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domingo, 15 de agosto de 2010

De nuevo las baldosas





Hace unos días, no recuerdo cuantos, la verdad, me quejaba de unas baldosas que faltaban en una larga acera de tres kilómetros de longitud que comunica una pequeña villa marinera con la aldea. En esta acera un hombre en silla de ruedas permanecía estático en espera de que alguien le socorriera para seguir avanzando los restantes dos kilómetros y medio. Algo totalmente imposible, ya que de todas formas había tramos que impedirían ese avance incluso contando con mucha ayuda y mucho buen talante.
Pues era algo que se me había quedado pendiente, hablar con el alcalde y transmitirle de modo directo la frustración que el hombre de la silla de ruedas y yo sentimos en el momento en que nuestras miradas se cruzaron. A través de la ventanilla del coche en que yo viajaba. Fue una escena que nunca podré olvidar, porque a menudo olvidamos lo difícil que puede ser para otros lo que a nosotros nos resulta tan sencillo.
Y en honor a la verdad he de decir que esta mañana y sin saber cómo fue, todas las baldosas estaban puestas en su lugar pertinente. Todas y cada una de las que faltaban desde hacía ya muchos meses. De modo que ya no tendré que esperar a que las ilustres personas que acompañan siempre al señor alcalde me dejen un hueco para hablarle de tú a tú. Y me alegro por ello porque a menudo me ha costado contenerme. Y arrancarme también, soy dual para todo.
Me alegro de que al fin se haya arreglado, porque me gusta la justicia en todas sus formas, y también la sencillez. Lo más simple puede conseguir hacerme muy feliz, feliz de veras. Por eso tenía que decirlo.

sábado, 14 de agosto de 2010

Recordando





En cuanto dio comienzo la guerra de Irak los telediarios buscaron un dato, el de españoles que estaban en la zona de conflicto. De pronto todo el foco de atención cayó en torno a ellos y su posibilidad de regreso a la zona pacífica del mundo. Muchos eran turistas, y en cuanto pisaron el aeropuerto madrileño tuvieron a su merced docenas de micrófonos para comunicarle al mundo la pesadilla que habían sido sus últimas horas en suelo irakie. Venían exhaustos, desencajados, abatidos, y sobre todo asombrados de que tal horror fuese de veras posible.

No soy de números, ni de letras tan siquiera, las fechas se me escapan, se me confunden los meses y los días porque la vida como ama de casa es monótona, dentro de su vorágine cambiante casi a cada minuto. Por eso no sé el tiempo que ha pasado desde aquellos primeros testimonios, porque ya desde sus cinco primeros segundos supe que era demasiado tiempo para permitir que una vida humana dejase de latir pudiendo evitarlo. Prevenir, lo mío siempre ha sido intentar prevenir, más que andar con tiritas, atajar más que escoger el camino largo que lleva a casa de la abuelita de Caperucita. Tal vez por eso hay cosas que ni entiendo ni me molesto en entender, tal vez por eso sé que hay cosas que solo me sirven del modo en que yo las quiero, y nada más. Y si no son posibles me da igual que pasen dos segundos que una eternidad entera, jamás acabo de aceptar que sean, en espera de que lo que pido sea posible siquiera de casualidad antes de morirme.

Ante aquel telediario que desató la noticia de la guerra de Irak me pregunté porqué los españoles habrían de ser diferentes a los irakies, y me pregunté también quienes se ocuparían de rescatarles a ellos de la misma barbarie. Me sentí molesta, infinitamente molesta porque todas las personas sean del lugar que sean merecen vivir tranquilas y en paz. No me importa lo cerca o lejos que quede un país del mismo centro de mi ombligo, pido para todos la paz, y las mismas oportunidades. Me cruje cada día que pasa en esta situación, porque me digan lo que me digan Irak sigue siendo el mismo infierno de sus primeros días. Aunque se silencie rellenando espacios de telediarios que más que telediarios parecen cabarets, aunque no tenga fechas ni datos. Me sigue doliendo cada día que el sol despunta y la situación sigue igual, y el mundo sigue mirando para otro lado, ebrio de girar y girar sobre un punto descentrado.

viernes, 13 de agosto de 2010

Pide al universo y él te concederá




Cuando leí el libro del secreto, recomendado por una amiga, encontré que mucha de mi filosofía de vida ( si la tuviere) está expuesta en ese libro. Yo lo resumo diciendo que hay una realidad otra entre el punto en que nuestra realidad y nuestros pensamientos se tocan, todo es de alguna forma antes de materializarse, o aunque jamás se materialice, algo por el hecho de existir incluso en pensamiento recurrente ya está siendo. La cosa podría ser así.
De un tiempo a esta parte me maravilla el modo en que el universo se empeña en complacernos. No puedo poner el ejemplo real, pero es para troncharse de la risa, aunque claro, quizá para verle la gracia haya que ser un iluso total, cuando lo cuento no todo el mundo lo interpreta como un intento del universo por ofrecer aquello se le pide con intrépida vehemencia.

Si bien es cierto que una cosa es conseguir algo que se ha estado anhelando durante mucho tiempo y otra muy distinta que el hecho de alcanzarlo no resulte pernicioso. Esperemos que no, porque el fracaso de un hijo es peor que el de uno mismo. Mil veces peor. En cualquier caso os dejo un aviso, cuidado con lo que pedís porque se os podría conceder. Y aquí no hay nada gratuito, pagaremos el precio de todo, incluso de nuestras ilusiones.

jueves, 12 de agosto de 2010

Frase



Sentirás que no es necesario escribir
cuando tu realidad mejore cualquier ficción.
Y solo entonces.

miércoles, 11 de agosto de 2010

La luna quisiera ser





La luna se mira en el mar

para verse reflejada

entre las olas de espuma

que se mecen y acompasan,


se mira y vuelve a mirarse

tan inmensa y tan redonda

tan blanca como la sal

tan tierna y tan esponjosa


la luna se mira en el mar,

se mira y se remira

buscándose algún defecto

en su haz de brillantina.


Más no se lo puede hallar

porque la hicieron perfecta

y de tanta perfección

se ha quedado circunspecta,


la luna quisiera ser

a veces roca o estrella

a veces sol o esteroide

una galaxia o planeta.


La luna no quiere ser luna

quisiera ser otra cosa,

más no sabe lo que ser

mientras contempla las olas.



martes, 10 de agosto de 2010

Frase




Los hijos si los atas con la cuerda corta luchan por huir; si les dejas la cuerda larga siempre saben qué hilo seguir para encontrarte.

Lolita (cantante)

lunes, 9 de agosto de 2010

El valor de la tranquilidad



Hay algo que siempre me impactó, y es la facilidad con que en la tele te apabullan con imágenes de personas muertas. En esto no se salva nadie porque incluye a toda condición social. Aunque en algunos casos la impunidad se extiende hasta límites verdaderamente intolerables para el mero espectador, qué no decir de la familia. Teniendo en cuenta que las imágenes son a veces antiquísimas.

Todos esos programas que se hacen a título de recuerdo tienen un tinte abusivo, porque siempre terminan recordando algún rumor y moviendo de nuevo sus aguas estancadas. Rumor que al ser resucitado rellenará programas y programas de telebasura con personajes de lo más inverosímil, que intentarán colarte por todas partes, y después de agotado meterán en los programas de remix. Algo que solo añade dolor al dolor de quienes han perdido a un ser querido, que ya no puede defenderse. No quiero ni imaginar lo que pueda sentirse por dentro, porque la justicia es mucho más lenta que la injusticia, la injusticia tiene el dudoso don de la inmediatez.

Yo suelo preguntarme qué clase de país es este. Me lo pregunto muchas veces viendo la televisión, que en algunos casos debería de estar prohibida, porque provoca depresión. Sí, el sensacionalismo barato provoca depresión, taquicardias, mala uva, vejez prematura, rabia, impotencia, sensación de irrealidad, y asco. Determinados programas televisivos provocan un asco infinito, y no sirve con cambiar de canal, allá donde busques resultará que hay más de lo mismo.

Luego nos quejamos de la juventud que anda como loca, que aspiran a vivir del cuento y no dar un palo al agua, nos quejamos de los consumos de droga, los suspensos categóricos y los embarazos prematuros. Pero no hay serie nueva de televisión que no contenga dosis exageradas de sexo vacuo, o un saltarse todas las normas establecidas porque soy mega-tope-guay . Se acentúa lo banal, lo cutre, lo violento, lo vacío, lo déspota, lo malsano de una sociedad, se crea una serie de pantomima y después se justifica con la frase vale para todo de: "es lo que el público nos pedía". ¿Público, a qué cosa llaman público?, ¿Lo pedían o se aburren tanto que ni apagan la televisión aún a riesgo de enfermar?

Debería haber más talento a la hora de escribir guiones, a la hora de reflejar la realidad, a la hora de diseñar personajes, tramas o simples historias. Debería mirarse más la realidad y construir con ella algo que nos sirva a todos para reflexionar, porque así vamos juntos al desastre. O no, porque hay mucha juventud que no es como la que intentan colarnos, estudian, hacen deporte, tienen afán de mejorar, y se preparan para tener un oficio desde muy niños. Y cuidan de sus hermanos pequeños o de sus abuelos, y ayudan en las tareas del hogar porque sus madres trabajan. Hay una sociedad que estas series no reflejan, que incluso sometida a tanta estupidez por todas partes consigue pensar. Ojalá algún día se les tome como ejemplo y volvamos a tener una televisión que pueda disfrutarse, aunque lo dudo. Está todo tan gastado y tan manido que será imposible retornar.

Pues eso, que me alegro de que no puedan poner a mis difuntos en la tele cualquier tarde de domingo diciendo lo mismo que dijeron hace diez años por primera vez con una sonrisa confiada. Con su voz, -la que ya ni recuerdo-, con el brillo de sus ojos, -sus ojos vivos en el falso ahora que de verlo se atraganta-, acompasándose de esa mano enérgica -esa mano que jamás volverá a darme golpecitos en la espalda si me pongo tragicómica- que viste a sus palabras de veracidad en ese gesto tan suyo. Afortunadamente ser alguien anónimo te libra de todos los males, y deja a los tuyos descansar, creo que hoy por hoy no existe en el mundo mayor riqueza, porque no nos engañemos, la verdadera riqueza es la tranquilidad.