Mientras todos los trabajadores de la empresa buscan apoyos, algunos ya han dictado su sentencia: "Hagamos lo que hagamos queda claro que el grupo Alcoa quiere cerrar en Avilés". Una posición muy cómoda, como siempre, no vayamos a despeinarnos intentando detener su marcha, ni cabrearnos, ni armar revuelo... casi podríamos añadir que tanto nos da. Esta es la posición del PP respecto a esto.
Los demás partidos políticos se reúnen para intentar pactar acuerdos y soluciones que consigan mantener abierta la fábrica, a falta de lo que diga Podemos, al menos esta era la información que daban ayer en la Televisión del Principado de Asturias; la TPA. Para mí, con diferencia, el mejor informativo a nivel nacional que comienza a las 8 de la mañana a desgranar las noticias del día, para que te vayas enterando de lo que va trayendo fresco la actualidad.
Pues bien, de puertas para afuera cada quien extrae sus conclusiones, de puertas para adentro los primeros afectados por estas decisiones se quedan de patitas en la calle este viernes. Las primeras listas de despedidos, que hasta ahora eran trabajadores con un puesto fijo (todo lo fijo que de años a esta parte se puede estar), recorren las oficinas. Detrás de cada despido hay una triste historia. Cada uno con sus hijos, sus hipotecas, sus circunstancias, sus propios gastos a cuestas y su decepción. Sus recuerdos, anclados durante tantos años a su trabajo a una fábrica que marchaba viento en popa y que ahora comienza a escorar.
Yo sigo sin resignarme a que más padres de familia vivan en la más absoluta incertidumbre. A que más empresas echen el cierre porque se les exige tanto que ya ni quieren molestarse en seguir. Sigo sin querer acostumbrarme a que para un trabajador su trabajo sea tan tambaleante como mantenerse en pie dentro de un bote pequeño sobre un mar encrespado.
No quiero acostumbrarme a que los desahucios o las comidas en los comedores sociales sean la norma y no excepción en un país gobernado por quienes se conforman con que las cosas sucedan sin intentar luchar porque se detengan a tiempo. Y se mantengan firmes sobre todo aquello que prometieron una vez.
Los demás partidos políticos se reúnen para intentar pactar acuerdos y soluciones que consigan mantener abierta la fábrica, a falta de lo que diga Podemos, al menos esta era la información que daban ayer en la Televisión del Principado de Asturias; la TPA. Para mí, con diferencia, el mejor informativo a nivel nacional que comienza a las 8 de la mañana a desgranar las noticias del día, para que te vayas enterando de lo que va trayendo fresco la actualidad.
Pues bien, de puertas para afuera cada quien extrae sus conclusiones, de puertas para adentro los primeros afectados por estas decisiones se quedan de patitas en la calle este viernes. Las primeras listas de despedidos, que hasta ahora eran trabajadores con un puesto fijo (todo lo fijo que de años a esta parte se puede estar), recorren las oficinas. Detrás de cada despido hay una triste historia. Cada uno con sus hijos, sus hipotecas, sus circunstancias, sus propios gastos a cuestas y su decepción. Sus recuerdos, anclados durante tantos años a su trabajo a una fábrica que marchaba viento en popa y que ahora comienza a escorar.
Yo sigo sin resignarme a que más padres de familia vivan en la más absoluta incertidumbre. A que más empresas echen el cierre porque se les exige tanto que ya ni quieren molestarse en seguir. Sigo sin querer acostumbrarme a que para un trabajador su trabajo sea tan tambaleante como mantenerse en pie dentro de un bote pequeño sobre un mar encrespado.
No quiero acostumbrarme a que los desahucios o las comidas en los comedores sociales sean la norma y no excepción en un país gobernado por quienes se conforman con que las cosas sucedan sin intentar luchar porque se detengan a tiempo. Y se mantengan firmes sobre todo aquello que prometieron una vez.
Ningún político va a mover un dedo para evitar el cierre, Begoña.
ResponderEliminarAquí, tenemos ejemplos tristemente conocidos. Piaggio cerró la fábrica de Derbi en Martorellas y se llevó la producción a Italia, asimismo Yamaha cerró la planta de Palau de Plegamans, muy cerca de Martorellas, y trasladó la producción a Francia. El caso de Yamaha fué especialmente sangrante, ya que había recibido ayudas económicas del gobierno.
Y ahora el grupo de automoción Valeo cierra la planta de Martorellas también y traslada la producción a otras plantas. Estos días, la plantilla está movilizándose para evitarlo, pero ni un solo político salvo Pablo Iglesias ha aparecido por allí para apoyarlos.
Están muy ocupados con su monotema de la independencia.
Un abrazo
Hay una frase anarquista, esos a los que siempre se ignora y despretigia, que dice así: "si sus leyes limitan nuestra libertas, nuestras acciones limitarán sus vidas".
ResponderEliminarSi tal o cual empresa quiere irse del lugar, no se llevará todo con ella, el edificio, las máquinas (algunas de ellas), quedarán, y los obreros podrán recuperar la empresa o la fábrica y ponerla en funcionamientos. Y ya.
Acción y no reacción.
Saludos
J.