Powered By Blogger

miércoles, 1 de enero de 2014

Las lágrimas de Shiva, de César Mallorquí


Este es el último libro que leí en 2013. Me tuvo pendiente de cada palabra, de cada página. Me hizo sorprenderme, reír, lo disfruté muchísimo porque lo encontré muy bien escrito y apasionante. Cada página se me hizo una clase de literatura, porque siempre dejaba algo en el aire para cuando tuviese tiempo de volver a leer. Y además entre los temas del libro está el viaje a la luna, y el sutil fantasma de una mujer. Creo que de por sí estos temas enganchan, y si además son presentados de forma verosímil y entretenida, el deseo de leer va siempre a más. 

Mientras leía, un fantasma que tengo en una historia se quedaba en pañales. También tuve esa frustración de tener un fantasma que no domino, como tantas cosas en la escritura, de modo que la admiración por este trabajo que conforma un entretejido perfecto, también anduvo por ahí. Era uno de los libros mejor escritos que me había topado en todas sus formas, uno que no encontraba en mi parte lectora reproches, hasta que en la recta final incluye algo que no me concuerda. Y no podía dejar de repetirme una y otra vez: son primos. El por qué de la incredulidad de este detalle no lo explicaré porque no me gusta explicar los libros, a mí si me los explican me los destripan y no soporto saber lo que voy a encontrarme, de modo que así pienso dejarlo. Está escrito maravillosamente pero tropecé un pedrusco que me afeó la historia. Entonces uno se pregunta ¿por qué si en la suma global suma un diez le das tanta importancia a un solo detalle? No tengo respuesta, soy un caso perdido, odio que me pase esto porque es solo una historia. 

A fin de cuentas es eso: todo era primorosamente real hasta que ese detalle me despertó del ensueño y me hizo caer en la cuenta de que leía ficción. Supongo que no soporto que alguien me despierte de golpe cuando estoy inmersa dentro de un buen sueño.

Las lágrimas de Shiva, de César Mallorquí, el arte de relatar de un maestro. Os lo recomiendo. 




Comienza 2014

Durante todo 2013 quise comenzar muchos relatos que luego no quise escribir. Surgían de la lectura de los periódicos o de la actualidad informativa. Fueron historias que darían para otras historias, o para desgranar minuciosamente, pero después llegué a la conclusión de que todo eso ya estaba recogido en otros libros y que de ninguna forma me gustaría pasarme meses o años enteros escribiendo o corrigiendo sobre aquello, que cazaba al vuelo para escribir. Me dije que por muchas páginas que dedicara a ello ya estaba escrito, aunque fuese en una nota de 4 por 8 o de 9 por 3. El lugar donde me apetecía pasarme horas perdidas durante días sueltos era otro distinto que ya tengo escrito pero esperando a ser revisado de nuevo. Que es eso lo que de momento debo acabar. Esto lo concluí en una frase que no recuerdo bien, pero que decía algo así: Se nos juzga por lo que terminamos, no por lo que comenzamos. Me pareció una de esas frases que separa lo accesorio de lo importante.

La diferencia entre antes y ahora es que cuando escribes a máquina, siempre te queda la hoja acabada, algo que no sucede en el ordenador, terminas de escribir pero la hoja se queda ahí, pendiente de nueva revisión. Y pasado un tiempo vuelves a revisar y rehaces, tomas nuevas decisiones sobre el conjunto y siempre termina quedando algo que no concuerda. Si sucede que pasa tiempo entre una revisión y otra, el relato ha variado, del modo en que ha cambiado tu mundo alrededor o tus sentimientos; siempre hay algo nuevo que querrás añadir y que no estaba previsto porque entonces no estaba en ninguna parte, ni en ti. Es un hecho angustioso en cierta forma, porque mientras escribes el mundo no se detiene para complacerte y pasan las horas, frustra que pasen sin avanzar gran cosa: en parte porque escribes muchas historias en una sola, formando tal embrollo que terminas por dejarlo para después.

Decía que durante este año quise comenzar muchas historias distintas, extraídas de las noticias diarias y todo lo que se entremezclaba en mi vida, pero entendí que hay que dejarle espacio a la prioridad. ¿Cuál era la prioridad?, terminar todo eso que el ordenador se ha tragado y de lo cual solo conservo una vaga memoria. Seis o siete cuentos largos o novelas cortas que con paciencia debo hacer que el ordenador me devuelva transcrito en papel. Sucede que en todo este tiempo ha ocurrido eso, que vagan en la pantalla dificultando el trabajo que nunca se acaba. No puedo decir que lo haya concluido porque falta el último vistazo, y extraerlo para encuadernarlo en la encuadernadora, para poder leerlo con calma. Leerlo por última vez y pasarlo a quien quiera sumergirse en la historia. Es hora de ponerse metas sencillas para cada día, corrigiendo e imprimiendo a diario. Dejando poco a poco constancia de que algo comienza de verdad, algo que no puede controlarse del todo, así como no pueden controlarse los lunares que asoman desde la nada más absoluta hasta nuestra piel. Entenderlo es asumir que somos naturaleza, como el sol que asoma tras una tormenta, como el aguacero que barre el día primaveral, como la primera estrella que rompe la oscuridad de la noche. Impredecibles como el mismo viento, tendente a variar. Una cometa en el centro del universo que se debe atar corto. Comienza 2014 y cada minuto será valioso, en espera de lo que tengo que hacer. La pregunta que se escucha al fondo es si lograré ir de forma organizada para no echarlo al traste, la respuesta, con sinceridad, ni la sé.

Comienza el año y los propósitos se renuevan, eso es bueno porque significa que sigue habiendo vida y esperanza, no hay tiempo para perderse en preocupaciones que al final pasarán de largo. Es hora de fijarse metas y andar con la sorpresa inesperada de nuevos días que nos saldrán al paso, hora de soñar con la parte posible dentro del imposible que seguimos siendo. Siempre es tiempo de esperanza, tiempo de recomenzar.

martes, 31 de diciembre de 2013

Recuerda:



   Muchas veces los mejores comienzos llegan después de los mejores finales.


Hay textos que por breves que sean contienen historias capaces de abarcar por completo la historia de la humanidad. Son parte de un libro que quizá nunca fue escrito, pero que se intuye detrás de una hoja que relata en trazos de palabras un resumen amplio y constituyen una advertencia para los demás. 

Escalofriante y directo







lunes, 30 de diciembre de 2013

Situaciones límite

Me pregunto en esta fecha tan cercana al final de 2013, ¿Cuántas familias españolas se vieron abocadas a situaciones de no retorno llevadas por las circunstancias?, ¿Cuántas sin poder contar con los recursos necesarios para salvarlas?

No necesito que me digan cifras, o mucho menos que me las escondan, sé que muchas; más de las que nos podemos permitir. 

Me pregunto también cuándo se resolverá de un modo justo toda la corrupción que asoló este año por completo. Soy escéptica, pero mucho, mucho; consecuencias de haber vivido en presente cada día de este complicado año, que también tiene sus grandes cambios para mí.

Quizá con el final de este año finalice este blog. No es algo que estuviese premeditado, pero quizá suceda así. ¿Lo siento?, sí y no. He conseguido sentirme lo más cerca que quizá pueda sentirme nunca de la publicación. ¿Me ha dado frutos?, sí y no.

A lo largo y ancho de todas estas páginas he averiguado grandes cosas, ¿me alegro?, de nuevo sí y no. La vida sirve la sal y el azúcar a partes iguales. Pero si algo está claro es que durante todo este 2013 encontré lo que nunca tuve y perdí cuanto daba por hecho. Las situaciones límite de la vida son así. Cuando gobierna el desgobierno, para algunos las consecuencias llegan así.

Sobre esta entrada en el escritorio antes de www. blogger.com, aparece un página con información del sitio que reza: identidad no verificada. Vamos a ver, ¿este lugar me pertenece o no? ¿Qué sucede, desde hace qué tiempo que antes no sucedía? Todo se aboca hacia situaciones límite, ya ven.

Todo lo que construí una vez se desmorona. Y digo todo, sin exagerar. El 2014 llega con su saco repleto de incertidumbres para mi vida, sal y azúcar, en todos los órdenes de la vida. Quizá con el último vestigio del año debería irme. Es una suerte haberles conocido. Han sido una grata compañía. Me guardo un as bajo la manga, este blog que durante tiempo tuve de agenda contiene sus direcciones, cuenten con mi visita, aunque a partir de ahora se haga silenciosa. En esta página web que me abrí un día todo queda, mientras mi vida al completo se desmorona. Mientras llega un año nuevo que por primera vez no celebro como otros años. Este año le doy la bienvenida a la soledad en todas sus formas. Veremos que me depara. El saco de 2014 se irá desgranando ante nuestras narices, Ojalá entre todas las sorpresas que contiene sigan estando los amaneceres, los atardeceres, los anocheceres semejantes a años pasados en cuanto a sentirnos bien con nosotros mismos: lo demás se andará. 

Mucha suerte

viernes, 27 de diciembre de 2013

Verbo retuitear

Nivel de exigencia

Cuando uno tiene que hacerse a sí mismo anotaciones tipo: "seguir corrigiendo el capítulo 2. El 1 ni mirarlo ¡¡¡idiota!!!, o nunca terminarás de corregir" es que algo sucede. A veces uno no puede determinar si eso es bueno o malo, pero cuando uno tiene que decirse a sí mismo que después de corregir el capítulo 2 el 1 será leído, para cambiar solo lo que esté mal, sin volver a variar frases enteras; es que esta será la definitiva y que no habrá más oportunidades de dar nuevas vueltas.

Es casi una liberación, pero es que si no, sería el cuento de nunca terminar. Y es hora de terminarlo, después de tanto tiempo ocupando por completo la cabeza. A la cabeza también hay que dejarle espacio para lo demás, porque de tan distraídos que andamos un día va a pasarnos algo malo, malo de verdad.

El nivel de exigencia entonces, es la pregunta: ¿Ha subido o ha bajado?, depende del punto de referencia imagino. Quizá haya subido hasta el tope, porque de verdad de la buena, no habrá una nueva oportunidad. Verbo finiquitar.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Escribir es otra forma de respirar

Ella se levanta a las seis de la mañana, para abandonar su cálida habitación y entrar en la caverna helada que es la buhardilla, que no tiene calefacción. El precio de la luz le parece demasiado caro, por eso no enciende el radiador de aceite y se pone a escribir para calentar al calor de las palabras. Quizá hasta las once. En que sus hijos desperezados la vendrán a buscar recriminando que siga perdiendo el tiempo en sus tonterías.

--Escribo una novela, no es una tontería.
--Lo es. ¿Qué esperas sacar de ahí?

Ella abandona el cálido refugio de sus palabras hasta mañana. Sigue pensando que quizá es posible hacer de aquello su profesión, cuando ellos estén lo bastante ocupados construyendo su propia vida. Y no se acuerden de visitarla aunque precise de ellos más que nunca.

Ahora de quienes sí precisa es de aquellas vidas que medio construye entre sus escritos. Le salvan de la incomprensión diaria, de las frustraciones, y de todo aquello que aunque quisiera no puede cambiar.