
Soy un buen psiquiatra que nadie lo dude, pero aunque haya crisis, lleno la consulta de casos así. Buscan el remedio para una cura que después no quieren. Es una tentación demasiado grande no ver ni saber. Y después se enferman de rabia o de espanto, de asco o de envidia, de remordimientos o alegría infinita de haberse librado de aquello. Debo medir mis fuerzas para lidiar con esto, es demasiado novedoso incluso para mí.
domingo, 8 de abril de 2012
Verbo reencontrar
En estos días me atreví a rescatar mi caja de cartón en el desván, a fijar la vista en mis novelones inconclusos, mis relatos cortos terminados, mis poesías algunas graves y otras ligeras; incluso a releer las primeras entradas de este blog. Y me encontré con algo que no esperaba, sigo creyendo en todos esos personajes que esperan pacientes por mí, y les sigo notando extraordinarios, volví a decirme que en cuanto ponga en orden lo que se me alcanza inordenable volveré a ellos, porque ahora me sé preparada para abordarlos y dar lo máximo de aquello que quisieran imprimir. Además seguí notando que son la gente que me encuentro no en los libros, sino en la vida, que son extraordinarios no tanto por lo que cuentan, sino por como son. Y luego me pregunté si todo el tiempo que tendría que dedicarles me valdría la pena, y volví a responderme que sí, que son mi fuerza en la tempestad, el faro que alumbra en la noche negra, el sentido de aquello que sin saberlo, soy.
Y me encontré ya en las primeras páginas infinidad de errores gramaticales que antes se me escaparon a decenas de correcciones, y me dije que así no se llega a ninguna parte; que si en verdad quiero presentarlas en concurso alguno debo enviarlas a un corrector, y en ese punto me falló el aire. Pero sé que es el paso imprescindible si en verdad quisiera competir. Hay gente muy buena en esto, además de que si un día faltase de repente sería la imagen final que yo dejase de mí, y no puedo escatimar en eso. Aquí sí puedo permitírmelo, por esa estúpida idea de que este es un lugar distinto, un lugar desde donde escribo a la nada y al todo al tiempo, un lugar apartado de todos los latidos de la civilización, un lugar neutro. Ya advertí que es esta una idea del todo estúpida, pero lo siento así. Como uno de esos mensajes que Nicholas Sparks, dentro de su novela El mensaje, enviaba al mar; aunque con esos mensajes, a su personaje principal le cambió la vida, y quizá se le precipitó la muerte, quien sabe. Quizá todo este blog no sea algo diferente a una botella que contiene un mensaje que desde dentro de su cristal transparente se lanza al mar.
Pues eso, que me reencontré con todo lo que creé y después de revisarlo durante horas lo volví a su caja. Y me sentí feliz de haber dedicado todas las horas a algo capaz de renovarme por dentro y darme un sentido, a mí, que soy lo menos sin sentido que pudieras encontrarte un día por ahí. Pues eso, que sin ponerme fecha los sacaré adelante y los retaré al mismo tiempo a ellos y a mí; inolvidables personajes aún de latidos por escribir.
Y me encontré ya en las primeras páginas infinidad de errores gramaticales que antes se me escaparon a decenas de correcciones, y me dije que así no se llega a ninguna parte; que si en verdad quiero presentarlas en concurso alguno debo enviarlas a un corrector, y en ese punto me falló el aire. Pero sé que es el paso imprescindible si en verdad quisiera competir. Hay gente muy buena en esto, además de que si un día faltase de repente sería la imagen final que yo dejase de mí, y no puedo escatimar en eso. Aquí sí puedo permitírmelo, por esa estúpida idea de que este es un lugar distinto, un lugar desde donde escribo a la nada y al todo al tiempo, un lugar apartado de todos los latidos de la civilización, un lugar neutro. Ya advertí que es esta una idea del todo estúpida, pero lo siento así. Como uno de esos mensajes que Nicholas Sparks, dentro de su novela El mensaje, enviaba al mar; aunque con esos mensajes, a su personaje principal le cambió la vida, y quizá se le precipitó la muerte, quien sabe. Quizá todo este blog no sea algo diferente a una botella que contiene un mensaje que desde dentro de su cristal transparente se lanza al mar.
Pues eso, que me reencontré con todo lo que creé y después de revisarlo durante horas lo volví a su caja. Y me sentí feliz de haber dedicado todas las horas a algo capaz de renovarme por dentro y darme un sentido, a mí, que soy lo menos sin sentido que pudieras encontrarte un día por ahí. Pues eso, que sin ponerme fecha los sacaré adelante y los retaré al mismo tiempo a ellos y a mí; inolvidables personajes aún de latidos por escribir.
jueves, 5 de abril de 2012
Retazos...
Desde muy niña estoy dividida en esto de la fe. Y me hago muchas preguntas para las que no tengo respuesta. Sin embargo de la iglesia me quedo con eso de que Dios está en todas partes. Es por eso que no tengo que buscarle en parte alguna ni seguir las procesiones, está en alguna parte de lo que soy y tenemos una conversación infinita. Sé que tiene el poder de escucharme, pero también sé que espera de mí que no le pida que obre milagros por mi causa. Es la nuestra una amistad sin condiciones hasta el final de mis días.
Es todo lo que sé, que vaya donde vaya viene conmigo. Quizá es todo cuanto necesito saber.
Es todo lo que sé, que vaya donde vaya viene conmigo. Quizá es todo cuanto necesito saber.
miércoles, 4 de abril de 2012
Los audiolibros
La primera vez que supe que existían fue leyendo Mientras escribo, de Stephen King. Él decía que en el coche siempre llevaba un audiolibro para escucharlo mientras conducía, fue entonces cuando supe que hay libros completos relatados en audio. Yo me sentí incapaz de conducir entre el tráfico enfrascada en una buena historia, puesto que cuando mantengo una conversación interesante y conduzco al mismo tiempo soy un serio peligro; y ya me he llevado algún susto. De modo que lo descarté de inmediato sin saber si sería plausible.
Y nadie volvió a mencionar los audiolibros hasta hace unos días, en que un padre me contó que su hijo salía a caminar hora y media diaria por los alrededores, escuchando libros. La propuesta me pareció sensacional, puesto que si se camina por un lugar libre de peligros, como una acera ancha dispuesta en un arcén pintado de rojo, a lo largo de tres kilómetros rectos, de ida y de vuelta, que terminan en una playa rocosa, pequeña y agreste; la cosa ya cambia. Serían tres kilómetros de ida entre campos llanos como folios pintados de verde, con algunas casitas diseminadas aquí y allá, una granja enorme con sus vacas - sin cuernos, qué pena, con lo bien que les quedan- negras y blancas, tranquilas y curiosas que se afanan en pastar. Alguna oveja que otra, alguna cabra enana de las que Heidi cuidaba, patos, ocas, gansos, gallinas, algún caballo que otro. Un leve olor a estiercol, a mar salado, a viento afrutado, a gente contenta que viene y que va, mientras tú te ejercitas y escuchas un cuento.
Entonces me surgió una pregunta que no supe contestar ¿es lo mismo escuchar un audiolibro que leer un libro?, supongo que no. Que leer un libro siempre es preferible por sus muchos detalles y sus muchas ventajas, pero me es imposible caminar y leer un buen libro. O conducir y leer un buen libro, y hacer las tareas de casa mientras leo, con todo el tiempo que diariamente me pierdo así de leer. Sin embargo sí que podría llevar a cabo mis tareas, siempre tan rutinarias de ama de casa y escuchar por ejemplo Guerra y paz; uno de tantos libros a los que les tengo ganas y que tras ojearlo devuelvo a la estantería pensando que enranciaría antes de que lo pudiese acabar.
El mismo padre que me contó lo de su hijo, me dijo que entre los estudios, los deberes al volver a casa y el tiempo que su hijo pasaba en el ordenador conectado con sus amigos, ya apenas leía, y que esto de los audiolibros le había devuelto el interés por los libros. Que antes le daba una pereza tremenda irse solo a caminar y que ahora lo hacía contento todas las tardes, que después regresaba a casa y se ponía a contar un resumen de lo que había ocurrido y se le iluminaban los ojos. Fue entonces que barajé la posibilidad. Busqué en internet y como desastre informático, lo único que conseguí escuchar fueron 14 minutos de un cuento de Hans Cristhian Andersen, ahí es nada, titulado Lo que hace el marido bien hecho está. Y la verdad que me gustó la experiencia de escuchar audiolibros, no es lo mismo que leer, pero es muy relajante para hacer mientras caminas, mientras limpias, mientras planchas, mientras coses, mientras cocinas, mientras siegas la huerta, mientras montas a caballo, mientras paseas a los perros, mientras contemplas los gatos, mientras todo lo que alcance tu imaginación. ¡Y será por imaginar!
Y nadie volvió a mencionar los audiolibros hasta hace unos días, en que un padre me contó que su hijo salía a caminar hora y media diaria por los alrededores, escuchando libros. La propuesta me pareció sensacional, puesto que si se camina por un lugar libre de peligros, como una acera ancha dispuesta en un arcén pintado de rojo, a lo largo de tres kilómetros rectos, de ida y de vuelta, que terminan en una playa rocosa, pequeña y agreste; la cosa ya cambia. Serían tres kilómetros de ida entre campos llanos como folios pintados de verde, con algunas casitas diseminadas aquí y allá, una granja enorme con sus vacas - sin cuernos, qué pena, con lo bien que les quedan- negras y blancas, tranquilas y curiosas que se afanan en pastar. Alguna oveja que otra, alguna cabra enana de las que Heidi cuidaba, patos, ocas, gansos, gallinas, algún caballo que otro. Un leve olor a estiercol, a mar salado, a viento afrutado, a gente contenta que viene y que va, mientras tú te ejercitas y escuchas un cuento.
Entonces me surgió una pregunta que no supe contestar ¿es lo mismo escuchar un audiolibro que leer un libro?, supongo que no. Que leer un libro siempre es preferible por sus muchos detalles y sus muchas ventajas, pero me es imposible caminar y leer un buen libro. O conducir y leer un buen libro, y hacer las tareas de casa mientras leo, con todo el tiempo que diariamente me pierdo así de leer. Sin embargo sí que podría llevar a cabo mis tareas, siempre tan rutinarias de ama de casa y escuchar por ejemplo Guerra y paz; uno de tantos libros a los que les tengo ganas y que tras ojearlo devuelvo a la estantería pensando que enranciaría antes de que lo pudiese acabar.
El mismo padre que me contó lo de su hijo, me dijo que entre los estudios, los deberes al volver a casa y el tiempo que su hijo pasaba en el ordenador conectado con sus amigos, ya apenas leía, y que esto de los audiolibros le había devuelto el interés por los libros. Que antes le daba una pereza tremenda irse solo a caminar y que ahora lo hacía contento todas las tardes, que después regresaba a casa y se ponía a contar un resumen de lo que había ocurrido y se le iluminaban los ojos. Fue entonces que barajé la posibilidad. Busqué en internet y como desastre informático, lo único que conseguí escuchar fueron 14 minutos de un cuento de Hans Cristhian Andersen, ahí es nada, titulado Lo que hace el marido bien hecho está. Y la verdad que me gustó la experiencia de escuchar audiolibros, no es lo mismo que leer, pero es muy relajante para hacer mientras caminas, mientras limpias, mientras planchas, mientras coses, mientras cocinas, mientras siegas la huerta, mientras montas a caballo, mientras paseas a los perros, mientras contemplas los gatos, mientras todo lo que alcance tu imaginación. ¡Y será por imaginar!
martes, 3 de abril de 2012
No soy juez
Pero ten muy claro que si lo fuera y tuviese que decidir si ponerte en libertad o no; no la tuvieras. Jamás te perdonaría que hubieses tenido la desfachatez de esperar por una niña de nueve años en un soportal a que volviese de la escuela. Que hubieses forcejeado con ella, a sabiendas de que no tenía la más remota posibilidad de pelear contra tu fuerza. Y que sin escuchar sus ruegos la hubieras sometido a la más terrible vejación a la que pueda ser sometida mujer alguna sobre la tierra.
No solo no podría comprenderte, tampoco podría perdonarte, que después de haber logrado tu ignominioso cometido la hubieras matado a golpes. Y ya lo he dicho, no soy juez, pero si lo fuera, miraría la foto de la niña y sobre ella juraría que cumplirías todos tus años de condena. Ese sería mi compromiso con ella, que si una vez te pusieron 44 años de condena, los cumplirías íntegros. Y no me temblaría la mano del modo en que a ti no te tembló, cuando traspasaste de lado a lado su hermosa inocencia. Cuando le hiciste pagar con su propia vida, tu atrocidad. Cuando su cuerpo menudo y grácil, pasó a alojarse en un camposanto.
No solo no podría comprenderte, tampoco podría perdonarte, que después de haber logrado tu ignominioso cometido la hubieras matado a golpes. Y ya lo he dicho, no soy juez, pero si lo fuera, miraría la foto de la niña y sobre ella juraría que cumplirías todos tus años de condena. Ese sería mi compromiso con ella, que si una vez te pusieron 44 años de condena, los cumplirías íntegros. Y no me temblaría la mano del modo en que a ti no te tembló, cuando traspasaste de lado a lado su hermosa inocencia. Cuando le hiciste pagar con su propia vida, tu atrocidad. Cuando su cuerpo menudo y grácil, pasó a alojarse en un camposanto.
lunes, 2 de abril de 2012
Ahora de repente
Parece que no importa tanto que te hayas llevado parte de nuestro dinero de forma mezquina. Que lo hayas escondido en un paraíso fiscal. Parece que si lo traes de nuevo a mi país me beneficiarás; nos beneficiarás a todos. Eso de repente.
De repente parece que tú que has robado y has mentido eres igual a mí, que ni he robado ni he mentido.
Eso parece. Y sin embargo yo sé que ni yo soy tú, ni tú eres yo. Que como ya dijo alguien la crisis no es monetaria sino moral.
De repente parece que tú que has robado y has mentido eres igual a mí, que ni he robado ni he mentido.
Eso parece. Y sin embargo yo sé que ni yo soy tú, ni tú eres yo. Que como ya dijo alguien la crisis no es monetaria sino moral.
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