Hace días se conocía la triste noticia del fallecimiento de esta cantante. Personalmente la destacaría, aparte de su portentosa voz, por su forma de interpretar, y el sentimiento que le ponía a todo lo que cantaba. Me gustaba verla cantar, porque a un solo vistazo se adivinaba esa pasión que solo la muerte podía acallar.
Hace tiempo se habló de sus problemas, y de sus apariciones y desapariciones del mundo del espectáculo. Se rumoreó sobre su vida, y se especuló, pero un artista es lo que es mientras está subido en un escenario. Era esa Whitney Houston a la que admiraba, con su mirar sereno, su voz capaz de sacudir el mundo y ponerlo del revés, y todo lo que entre sus gestos se transmitía. Supongo que cada persona nos hace llegar un mensaje, y que el mensaje que a mí me llegaba era el de una mujer dispuesta a luchar y a dar lo mejor de sí a como diese lugar, y en todo momento.
Su historia ha sido una historia de triunfos personales en un mundo difícil de conquistar. Una vida que ahora ya solo es recuerdo. Un recuerdo difícil de olvidar. En estos momentos se especula con los motivos de su muerte, que quizá no son tan difíciles de adivinar. Pero su voz permanecerá por siempre entre nosotros, junto a la pena de que es alguien que ya no está. Otra suma en la lista de pérdidas a título personal. Y es que hay voces, que pase lo que pase, uno nunca dejará de escuchar; pero que suenan muy distintas cuando la persona que cantaba ya es pasado. Si algo no se detiene nunca es la fatalidad.
Al conocer la noticia una frase de Oscar Wilde se hizo luz al fondo de mi cabeza:
En este mundo solo hay dos tragedias: una es no obtener lo que se quiere; la otra es obtenerlo. Esta última es la peor, es una verdadera tragedia.
Descanse en paz.
Un blog donde la tristeza y el buen humor caminan de la mano. Donde los límites entre fantasía y realidad se entremezclan hasta conformar un solo presente.
martes, 14 de febrero de 2012
martes, 7 de febrero de 2012
Charles Dickens
Este 7 de Febrero se cumplía el bicentenario del nacimiento de este gran escritor. Es a veces complicado decidir cual es el escritor que uno prefiere, entre el amplio espectro de escritores, pero si me detengo a pensarlo creo que Charles Dickens es mi escritor preferido; si tenemos en cuenta la forma en que como lectora me impactaron sus libros en el momento de leerlos. El recuerdo de Olivert Twist, me asalta muchas veces por la calle, cuando miro a los ojos de algunos niños, que a una sola mirada me transmiten incomprensión. No necesariamente tienen que ir mal vestidos, ni proceder de familias destructuradas, a veces, su mirada me llega desde los sitios bien - entonces me pregunto si alguna vez mis hijos habrán buscado esa suerte de auxilio en otras miradas-. Con esa mezcla de dolor e incomprensión, de sentirse menospreciados e indefensos, ante una perorata cuya crueldad ya no distingue límites. Esas veces, yo me pregunto como pueden perderse de esa forma los papeles y no entender, que haga lo que haga, un niño siempre es un niño. Y que todo lo que un niño necesita es comprensión: saber qué hizo mal, y como se remedia. A veces también me digo que lo que a mí me parece horrible pudiera estar justificado, pero me cuesta mucho de creer. Siempre me repito que no importa la edad que un niño tenga, que un padre y una madre, armándose de paciencia, y con solo intentarlo, se hará entender. Porque si hay algo a lo que cualquier niño esté siempre dispuesto, es a aprender. Y no hay nada que le fastidie tanto como equivocarse, hará todo lo posible por no equivocarse otra vez.
El niño real más parecido a un Olivert Twist que encontré, fue una niña. Y fue hace una treintena de años, pero podría rellenar páginas con esa escena sin obviar un detalle. Sucedió una mañana de un frío Enero mientras esperaba el autobús.
Una familia gitana se acercaba subida en un carro, venían discutiendo desde lejos, y detuvieron el burro frente a mí, en el amplio camino de entrada a una casa. El padre de familia, que rondaría los cuarenta, se bajó de un salto, dejando a su mujer a cargo de las riendas. Tomó en brazos a una niña de unos cinco años, y la depositó sobre el asfalto descalza. El motivo de la discusión era simple, la niña no tenía calzado, ni calcetines tan siquiera, y en una casa vecina les habían dado algunas cosas, entre ellas unas botas que a la niña le estaban pequeñas, y a sus hermanos muy grandes. Pero sus hermanos mal que bien, ya estaban calzados, y la niña iba descalza en un día tan frío que se congelaban los charcos. A los gritos del padre con la niña, la madre con el padre, la niña con los dos, y los hermanos con los cuatro, se sumó el silencio incrédulo conmigo misma. Uno de esos silencios espesos en que quisieras morirte por no ver lo que ves.
Fue un momento terrible, porque el hombre se las apañó para ponerle las botas a la niña. Era mucho mayor su miedo a verla morir de una pulmonía, que a verle rotos los pies. Y el carro continuó su camino con los gritos de la niña que no soportaba las botas, pero que las llevaba de tal forma encajadas que no se las conseguía quitar. Si las voces resonaban de lejos cuando apenas llegaban, al irse habían subido de tal forma de tono que por más que se alejaran seguían allí. A veces se puede entender a todo el mundo, y en el agujero del tiempo que conocemos, se cuela un instante eterno; y se forja un recuerdo que no borrará.
A poco que uno se detenga a observar quietamente, mientras todo alrededor se mueve con frenesí, se sigue encontrando el mundo que Charles Dickens relató entre sus novelas. La celebración de su bicentenario me ha recordado que hace muchos años que quiero leer su obra completa, y que ya va siendo hora. Porque David Copperfield, Cuento de navidad y Oliver Twist conservan un hueco preferente entre mi memoria, y cuando eso sucede nunca es casual.
http://www.rtve.es/noticias/20120206/londres-rinde-tributo-dickens-bicentenario-su-nacimiento/495978.shtml
El niño real más parecido a un Olivert Twist que encontré, fue una niña. Y fue hace una treintena de años, pero podría rellenar páginas con esa escena sin obviar un detalle. Sucedió una mañana de un frío Enero mientras esperaba el autobús.
Una familia gitana se acercaba subida en un carro, venían discutiendo desde lejos, y detuvieron el burro frente a mí, en el amplio camino de entrada a una casa. El padre de familia, que rondaría los cuarenta, se bajó de un salto, dejando a su mujer a cargo de las riendas. Tomó en brazos a una niña de unos cinco años, y la depositó sobre el asfalto descalza. El motivo de la discusión era simple, la niña no tenía calzado, ni calcetines tan siquiera, y en una casa vecina les habían dado algunas cosas, entre ellas unas botas que a la niña le estaban pequeñas, y a sus hermanos muy grandes. Pero sus hermanos mal que bien, ya estaban calzados, y la niña iba descalza en un día tan frío que se congelaban los charcos. A los gritos del padre con la niña, la madre con el padre, la niña con los dos, y los hermanos con los cuatro, se sumó el silencio incrédulo conmigo misma. Uno de esos silencios espesos en que quisieras morirte por no ver lo que ves.
Fue un momento terrible, porque el hombre se las apañó para ponerle las botas a la niña. Era mucho mayor su miedo a verla morir de una pulmonía, que a verle rotos los pies. Y el carro continuó su camino con los gritos de la niña que no soportaba las botas, pero que las llevaba de tal forma encajadas que no se las conseguía quitar. Si las voces resonaban de lejos cuando apenas llegaban, al irse habían subido de tal forma de tono que por más que se alejaran seguían allí. A veces se puede entender a todo el mundo, y en el agujero del tiempo que conocemos, se cuela un instante eterno; y se forja un recuerdo que no borrará.
A poco que uno se detenga a observar quietamente, mientras todo alrededor se mueve con frenesí, se sigue encontrando el mundo que Charles Dickens relató entre sus novelas. La celebración de su bicentenario me ha recordado que hace muchos años que quiero leer su obra completa, y que ya va siendo hora. Porque David Copperfield, Cuento de navidad y Oliver Twist conservan un hueco preferente entre mi memoria, y cuando eso sucede nunca es casual.
http://www.rtve.es/noticias/20120206/londres-rinde-tributo-dickens-bicentenario-su-nacimiento/495978.shtml
Una puerta blindada para el ayer
Es un día lluvioso como los pesares que no nos abandonan. Ella sabe a ciencia cierta que ya todo quedó atrás, que se abren nuevos horizontes y que todo es tan incierto como pueda serlo la vida. Que basta ya de remover recuerdos, preguntarse qué se puede arreglar, qué se hizo mal, cómo solucionar lo que en verdad nunca tuvo solución. Que se está ante la página de un libro que escribe el final de una era que ya fue. Y que nunca volverá.
Que aquel ayer que ahora parece tan ideal. Cuando solo era incertidumbre de un no saber qué pasará mañana. Daba el mismo miedo que da hoy pensar en ese mañana que solo es sombra. Y que no hay mayor verdad que esa: que el pasado reconforta porque ya se sabe como fue, y el mañana aterra porque aguarda dentro todo un mundo de incógnitas. Y que cada día es un gran sobre sorpresa con alegría o pesar, nunca sabes lo que tocará desenvolver.
Pero aún así, el pasado ha de ser cerrado con una puerta blindada, porque el ahora ya ha sido desenvuelto y no puede ser comparado con ese ayer que ha dado paso a un nuevo yo, donde se ha tomado lo aprendido y se ha tomado la determinación de abrir un nuevo camino. Y como nuevo necesita comenzar sin lastre alguno, con toda la esperanza aún por nacer, y los sueños adheridos al bolsillo.
Que aquel ayer que ahora parece tan ideal. Cuando solo era incertidumbre de un no saber qué pasará mañana. Daba el mismo miedo que da hoy pensar en ese mañana que solo es sombra. Y que no hay mayor verdad que esa: que el pasado reconforta porque ya se sabe como fue, y el mañana aterra porque aguarda dentro todo un mundo de incógnitas. Y que cada día es un gran sobre sorpresa con alegría o pesar, nunca sabes lo que tocará desenvolver.
Pero aún así, el pasado ha de ser cerrado con una puerta blindada, porque el ahora ya ha sido desenvuelto y no puede ser comparado con ese ayer que ha dado paso a un nuevo yo, donde se ha tomado lo aprendido y se ha tomado la determinación de abrir un nuevo camino. Y como nuevo necesita comenzar sin lastre alguno, con toda la esperanza aún por nacer, y los sueños adheridos al bolsillo.
Los latidos como voz
Deja que hable el corazón
cuando sea capaz de hacerlo
que eche fuera los arrestos
de lo que no superó.
Deja que hable largamente
sin ponerle cortapisas
que libere lo que arraigado
muy en el fondo le carcome.
Déjale respirar a como de lugar,
que se oxigene de aire nuevo
y que lo rancio se vaya de una vez
para ver, que liberado se transforma.
lunes, 6 de febrero de 2012
De nacer y renacer
Desde el instante en que nació
fue el mejor regalo que pudo hacerle la vida
ahora que ser madre no le pillaba de nuevas
Día tras día intentó verla feliz
y que aprendiese a cuidar de sí misma
a partes iguales sobre la misma balanza
Pero sucedió que no siempre fue así
porque quiso aventurarse en sus propios caminos
y tropezó, se calló y se levantó de nuevo
Y anduvo derecha, y se tambaleó, y se detuvo
de nuevo un momento para mirar el mundo,
y el mundo la miró y se preguntó ahora qué
Sabiendo que ahora solo quedaba recomenzar
recoger amarras, volver a puerto y pensar
en como volver a ser, aquella otra a quien adoraban.
domingo, 5 de febrero de 2012
En los cumpleaños
Cuando se suma un año más a la fecha de nacimiento, se suman nuevos renacimientos que hay que celebrar.
viernes, 3 de febrero de 2012
Como no ser una mamá drama
Ante semejante título, cuando me tropecé este blog por casualidad, solo pude leer, porque si soy algo es una mamá drama. De modo que mis propios hijos podrían abrirse un blog como este en cualquier minuto. Y si lo escribiesen con esta gracia, me lo leería de principio a fin. Aunque mis hijos no son de escribir, con verme al teclado día si y día no, se les quitan las ganas; no quieren acabar como yo. Yo les advierto que no es por escribir por lo que soy así, es que nací así, y eso nadie me lo arregla. A mi edad ya no...si hubiese sido antes quién sabe.
Pues eso, que en este blog, una hija anota todo aquello que no quiere hacer como madre. Es gracioso, porque cuando era hija yo tampoco quería ser como mi madre, y ahora soy diez veces peor. Más temerosa, más exigente, más capaz de abandonar mis tareas para dedicarme a todas las "necesidades" ociosas que a ellos les urgen, más y más y más...solo se sumarían más a peor. De eso estoy segura. Es por eso, que cuando voy a visitar a mi madre, puedo entenderla tan bien, y le agradezco los resultados de todo cuanto ha conseguido conmigo. Y me digo que quizá la forma en que me educó, fue la única en que me dejé educar. Casi que lo afirmo. Si yo hubiese sido menos antojica y menos cabezota, seguro que hubiese encontrado una forma menos drástica de educarme, y hubiésemos conseguido vivir mucho más en paz. Esto lo amplío a mi padre, que se implicó de lleno en nuestra educación. Él mucho más estudiado que ella, más inteligente y dispuesto a hacernos reflexionar. Si en algún momento me parecieron papás drama, tuve mucho que ver en ello. Hoy lo sé. Pero para eso ha hecho falta distanciarme de mí misma más de treinta años. Porque el tiempo, y nadie lo dude, pone todo en su lugar.
Ella dice en voz alta que no quiere ser una mamá drama. Y toma notas para acordarse de ello. Espero que el tiempo le sea propicio. Quién sabe, tal vez si una se lo propone a tiempo, y es consecuente, se cumpla.
http://www.comonoserunadramamama.com/2012/02/97-no-es-mas-ordenada-la-que-mas-ordena.html
Pues eso, que en este blog, una hija anota todo aquello que no quiere hacer como madre. Es gracioso, porque cuando era hija yo tampoco quería ser como mi madre, y ahora soy diez veces peor. Más temerosa, más exigente, más capaz de abandonar mis tareas para dedicarme a todas las "necesidades" ociosas que a ellos les urgen, más y más y más...solo se sumarían más a peor. De eso estoy segura. Es por eso, que cuando voy a visitar a mi madre, puedo entenderla tan bien, y le agradezco los resultados de todo cuanto ha conseguido conmigo. Y me digo que quizá la forma en que me educó, fue la única en que me dejé educar. Casi que lo afirmo. Si yo hubiese sido menos antojica y menos cabezota, seguro que hubiese encontrado una forma menos drástica de educarme, y hubiésemos conseguido vivir mucho más en paz. Esto lo amplío a mi padre, que se implicó de lleno en nuestra educación. Él mucho más estudiado que ella, más inteligente y dispuesto a hacernos reflexionar. Si en algún momento me parecieron papás drama, tuve mucho que ver en ello. Hoy lo sé. Pero para eso ha hecho falta distanciarme de mí misma más de treinta años. Porque el tiempo, y nadie lo dude, pone todo en su lugar.
Ella dice en voz alta que no quiere ser una mamá drama. Y toma notas para acordarse de ello. Espero que el tiempo le sea propicio. Quién sabe, tal vez si una se lo propone a tiempo, y es consecuente, se cumpla.
http://www.comonoserunadramamama.com/2012/02/97-no-es-mas-ordenada-la-que-mas-ordena.html
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